Los eventos meteorológicos extremos en Europa transforman el clima del continente causando grandes daños materiales y pérdidas económicas.
Las precipitaciones de mayo fueron las más bajas que se hayan registrado en Alemania y Francia, en tanto junio comenzó con aguaceros que dejaron por lo menos una persona muerta y grandes pérdidas económicas.
La tormenta del lunes anegó partes de la septentrional ciudad alemana de Hamburgo, transformó las calles en ríos e inundó numerosos edificios, incluida la estación central, lo que paralizó el sistema ferroviario regional.
El aeropuerto de la ciudad también permaneció cerrado varias horas por las lluvias, el viento y los rayos.
En Bonn, en el centro del país, una pared cedió por las fuertes lluvias y al desmoronarse mató a una niña de 13 años. En Messernich, en el oeste, los rayos dejaron 30 ciervos muertos en el zoológico.
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La tormenta incluyó granizo, mucha actividad eléctrica y un fuerte aguacero. En el estado federal de Hessen cayeron más de 100 litros por metro cuadrado el domingo, casi el doble del promedio mensual.
Un fenómeno similar devastó ese mismo día grandes áreas de Francia. En el sudoccidental departamento de Vaucluse, la granizada destruyó numerosos cultivos de verduras y dejó una "situación apocalíptica", según André Bernard, presidente de la federación regional de agricultores.
"La tormenta afectó dos tercios de los cultivos de Vaucluse", dijo Bernard a IPS. "Las pérdidas ascendieron a cientos de millones de dólares", añadió.
Las tormentas de ese tipo son consecuencia directa del cambio climático, aseguran numerosos especialistas.
"Tenemos que acostumbrarnos a eventos extremos pues el cambio climático se acentúa", dijo Friedrich Wilhelm Gestengarbe, director adjunto del Instituto de Investigación del Impacto del Clima, en la oriental ciudad alemana de Potsdam.
"Las fuertes tormentas y las inundaciones serán el doble o el triple de frecuentes que antes, dejando pérdidas de más de 11.000 millones de dólares", indicó Gestengarbe.
El episodio climático que más daño económico causó a Europa fue Sturm Kyrill, en enero de 2007, con daños económicos estimados en 3.500 millones de dólares.
Las pérdidas por las tormentas se suman a las de la severa sequía que afectó al continente en la pasada primavera boreal.
La sequía de este año fue la peor de la historia, según el servicio meteorológico alemán (DWD, por sus siglas en alemán).
"Nunca llovió tan poco en esa época del año desde que comenzaron los registros en 1893", dijo Uwe Kirsche, portavoz de DWD.
En algunas regiones de Alemania, incluida Wiesbaden en el sur, cayeron en promedio 33 litros de lluvia por metro cuadrado en la primavera. "Es menos de 18 por ciento del promedio", apuntó Kirsche.
"También fue la primavera más calurosa, después de la de 1881", remarcó Kirsche.
Los agricultores debieron hacerse cargo de las consecuencias de las fuertes tormentas y de la sequía. "Los campos maduraron muy temprano, pero la cosecha fue escasa", se lamentó.
La prefectura del departamento francés de Meuse, en el noreste del país, dispuso el 25 de mayo medidas draconianas y urgentes para reducir el consumo de agua y advirtió que las reservas estaban a punto de colapsar.
La sequía afectó a 54 departamentos franceses de los 96 del continente.
Los agricultores aseguraron que la sequía es un presagio de las peores catástrofes que se avecinaran.
Christian Schwalbach, agricultor del departamento de Lorraine, cerca de la frontera con Bélgica, observó las mismas señales climáticas que en el "desastroso año de 2003", cuando se registraron sequías y temperaturas extremas en los meses de primavera y verano causando la muerte de por lo menos 20.000 personas.
También disminuyó el nivel de los ríos, un riesgo para las 44 centrales nucleares instaladas en sus márgenes.
El Ministerio de Energía dispuso en mayo la creación de una "unidad de vigilancia" del flujo fluvial que "garantizará la seguridad del suministro eléctrico", informó Eric Besson, secretario de la cartera.
Francia tiene 58 plantas nucleares que generan más de 80 por ciento del consumo eléctrico del país. La ley las habilita a utilizar el agua de los ríos para su sistema de enfriamiento y prevé un límite sujeto al caudal y a la temperatura del agua de cada uno de ellos.
La sequía y las altas temperaturas de la primavera no constituyen un "problema para la seguridad de nuestras instalaciones nucleares", insistió Besson. "La posible escasez de agua en los ríos no ocurren de inmediato, se puede prever", añadió.
"Los requerimientos de enfriamiento de las centrales son bajos cuando el sistema deja de funcionar", alegó el ministro, sugiriendo que las autoridades consideraban apagar las plantas en caso de mantenerse la situación.
El hecho demuestra la absurda dependencia de Francia en esa fuente de energía, según el Observatorio Nuclear, una organización que reclama la eliminación de las centrales atómicas.
"Nuestro gobierno sostiene que las plantas nucleares nos protegen del cambio climático, porque, al parecer, no emiten gases invernadero", dijo Stéphane Lhomme, coordinador general del Observatorio Nuclear.
"La realidad es que el cambio climático y los eventos extremos que ocasiona ponen en riesgo al ambiente y a nuestro suministro eléctrico, muy dependiente de la energía nuclear", dijo Lhomme a IPS.
Durante los meses extremadamente calurosos y secos de la primavera y el verano de 2003, 2005 y 2006, "la sequía y el bajo caudal de los ríos obligaron al gobierno a apagar varias plantas nucleares", remarcó.
"En algunos casos fue imposible sacar agua para enfriar las centrales nucleares", recordó Lhomme.
"En el caso de las plantas de Fessenheim y Cattenom, el gobierno ordenó rociar las instalaciones desde afuera porque estaban tan calientes que era imposible enfriarlas desde adentro", añadió.