Tres meses después del terremoto y el tsunami que causaron un accidente en el complejo nuclear de la nororiental ciudad japonesa de Fukushima, expertos alertan un colapso económico si la energía atómica es eliminada de golpe.
"El horror del accidente nuclear en Fukushima no puede ser negado. Pero el futuro de la energía atómica debe ser evaluado sabiamente si Japón quiere seguir siendo una potencia económica", opinó Takao Kashiwagi, ingeniero en el prestigioso Instituto de Tecnología de Tokio.
Japón siempre apostó a las centrales nucleares como herramienta fundamental para sostener su economía, pero ahora afronta el desafío de cambiar de política energética con el fin de aliviar la preocupación pública pero sin que ello tenga efectos adversos en la industria.
Kashiwagi, del gubernamental Nuevo Comité de Energía, aclaró su punto refiriéndose a la fuerte dependencia de la energía atómica que tiene este país asiático. Casi 30 por ciento de las necesidades energéticas son cubiertas por las centrales nucleares.
"En vez de dar la espalda a la realidad de nuestra dependencia de la energía nuclear, es tiempo de desarrollar una tecnología que fortalezca los aspectos de seguridad en las plantas. La mejor opción para Japón es trabajar internacionalmente hacia esa meta", sostuvo.
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La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) apoyó esa opción en un largamente esperado informe divulgado el 1 de este mes, en el que criticó las medidas de emergencia adoptadas en Fukushima ya la vez que llamó a adoptar regulaciones universales en las plantas nucleares.
El activista antinuclear Reiichi Suzuki, creador de un comité especial para Fukushima con representantes del sector privado y académicos, dijo que, sin embargo, había un creciente apoyo público a la idea de cerrar las centrales atómicas en el área.
"Nuestra mira es mantener en el tapete la aterradora verdad de que la energía nuclear no tiene mérito. No sólo es insegura, sino que también constituye una carga financiera para los ciudadanos debido a los subsidios que deben pagar, y también permite que las compañías ricas controlen nuestros recursos naturales", señaló.
Mientras, la catástrofe de Fukushima aumentó la posibilidad de cortes de energía debido al cierre de los reactores, lo que alarmó a la industria manufacturera.
Las pérdidas calculadas y las enormes compensaciones financieras supondrán un duro golpe a la economía, cuyo crecimiento en 2011 caerá a menos de uno por ciento.
Economistas señalan que la escasez energética obligará a más compañías japonesas a dirigir sus inversiones a otros países, creando más desempleo y agotando los fondos públicos.
El gobierno prometió incrementar las energías alternativas para que cubran 20 por ciento de las necesidades nacionales, así como adoptar una política nuclear transparente, como mostró al aceptar inspecciones de la AIEA este mes.
"El horror de la contaminación nuclear en Fukushima presionó a Tokio a reconocer humildemente sus pasados errores y prometer una era mejor de seguridad. El pueblo espera esos cambios", indicó el analista internacional Takeshi Inoguchi.
De hecho, a pesar de que encuestas nacionales realizadas en mayo mostraban una abrumadora mayoría de 70 por ciento en contra de la energía nuclear, hay señales de que la preocupación pública, aunque no ha desaparecido, cede lentamente.
Un significativo ejemplo es la reelección el 8 de este mes de Shingo Mimura como gobernador de la prefectura de Aomori, donde se encuentra una central nuclear activa y hay cuatro más en construcción.
Mimura, respaldado por el conservador Partido Demócrata Liberal, que promovió la expansión de la energía nuclear en Japón, derrotó sin problemas a sus oponentes, que querían congelar la construcción de plantas nucleares.
El gobernador prometió mayores medidas de seguridad mientras realizaba una visita a los reactores. La estrategia parece haber valido la pena.
Los más veteranos residentes Aomori citados por la prensa local hablaron de la gran presión que sentían al votar. "Tengo miedo y no me gusta. Pero el sustento de todos depende de la planta nuclear", dijo Junji Takeyama, de 80 años, al periódico Asahi la semana pasada. Su hijo y su nieto trabajan en compañías de energía eléctrica.
Casi la mitad de la población en la mayoría de las municipalidades en Aomori depende de la Compañía de Energía Eléctrica Tohok, como empleados o proveedores de servicios.
Los subsidios en las últimas décadas para municipalidades con reactores y plantas procesadoras de combustible suman unos 2.800 millones de dólares, que han sido usados pora construir nuevas carreteras, escuelas e infraestructura moderna.
Defensores de las plantas atómicas señalan que este sistema ha permitido a Tokio proveer energía estable y ha impulsado el crecimiento económico en la post-guerra, facilitando el desarrollo de nueva tecnología y redes sofisticadas de transporte.
La tragedia de Fukushima golpeó a Japón cuando planeaba apoyar a sus 54 reactores para incrementar su energía nuclear 50 por ciento.