COLUMNA: Los dos idiomas de la revolución religiosa

En nuestro mundo globalizado y pluralista, las comunidades religiosas deben poder hablar la lengua de sus fieles pero también la del público en general.

Tep Vong, patriarca supremo de la comunidad budista de Camboya, viajó a la norteña ciudad srilankesa de Jaffna en medio de la guerra civil (1983-2009) y, pese al estado de sitio, se unió a otros –budistas, hindúes, musulmanes y cristianos—para poner un fin pacífico al violento conflicto entre cingaleses y tamiles.

La fuerza de su tranquila determinación budista fue inconfundible. Sin embargo, él nunca citó ni una sola escritura budista. Lo que hizo fue hablar con el lenguaje más simple.

¿Quién habría pensado que hablar lisa y llanamente, con palabras comunes, era revolucionario? Pero para muchas comunidades religiosas lo es.

La revolución es el cultivo de una acción multirreligiosa basada en significados religiosos ancestrales, pero usando nuevas maneras de comunicarse entre religiones.
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Si uno se fija, encontrará las evidencias en todas partes: zonas de guerra, lugares donde hay extrema pobreza, escuelas y barrios comunes y corrientes. Las fuerzas de fanáticos religiosos dominan los títulos de la prensa, pero la gran noticia es que las comunidades religiosas cooperan activamente a una escala hasta hace poco inimaginable.

Operando codo a codo en la primera línea de los desafíos actuales, la cooperación multirreligiosa se ha vuelto dominante y va en aumento.

¿Qué ocurre? ¿Acaso las comunidades religiosas decidieron desdibujar las identidades que las distinguen, abandonar las diferencias doctrinarias y echar por la borda lo trascendente para achatarse hasta convertirse en meras organizaciones humanísticas? Probablemente no. Se aferran a las diferencias que las definen en relación a lo trascendental, pero también están trabajando juntas.

Lo revolucionario es la exitosa combinación de estos dos aspectos: las diferencias religiosas reales y la cooperación positiva, a una escala sin precedentes.

Una clave para entender la revolución subyacente es el hecho de que las comunidades religiosas de hoy son cada vez más "bilingües".

Una doble imagen ilustra el nuevo bilingüismo. En los años 60, Martin Luther King (1929-1968), predicó en una pequeña iglesia cristiana sobre el flagelo del racismo. Empleó el idioma de la cristiandad: sus escrituras, sus imágenes, su teología, sus plegarias y otras tradiciones. Les habló a los cristianos como cristiano, usando su propio lenguaje religioso.

Luego King se dirigió al Monumento a Abraham Lincoln en Washington, donde habló con convicción sobre el racismo a cientos de miles de personas, algunas de las cuales profesaban diferentes creencias religiosas o, directamente, ninguna.

En esa ocasión King siguió siendo el mismo hombre religioso. No cambió mientras caminaba desde la iglesia hasta allí. Pero no podía simplemente repetir el sermón pronunciado en el templo.

Muchas de las personas congregadas allí no compartían el idioma de su iglesia. Por lo tanto, King habló el de la plaza pública. Nunca dejó de ser un creyente, pero en las diferentes circunstancias expresó su punto de vista, religiosamente arraigado, de dos maneras distintas. Fue bilingüe en materia religiosa.

Muchas comunidades religiosas adquieren rápidamente ese mismo bilingüismo. Mantienen su propio idioma religioso a la hora del intercambio y la acción dentro de sí mismas, pero usan un lenguaje corriente con el mismo fin en el espacio público.

Mustafa Ceric, gran mufti de Bosnia-Herzegovina, condujo a su comunidad islámica hacia la sanación y la reconciliación luego del amargo trauma de la guerra civil de los años 90. Para lograrlo, primero trabajó como musulmán entre los musulmanes, usando la riqueza del lenguaje islámico, incluyendo sus escrituras y tradiciones.

Pero junto con el cardenal católico apostólico romano Vinko Puljic, el obispo ortodoxo serbio Nikolai y el líder judío Jakob Finci, también trabajó en un lenguaje público compartido para ofrecer a la exhausta nación una visión común de la unidad que llamó a todos a la acción. Tras el dolor de la guerra, el bilingüismo ayudó a aprovechar las potestades de cada comunidad religiosa para cooperar en la construcción de la nación.

En nuestro mundo globalizado, tanto el idioma religioso sectario como el público tienen una importancia irreemplazable para las comunidades religiosas. En el mundo pluralista de hoy, ninguno de los dos puede colapsar en el otro sin empobrecer la capacidad de una comunidad religiosa de conocerse a sí misma y a la vez hacer lo máximo posible por los demás.

Hay una revolución en marcha porque cada vez más comunidades religiosas adquieren la destacable capacidad de pasar del lenguaje del templo al de la plaza pública.

Ambas formas son necesarias para que tengamos comunidades religiosas diversas compuestas por miembros informados y con una sensibilidad moral duradera, que puedan hallar un medio para colaborar con quienes profesan otras creencias o ninguna en absoluto, a la hora de enfrentar los desafíos mundiales de nuestro tiempo.

* William F. Vendley es secretario general de Religions for Peace.

Este artículo es parte de la serie "Religión, política y espacio público", que se realiza en colaboración con la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas y su proyecto de Expertos Mundiales (http://www.theglobalexperts.org/).

Los puntos de vista expresados en estos artícuos son de los autores y no necesariamente reflejan los de la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas o de las instituciones a las que están afiliados los autores.

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