La ruina del reactor nuclear ucraniano de Chernobyl, que explotó hace 25 años provocando una de las peores catástrofes ambientales de la historia, aún contiene casi 95 por ciento del combustible original, altamente radiactivo.
Por eso, y puesto que el sarcófago que cubre esas ruinas no es hermético, la radiación actual del sitio, 100 kilómetros al norte de Kiev, es 100 veces superior a la natural, indican mediciones recientes llevadas a cabo por expertos ambientalistas.
"La radiactividad que medimos en Chernobyl viene de la planta nuclear. El sarcófago del reactor número 4 tiene múltiples agujeros y debe ser remplazado lo más pronto posible", dijo a Tierramérica el experto nuclear Heinz Smital, de la organización Greenpeace.
Smital, que visitó hace poco la zona, indicó que el segundo sarcófago está en construcción desde fines de 2010. "Pero, dada la alta radiactividad, que tiene efectos mortales en poco tiempo, es imposible trabajar en las cercanías del reactor, lo que obliga a construir el nuevo sarcófago lejos del sitio y transportarlo luego sobre rieles hasta Chernobyl", describió.
El martes 26 se cumple un cuarto de siglo de la explosión. Diversas mediciones indican que en el recinto del reactor la radiación que se absorbe durante seis segundos sobrepasa el máximo anual permitido para trabajadores de centrales nucleares.
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El nuevo sarcófago de acero y hormigón pesará unas 29.000 toneladas y costará unos 2.300 millones de dólares, de acuerdo con una nueva estimación publicada en una conferencia de donantes celebrada en Kiev el 19 de este mes.
Ucrania esperaba obtener de ese encuentro unos 1.100 millones de dólares para financiar las obras. Pero los donantes se comprometieron a entregar algo menos de 800 millones.
La conferencia, convocada por el Grupo de los Ocho países más poderosos (G-8, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia) y en la que participó también la Unión Europea, discutió las necesidades financieras del nuevo sarcófago, que debió estar terminado en 2007 y que, según la nueva planificación, podría instalarse en 2015.
Este retraso por falta de fondos empeoró el saldo mortal del accidente nuclear.
Según el estudio "Consecuencias para la salud de Chernobyl 25 años después", divulgado este mes por la sección alemana de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (AIMPGN), el desastre mató a unos 112.000 de los llamados "liquidadores", soldados y empleados estatales que trabajaron en la construcción del primer sarcófago en los meses siguientes a la explosión.
Además, según la AIMPGN, hasta 90 por ciento de las 830.000 personas que trabajaron en la contención del desastre sufren distintas formas de cáncer. Otras 5.000 murieron en Europa, víctimas de la nube radiactiva que emitió el reactor y que cubrió todo el continente, desde Suecia y Finlandia, en el norte, hasta Italia y España, en el sur.
Otros estudios documentan casos de cáncer y de mutaciones genéticas en niños nacidos tras la catástrofe. La Organización Mundial de la Salud estima que en Belarús más de 50.000 niños sufren o sufrirán cáncer de tiroides. El Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas estima que en todo el mundo, entre 30.000 y 207.500 niños han nacido con defectos genéticos por el accidente de Chernobyl.
Aunque no hay cifras definitivas, Chernobyl habría provocado la muerte de unas 900.000 personas en Europa.
Incluso la Agencia Internacional de Energía Atómica, favorable al uso civil de la radiactividad, arriba a conclusiones alarmantes: mientras en los países escandinavos la mortalidad infantil creció 15,8 por ciento a causa de Chernobyl, en Alemania se registró el aumento de casos de síndrome de Down y de neuroblastoma infantil, un tipo de tumor en el tejido nervioso de alta mortalidad.
El oncólogo Edmund Lengfelder, director del Instituto de Protección Radiológica de la sudoriental ciudad alemana de Munich, dijo a Tierramérica que incluso hoy es posible detectar altas concentraciones de cesio 137 en setas recogidas y en animales cazados en los bosques alemanes. La carne de un jabalí en esos lugares puede superar la dosis máxima aceptada por el Ministerio de Salud alemán, de 600 becquereles por kilogramo.
El accidente se produjo el 26 de abril de 1986 a consecuencia de una simulación de corte de electricidad realizada por el personal de la central. El ensayo provocó un súbito aumento de la potencia y el recalentamiento del reactor 4, y luego una explosión del hidrógeno acumulado en su interior que lanzó el techo a unos 15 metros de altura.
La explosión liberó ocho de las 190,2 toneladas de combustible nuclear contenido en el reactor, y las esparció por toda Europa. La nube radiactiva contenía dióxido de uranio, cesio 136, carburo de boro y otros materiales. Su toxicidad fue considerada unas 500 veces superior a la de la bomba atómica que Estados Unidos arrojó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945.
Las otras 182 toneladas de combustible aún presentes bajo el primer sarcófago de Chernobyl, constituyen un magma infernal a mantener aislado.
"Ese es el objetivo del nuevo sarcófago", dijo a Tierramérica el ingeniero Hosni Bouzid, director del proyecto de construcción, comisionado por un consorcio de las empresas francesas Vinci y Bouygues.
"Durante los preparativos en 2010, encontramos en el sitio todo tipo de materiales, todos contaminados, incluyendo grúas, restos de helicópteros y de los andamios utilizados hace 25 años para la construcción del primer sarcófago", describió.
La obra es un reto técnico, ambiental y sanitario, pues implica acercarse y eventualmente abrir la caja de Pandora que sigue siendo Chernobyl.
* Este artículo fue publicado originalmente el 23 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.