Mariana García vivió su niñez en los años 90, cuando Cuba cayó en una profunda crisis económica tras la pérdida de los «hermanos» del bloque socialista europeo y de la Unión Soviética. Creció bombardeada por los primeros juegos electrónicos y rodeada de personas que hablaban más de sobrevivir que de sueños e ideales.
Consciente del papel asignado de "continuadora" de un proceso social iniciado con el triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, García prefiere evitar "las grandes palabras" y mira a Cuba como "un país en el que se ha hecho mucho, pero queda muchísimo por hacer y, sobre todo, mejorar".
En personas como ella, a veces impetuosa e hipercrítica, la máxima dirección del gobernante Partido Comunista de Cuba, que celebrará su VI Congreso entre este sábado 16 y el martes 19, centra las esperanzas de "continuidad" del socialismo y de relevo de la generación histórica que hizo la Revolución y de sus continuadoras en más de 50 años.
Estudiante universitaria de 22 años, García discrepa de la tendencia a descalificar a las generaciones más jóvenes. "Mi padre dice que la juventud está perdida y se le olvida que lo mismo decía mi abuela de él", narra la joven, al tiempo que defendió otra frase popular: "los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres",
Y no sólo son diferentes a sus padres. Estudios realizados indican que, en sintonía con tendencias internacionales, las nuevas generaciones cubanas se caracterizan por una amplia diversidad, al punto de que sería hora de dejar de hablar de "la juventud" para empezar a hablar de "juventudes".
[related_articles]
Mientras un segmento, mayoritariamente femenino, transita por las universidades, otro apuró el tránsito a la vida laboral. Unos buscan nuevas vías de participación y otros inundan la noche con las llamadas "tribus urbanas". Son, sobre todo en las zonas urbanas, la generación del MP3, memoria portátil y condón en la mano.
Aunque las personas jóvenes siguen valorando los rasgos comunes que se asocian a la identidad nacional, aparecen un conjunto de elementos que hacen "muy evidente esa diversidad al interior de la juventud", señala a IPS la socióloga María Isabel Domínguez.
También directora del gubernamental Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), Domínguez considera que las "grandes diferencias" pasan por el género, lugar de residencia, raza, extracción social, niveles educativos y acceso a determinadas posibilidades o recursos.
La generación de la crisis
Unas cuatro o cinco generaciones conviven hoy en Cuba en una relación dialéctica y de constante movimiento, algunas como las de los años 70 y 80 empiezan a fundirse, otras están aún por definirse como grupo social con características específicas y están aquellas marcadas por los llamados períodos de transición.
"El grupo de transición de los 60 fue la generación de la Revolución, la de las 90 fue la generación de la crisis", comenta Domínguez.
La primera, formada por quienes estaban al final de la infancia e inicios de la adolescencia en 1959, aprovechó más intensamente los cambios producidos por el proceso revolucionario y protagonizó una ruptura radical con las generaciones anteriores, tanto en el ámbito privado como público.
La segunda es la generación de la crisis económica de los años 90, la peor de la segunda mitad del siglo XX en Cuba. Si para sus padres, la Revolución se igualó a "oportunidad", para las personas que transitaron sus años juveniles en medio de lo que se llamó "el período especial", las circunstancias fueron cualitativamente diferentes.
No sólo se trató del impacto económico de la desaparición de los socios comerciales del bloque socialista, agrupados en el Consejo de Ayuda Mutua Económica, y del endurecimiento de las sanciones económicas de Estados Unidos, sino de la profundización de las desigualdades sociales y el deterioro de las condiciones de vida.
Las diferencias entre uno y otro grupo se palpan en la evolución de sus principales aspiraciones, según investigaciones del CIPS.
Si para las personas que tenían entre 14 y 30 años en la década de los 80 la primera aspiración era la superación educacional y las condiciones materiales de vida ocupaban el cuarto lugar, en los 90 se establece otro orden prioridades, como son familia, condiciones de vida, superación vinculada a la posibilidad de mejores ingresos y satisfacción espiritual.
"Yo pasé mi adolescencia con un jean, dos camisas y un par de botas rusas. Hubiera querido tener más, pero no era mayor problema porque así vivía la mayoría. También se vivía soñando con un futuro mejor. Los jóvenes de hoy no viven en el futuro sino en el presente", opina Rafael Sánchez, promotor cultural de 46 años.
Contradicciones dialécticas
Una mirada a los 50 años de Revolución Cubana, un período considerado corto en materia de sucesión generacional, muestra "un contexto, valores y prácticas comunes" entre generaciones, pero también "variaciones y necesidad de reajustes, reconstrucciones y recreaciones de las maneras de pensar, hacer, acercarse", asegura Domínguez.
Autora de varios estudios sobre juventud, la especialista estima que la sociedad cubana "está necesitada de esos ajustes permanentes", pues muchas veces las instituciones están atadas a "maneras ya aprendidas de hacer, a fórmulas que dieron resultado en un determinado momento" y se han entronizado como "permanentes e inmutables".
"El proceso de sucesión generacional es dialéctico, de continuidades y rupturas. Cada nueva generación retoma de la herencia y a la vez elabora, construye y crea nuevas maneras de acercarse a esa etapa de la vida en la que le toca vivir. Eso es la historia de la humanidad", sostiene.
Ubicada entre los 15 y los 24 años por la Organización de las Naciones Unidas, la juventud alcanza a 18 por ciento de la población mundial. Cerca de 87 por ciento de esta franja etaria se concentra en países en desarrollo.
En el caso de Cuba, donde los especialistas extienden esa franja etaria hasta los 30 años, 2,2 millones de la población de 11,2 millones de habitantes que habían en 2009 tenían entre 15 y 29 años, según la Oficina Nacional de Estadísticas.