Brasil «podrá ayudar a Portugal como Portugal ayudó a Brasil» en otros tiempos y circunstancias. Esta frase es la síntesis más destacada de la fugaz visita de Dilma Rousseff, presidenta del más vasto país de América Latina y una de las mayores economías del mundo.
"Tenemos inversiones de Portugal en Brasil" y viceversa", pero necesitamos "una garantía real o de algún activo", respondió Rousseff a la consulta de IPS, ante un grupo de periodistas durante su visita a Coimbra, ubicada 190 kilómetros al norte de Lisboa.
Rousseff tuvo que suspender su primer viaje a Europa desde que asumió el cargo, el 1 de enero, y regresar este miércoles a su país debido a la muerte de José Alencar, quien fue vicepresidente en los dos gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).
La visitante, que coincidió en su llegada a Portugal con su antecesor, aseveró que Brasil podrá ayudar a la recuperación de la vulnerada economía lusa, una postura que coincide con la opinión expresada pocas horas antes por Lula.
Su regreso anticipado a Brasil significó la cancelación de los encuentros programados para la tarde de este miércoles con su par portugués, Aníbal Cavaco Silva, con el primer ministro, José Sócrates, y con el presidente del parlamento, Jaime Gama.
En los hechos, significa que solo realizó la parte no oficial de la visita, que comenzó el martes, para asistir este miércoles a título privado a la entrega del doctorado a Lula por parte de la Universidad de Coimbra, donde estudiaron buena parte de intelectuales y políticos brasileños, acto en el que participaron también los presidentes Pedro Pires, de Cabo Verde, y Cavaco Silva.
"Más que un reconocimiento personal, creo que este laurel es un homenaje al pueblo brasileño, que hizo en los últimos ocho años, de modo pacífico y democrático, una revolución económica y social", dijo el ex mandatario en el aula magna de la universidad al ser investido del doctorado.
La lucha contra la pobreza durante su mandato también le dio a Lula otro galardón, que recibió el martes en un acto celebrado en el unicameral parlamento portugués. Se trata el Premio Norte-Sur, del Consejo de Europa, que según la institución "distingue a personalidades que contribuyen con su acción y ejemplo a la promoción de la solidaridad e interdependencia mundiales".
Lula, al agradecer el reconocimiento, defendió "una nueva gobernanza mundial" mediante la urgente reforma de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del sistema financiero internacional, el fin de la tolerancia a las violaciones de los derechos humanos y garantizar el crecimiento económico con mayor justicia en la distribución del ingreso.
Sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el ex presidente brasileño deploró que pasados tantos años este documento todavía no sea respetado en diversos lugares del mundo. Sus enunciados solo se tornarán una realidad "si hubiese un acción corajuda y continua de los organismos multilaterales y de la sociedad civil", añadió.
PROMESA BRASILEÑA
Rousseff prometió, ante el estrangulamiento de la economía portuguesa por parte de los mercados financieros, "hacer todo lo posible para ayudar, porque no se trata de un país cualquiera, sino, culturalmente hablando, una nación con la cual tenemos una relación umbilical, en el sentido literal de la palabra".
"Brasil tiene un compromiso con Portugal y siempre lo va a tener", aseguró.
Un día antes Lula había dicho que la ayuda mediante la compra de deuda portuguesa es un asunto que debe ser decidido por la presidenta, pero opinó que "todo lo que podemos hacer para ayudar a Portugal lo deberíamos hacer, porque pienso que merece esa comprensión de Brasil".
Lula fustigó una probable intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la frágil economía lusa, porque "no resuelve el problema de este país, como no resolvió el de Brasil, como no resolvió otros problemas".
"Cada vez que el FMI intentó cuidar las deudas de los países, creó más problemas que soluciones", afirmó.
"Europa es muy grande y si lo desea puede encontrar soluciones para Portugal, para Grecia y para España", añadió.
No obstante este "deber" de Brasil de ayudar a Portugal, la presidenta Rousseff aclaró que la posible compra de deuda soberana portuguesa deberá respetar las normas del Banco Central de su país.
Las declaraciones de los visitantes se producen justo cuando los mercados continúan castigando a Portugal, que el martes fue víctima de un nuevo descenso en la escala de confiabilidad de su economía.
Un comunicado de la agencia de calificación financiera estadounidense Standard & Poor's provocó el aumento de 9,04 por ciento de las tasas cobradas por los inversores para comprar obligaciones del Tesoro a cinco años y 8,023 por ciento a 10 años, mientras que las de dos años plazo se negocian a 7,8 por ciento, todos máximos históricos.
Por su parte, el Banco de Portugal (BP) dio a conocer el martes una proyección de la economía con una caída estimada en 1,4 por ciento para este año, mayor a las previsiones anteriores, advirtiendo que la contracción podrá ser mayor aún si fuesen tomadas más medidas de austeridad, porque uno de los efectos que causarán es la fuerte caída del consumo interno.
La desocupación en Portugal ya se acerca a 12 por ciento de la población económicamente activa, según datos oficiales, y a 15 por ciento, según los sindicatos. La inflación, en tanto, cuyo promedio en los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) llegó a 2,4 por ciento en el año estadísticamente cerrado en febrero, en este país fue de 3,5 por ciento.
Portugal no es para Brasil solo "el país hermano" en la Unión Europea (UE) sino que además, como expresó Rousseff, "es la puerta de entrada de su país" en el bloque europeo de 27 estados, un posicionamiento estratégico muy importante para los capitales del gigante sudamericano.
Además de la fuerte relación histórico-cultural y por este motivo pragmático, Rousseff admite la compra de deuda pública portuguesa, para lo cual habrá que "estudiar la mejor manera" de participación en la recuperación de la economía de Portugal.