América Latina se encuentra dividida sobre la intervención militar en Libia, aunque endurece paulatinamente sus posiciones iniciales en la medida que queda menos claro el objetivo de las acciones de las potencias del Norte, escudadas en la resolución de la ONU de proteger a los civiles.
Brasil, que se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) que autorizó el uso "de todas las medidas necesarias" para contener la violencia en Libia, hoy pide el cese del fuego.
Según la presidenta izquierdista Dilma Rousseff, la intervención militar está causando lo que se temía cuando se abstuvo de no apoyarla: en lugar de proteger civiles, se están causando víctimas entre ellos.
"Tras lamentar la pérdida de vidas como consecuencia del conflicto en el país (árabe), el gobierno brasileño manifiesta expectativa de que sea implementado un cese del fuego efectivo en el más breve plazo posible, capaz de garantizar la protección de la población civil y crear condiciones para encausar la crisis a través del diálogo", expresó la cancillería.
"Brasil reitera su solidaridad con el pueblo libio en la búsqueda de una mayor participación en la definición del futuro político del país, en ambiente de protección de los derechos humanos", agregó el comunicado, atribuido por los medios locales a un acuerdo entre bastidores en el BRIC, el bloque que conforma con China, India y Rusia.
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Los países del BRIC y Alemania se abstuvieron al votar el 17 de este mes la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU de 15 miembros, que establece para la misión de protección de civiles crear un espacio de restricción aérea, pero excluye el despliegue de una "fuerza de ocupación" en territorio libio, gobernado hace más de cuatro décadas por Muammar Gadafi.
El gobierno brasileño se manifestó en contra de la guerra después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puso un pie en el avión para marcharse del país, al que visitó del 18 al 20 de este mes.
Una decisión que Antonio Alves Pereira, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Río de Janeiro, atribuye no a una deferencia diplomática sino al recrudecimiento de la guerra.
"Con las noticias de muertes por bombardeos de civiles, Brasil reafirmó su posición contraria a la continuidad de la acción militar", explicó Pereira, tras señalar que el voto inicial de abstención es "coherente" con la política de siempre de Brasil de privilegiar el "diálogo diplomático".
Mauricio Santoro, experto en asuntos internacionales de la Fundación Getulio Vargas, agregó que la abstención inicial en la ONU como el posterior endurecimiento de posición fueron decisiones ahora "más fáciles" para Brasil porque "los otros países del BRIC también tuvieron la misma posición y "le permitió no quedar aislado"
Según marca Santoro en diálogo con IPS, esta es una diferencia con el pasado cuando Brasil votó en contra de sanciones a Irán, junto a Turquía, pero "aislados de Rusia y China que si las apoyaron".
"La tradición brasileña es nunca apoyar un ataque militar contra otro país, nunca una intervención coercitiva, y sí respaldar siempre la vía pacífica en la mediación de conflictos", puntualizó.
En la vecina Argentina, donde no hubo un comunicado oficial de respaldo ni tampoco de rechazo a la intervención militar, la posición también comenzó a definirse esta semana.
A raíz de de una consulta, el canciller Héctor Timerman expresó el lunes su posición en la red social Twitter, manifestando que al momento de la intervención "no se habían agotado los medios diplomáticos disponibles".
Advirtió, además, que se debió esperar el informe del enviado de la ONU a Libia antes de decidir una acción de tipo militar.
Khatchik Derghougassian, profesor de la privada Universidad de San Andrés, sostuvo que tanto Argentina como Brasil "están poniendo un poco de racionalidad y prudencia en un hecho internacional que puede transformarse en una aventura imprevisible como la de Iraq".
El experto en temas internacionales aclaró que la posición de estos países "no es una defensa de un régimen que manda a matar a su propia gente" sino "un cuestionamiento a la vía militar cuando aún no se habían agotado otras opciones". "Es un pronunciamiento moderado, distinto al de Cuba o Venezuela, que tiene un contenido más antiimperialista", distinguió.
También los gobiernos de Uruguay y Paraguay han manifestado posiciones afines a la de Brasilia y Buenos Aires.
"Este ataque implica un retroceso en el orden internacional vigente", afirmó el presidente de Uruguay, el izquierdista José Mujica, en entrevista publicada por el diario local La República. "Es mucho peor el remedio que la enfermedad. Eso de salvar vidas a los bombazos es un contrasentido inexplicable", agregó.
Mientras que los países integrantes del ALBA, solidarios con la postura del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, han condenado rotundamente la intervención militar aérea, que atribuyen al interés de Estados Unidos y de sus aliados de Europa de apropiarse del petróleo libio, así como a evitar la expansión de los movimientos revolucionarios árabes.
Venezuela integra el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) con Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Ecuador, Dominica, Nicaragua y San Vicente y Granadinas
Chávez, quien antes de la decisión de la ONU intentó que se constituyese un grupo de países amigos para examinar la situación sobre el terreno y mediar entre las partes, condena abiertamente el ataque en la llamada Odisea del Amanecer y pide que se busque una salida diplomática.
Pero según el mandatario venezolano, "sencillamente el imperio yanqui tomó una decisión: hay que derrocar a Gadafi, hay que aprovechar el momento de las insurgencias populares". "No solamente quitar a Gadafi, sino matarlo", sentenció.
"Venezuela y los países del ALBA exigen el cese de la agresión a Libia y contra cualquier nación del mundo", expresó.
Una posición que según manifestó a IPS el director de la escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, Félix Arellano, "no tiene sentido, ninguna posibilidad en el escenario internacional, porque no es una propuesta para mediar sino para apuntalar un discurso en defensa de una sola de las partes y paralizar a la otra".
En el polo opuesto, a favor de la intervención en Libia, se encuentran Colombia, Perú, Chile y también México, cuyo gobierno hizo "un llamado a las autoridades libias a detener de manera inmediata las violaciones graves y masivas a los derechos humanos de la población civil".
Los términos de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU deben ser acatados", cita un boletín difundido el 20 de este mes por la Secretaría (ministerio) de Relaciones Exteriores.
"La posición del gobierno de Felipe Calderón es no generar conflictos con Estados Unidos, al respaldar el contenido de la resolución del Consejo de Seguridad y dejando de lado si hay o una intervención" armada, explicó a IPS Adalberto Santana, director del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México.
Las discrepancias anotadas en la región respecto del problema libio son, a juicio de Arellano, una muestra de la división actual, que, inclusive, afecta a la Unión Suramericana de Naciones (Unasur).
"América Latina está fracturada, dividida, y en ello mucho ha influido la ideologización en la política regional ejercida por el ALBA, lo que hace mucho más difícil arribar a una posición común, apuntó.
En cambio, Derghougassian entiende que la posición de la franja andina abiertamente a favor de la intervención, salvo Ecuador, "no amenaza" la unidad sudamericana.
"Pertenecer a la Unasur no implica que los países deban expresarse siempre con una sola voz. Es un foro que tiende a aunar posiciones, en general con coincidencias en el principio de la no intervención, pero donde cada país puede encontrar su propia formulación y eso no significa que haya divisiones", remarcó.
* Aportes de Marcela Valente (Buenos Aires), Emilio Godoy (México) y Humberto Márquez (Caracas)