PORTUGAL: Informática pone al gobierno entre la espada y la pared

Portugal dio un inmenso salto tecnológico en los últimos cinco años, desde que el primer ministro socialista José Sócrates decidió aligerar la pesada burocracia y lanzar el programa tecnológico Simplex. Pero el exceso de informatización del Estado no siempre ha mostrado resultados positivos.

Una tecnología demasiado complicada para una población envejecida, la falta de respuesta de los funcionarios y el bloqueo de líneas dejó a miles de ciudadanos sin poder votar en las elecciones presidenciales del 23 de enero. La protesta ya está en el parlamento y en la calle.

A pesar de que es imposible calcular el elevado número de los electores contabilizados en la mayor abstención registrada desde el acceso de Portugal a la democracia en 1974, estimaciones de la prensa local estiman que no menos de 300.000 personas acudieron a las urnas, pero no lograron cumplir con su deber ciudadano.

En efecto, el llamado "cartón del ciudadano", oficializado por decreto-ley el 7 de febrero de 2007, fue una de las innovaciones del programa Simplex creado en 2005. En una única cédula, se reúnen el carné de identidad, el código fiscal de contribuyente, los números de beneficiario de los servicios de salud, de la seguridad social y de elector.

Cinco en uno, que en realidad las elecciones presidenciales demostraron que en muchos casos, solo logró ser cuatro en uno, ya que en las mesas de votación el número de elector no coincidía con el contenido en la tarjeta del ciudadano.

Para salvar ese escollo, los electores debían enviar un SMS (acrónimo en inglés de servicio de mensajes cortos Short Message Service), al Ministerio de Interior y, teóricamente, recibirían la respuesta con el nuevo número, o bien, consultar por Internet.

Nada de esto funcionó. Las respuestas no llegaron, a lo que se suma que personas ancianas no saben operar con una computadora y menos aun enviar SMS.

De esta manera, Portugal registró una abstención récord de 53,38 por ciento si se suman a la cuenta los llamados "electores fantasmas", personas que ya fallecieron pero que siguen constando en los registros, que pese a la tan moderna tecnología no han sido borrados.

Acosado en el parlamento por la oposición y hasta por figuras de su propio partido, el gobernante socialista se limitó a que esos problemas "no deberían haber ocurrido", pero que "solo cometen errores los que actúan".

"Un disparate kafkiano en el ‘paraíso’ del Simplex", deploró en su editorial del pasado sábado el matutino independiente Público de Lisboa. El periódico apunta que "Portugal, que se vanagloria de haber inventado la Vía Verde (sistema electrónico que cobra el peaje de la cuenta bancaria del usuario que posee un identificador en el parabrisas), que tiene más teléfonos celulares que habitantes y una red de operaciones por caja automática bancaria con variadísimas operaciones, aun no logró concebir un sistema de voto en la medida del Siglo XXI".

"Lo que ocurrió el día 23 no fue solo un error técnico, fue una falla política", concluye el autor de la columna editorial, resumiendo las innumerables protestas de los partidos de oposición y de la ciudadanía, que hasta ha protagonizado protestas callejeras sobre el incidente, poniendo en causa también otros aspecto del Simplex.

Al ser concebido, el propio Sócrates explicó que este programa es de simplificación administrativa y legislativa que pretende tornar más fácil la vida de la ciudadanía y de las empresas en su relación con el Estado y, simultáneamente, contribuir a aumentar la eficiencia interna de los servicios públicos.

En 2009, recibió el Premio Europeo de Administración Electrónica, con el argumento de que la iniciativa portuguesa creo servicios más simples, que se tradujeron en una mejor calidad de vida para las personas y menos costos para las empresas, al eliminarse formalidades innecesarias, menos papeles, donde no se pide dos o más veces la misma información, y se completan menos formularios.

Un año después, Portugal subió 17 posiciones en el ranking que evalúa el ambiente de negocios, según el Banco Mundial, pasando del lugar 48 al 31 en un listado de 183 países, colocándose así en un puesto mucho más favorable que otros estados de Europa meridional, como España (49), Italia (80) y Grecia (109), un impacto según los autores del estudio, "sobre todo debido al programa Simplex".

Sin embargo, y pese a los numerosos elogios provenientes del extranjero por este avanzado estado del E-government (gobierno electrónico), el caso de las elecciones presidenciales fue la gota que rebasó el vaso en las críticas sobre la distancia que se ha verificado entre la teoría y la práctica de estos servicios.

En su descripción oficial, se señala que los servicios prestados por el Simplex "son de respuesta rápida, con tiempos de espera previsibles" y que el sistema evita que las personas deban acudir a las oficinas de la administración.

"En teoría es así, pero en la práctica no siempre funciona de la mejor manera", dijo a IPS el contador João Fernandes, al deplorar que muchas veces los mensajes electrónicos enviados al Ministerio de Finanzas "o no son respondidos o bien pueden demorar meses".

Otro aspecto subrayado por el profesional es que "todo está concebido para las nuevas generaciones, pero en Portugal hay una gran cantidad de ancianos, muchos de ellos analfabetos funcionales que jamás han leído un libro y que deben hacer sus declaraciones de impuestos por Internet".

En Portugal hay 1,9 millones de jubilados que tienen ingresos mensuales mínimos, de entre 400 y 475 dólares, y que deben declarar en las finanzas. Muchos de ellos no saben completar los cada día más complicados formularios de la administración fiscal, por vía electrónica o en papel, viéndose obligados a recurrir a un contador, cuyo costo mensual ronda los 90 dólares.

Sin embargo, el gobierno y gran parte de la población joven responden con las avasalladoras cifras del mundo electrónico: 2.800 millones de los 6.800 millones de habitantes del planeta están ligadas a Internet, números discretos si se comparan con la tasa de teléfonos celulares, que alcanza a 70 por ciento de los humanos.

La apuesta portuguesa parece centrarse en el futuro tecnológico, a pesar de los miles de ancianos desconcertados y perdidos en los laberintos informáticos.

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