Es necesario crear sensibilidad de género en las escuelas, lo que «significa romper estereotipos y alentar a las niñas a tener aspiraciones y a procurarlas», dijo a IPS la directora general de la Unesco, Irina Bokova.
IPS dialogó con la máxima funcionaria de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) el jueves en Nueva York, en ocasión del lanzamiento oficial de ONU Mujeres, la nueva Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres.
IPS: ¿Cuáles son las prioridades mundiales de la Unesco en cuanto a ayudar a los estados miembro de la ONU a lograr la educación universal para 2015, fecha límite para cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio?
IRINA BOKOVA: Como muestra nuestro "Informe de seguimiento de la educación para todos en el mundo", que divulgaremos el 1 de marzo, en la última década se produjeron avances impactantes. Cincuenta y dos millones adicionales de niños y niñas se inscribieron en las escuelas primarias. Y la cantidad de quienes desertaron de la escuela se redujo a la mitad en Asia meridional y occidental. Varios países que empezaron la década con grandes brechas de género han logrado la paridad de género en la educación primaria.
Estos logros son el resultado de un fuerte compromiso político, un gasto interno sostenido en educación y políticas que han vuelto la educación más accesible. Pero como advierte nuestro informe anual, estos avances se están enlenteciendo.
En nuestros programas, hacemos especial énfasis en mejorar el reclutamiento de maestros y en las políticas de capacitación, porque para alcanzar la educación primaria universal para 2015 se necesitan 1,9 millones de maestros. También nos centramos en la alfabetización, porque cerca de 800 millones de adultos y adultas son analfabetos, y en las habilidades para el mundo laboral, así como en ayudar a los gobiernos a manejar sus sistemas educativos.
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El mayor desafío que enfrentan los sistemas educativos es llegar a los marginados, asegurarse de que los estudiantes adquieran conocimientos y habilidades relevantes para abrirse paso en el mundo globalizado de hoy, junto con valores y actitudes que promuevan el diálogo, la ciudadanía responsable y la paz.
IPS: ¿Cree usted que una educación de calidad para las niñas puede ayudar a fortalecer la agenda internacional sobre desarrollo y paz?
IB: La educación de niñas y mujeres es la clave para el desarrollo y la paz. El hecho de que dos tercios de adultos iletrados sean mujeres refleja la injusticia del desigual acceso a la educación. Las sociedades pagan un alto precio por esto.
Un niño cuya madre puede leer tiene 50 por ciento más de probabilidades de vivir más allá de los cinco años. En África subsahariana, se estima que en 2008 se podrían haber salvado 1,8 millones de vidas infantiles si sus madres hubieran tenido por lo menos educación secundaria. Las mujeres cuya educación va más allá de la primera tiene cinco veces más probabilidades que las analfabetas de estar informadas sobre la prevención del VIH/sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
La educación da una voz, alienta la participación política y aumenta las oportunidades laborales. No puede haber una sociedad equitativa y justa sin lograr la igualdad de género, y esto empieza con la educación.
IPS: ¿Cuáles son los desafíos reales de hacer que las niñas vayan a la escuela? ¿Se trata de problemas políticos, financieros, sociales o culturales?
IB: Hay que empezar temprano. En muchos países, nacer niña todavía puede significar exclusión en términos educativos. La pobreza es el obstáculo número uno. Pero hay otros de naturaleza más social y cultural.
Vivir en un área remota, pertenecer a una comunidad indígena, hablar un idioma minoritario o tener una discapacidad hacen que las niñas corran aún más riesgo de exclusión. Estos obstáculos no son inamovibles, y la experiencia lo demuestra. Desde Bangladesh a Senegal, muchos países que empezaron de abajo han logrado la paridad de género en la educación primaria.
El primer paso es abolir las matrículas de las escuelas y asegurarse de que no haya costos ocultos, como libros o uniformes, que impiden que las niñas vayan a la escuela. Los subsidios financieros a las familias más pobres, estipendios y programas de becas, son todas políticas que han permitido a las niñas completar con éxito su escolaridad. Los programas dirigidos a los muy pequeños —menores de seis años— son particularmente efectivos para combatir la desigualdad.
Reclutar y capacitar a maestras tiene un impacto en el desempeño escolar, especialmente en países pobres. Donde realmente debemos depositar más esfuerzos concertados en el nivel secundario, porque las niñas tienen más probabilidades de abandonarlo que los varones, por una serie de motivos.
El costo de la escuela es uno, pero también hay preocupaciones sobre seguridad, higiene y largas distancias que recorrer hacia y desde la escuela. Finalmente, tenemos que crear una cultura sensible al género en las escuelas. Esto significa romper estereotipos y alentar a las niñas a tener aspiraciones y a procurarlas.
IPS: La falta de educación es, claramente, uno de los costos ocultos de los conflictos y la violencia.
IB: El informe que difundiremos el 1 de marzo documenta las devastadoras consecuencias de los conflictos armados sobre la educación. La alarmante situación demanda una respuesta mundial fuerte y concertada. Debemos abordar las fallas de protección controlando e informando mejor los ataques contra los sistemas educativos, y sancionando estas atroces violaciones a los derechos humanos.
Este informe se centra en prioridades erradas. Actualmente, 21 países en desarrollo gastan más en armas que en escuelas primarias. Si recortaran sus gastos militares podrían hacer que 9,5 millones adicionales de niños y niñas fueran a la escuela.