Uno de los más temidos impactos del cambio climático es el eventual aumento de enfermedades transmitidas por insectos de clima tropical como el mal de Chagas, la principal endemia en Argentina.
Los expertos, sin descuidar el corrimiento de las fronteras climáticas, creen empero que la mayor amenaza de expansión de esta enfermedad no viene por el alza de la temperatura sino por las debilidades en el control de la transmisión, que ya fue eliminada en Brasil, Chile y Uruguay.
"Tenemos vectores capaces de transmitir la enfermedad en 19 de las 24 jurisdicciones de Argentina (23 provincias y el distrito federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en algunas ya se controla, pero si no se sostiene la vigilancia en dos años vuelve", advirtió a IPS el epidemiólogo Sergio Sosa-Estani, director de Enfermedades Transmisibles por Vectores,
El área a su cargo, dependiente del Ministerio de Salud de Argentina, hay registrados alrededor de dos millones de infectados, 30 por ciento de los cuales desarrollan cardiopatías.
El mal de Chagas tiene una fase aguda en la que el paciente se puede tratar con drogas y se cura si es tratada con antiparasitarios en sus primeros estadios, pero si no se detecta a tiempo la enfermedad se hace crónica y puede derivar en problemas cardíacos y digestivos. Los síntomas de la infección inicial son fiebre, vómitos, disnea y crisis convulsivas.
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La enfermedad es transmitida por el protozoario Trypanosoma cruzi cuyo vector principal es el Triatoma infestans, un insecto hematófago conocido en los países del Cono Sur de América como la vinchuca, que anida en grietas y recovecos de construcciones de adobe, cañas, paja y troncos, materiales de las humildes viviendas rurales.
Este mal lleva el nombre de su descubridor, el brasileño Carlos Chagas y en 1911 se comprobó su presencia en Argentina, que contó con uno de los principales investigadores en la materia, el médico Salvador Mazza, quien a lo largo de dos décadas, desde 1926, abordó la enfermedad en sus aspectos patológicos, clínicos, epidemiológicos y sociales.
Cuando pica para alimentarse, la vinchuca defeca y deposita el parásito sobre la piel de una persona o animal causando hinchazón y prurito, que al rascarse hace que ingrese el parásito a su torrente sanguíneo.
Esta vía de transmisión vectorial, que se controla mediante la fumigación y la vigilancia constante sobre la aparición del insecto, es la más preponderante. Se da en más de 90 por ciento de los casos.
La enfermedad también puede ser congénita y transmitirse de la madre infectada al hijo durante el embarazo, o mediante transfusiones y donaciones de órganos. Pero todas estas vías son susceptibles de control y cura.
Según Sosa-Estani, la reproducción del insecto depende mucho del ambiente y la temperatura es un factor clave. "Por eso no hay en Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina, o en Alaska", ejemplificó.
La vinchuca requiere de alimento, pero también de un microclima favorable. En general este ambiente se registra en áreas rurales de las provincias del norte argentino, donde hay paredes sin revoque, techos de paja y gallineros cercanos a la vivienda.
El insecto tiene hábitos estables según Sosa-Estani, pero "no se puede descartar un impacto que provoque alguna modificación a largo plazo", como ocurriría si las temperaturas máximas se prolongan en el tiempo y se favorece su ciclo de reproducción.
"Los investigadores están siempre siguiendo la situación. No se puede descartar ese eventual impacto del cambio climático en la dinámica del vector, pero no existe en este momento una amenaza evidente en ese sentido", remarcó el funcionario.
Recordó que para tener el mal bajo control hay que fumigar, alisar las paredes, evitarlos techos de paja y no instalar el gallinero o el corral cerca del dormitorio. También se deben eliminar escondrijos que pueden ser cajas con ropa o calzados.
"Si el lugar está ordenado y tiene buenos techos y paredes, enseguida se lo ve al animal y se lo puede fumigar", explicó. "El objetivo de eliminar la transmisión nos llevará al menos seis años de trabajo sostenido con acciones de control vectorial que se instalen y se mantengan en el tiempo", advirtió.
Eso depende no sólo del gobierno nacional sino de las provincias que son autónomas y están a cargo de la fumigación y control de los vectores.
La enfermedad, que sumaba 300 casos nuevos al año en la década del 60, llegó a apenas a seis casos en 2001, pero por la severa crisis socioeconómica de ese año se frenó el control y el número de infectados nuevos comenzó a subir otra vez.
Consultado por IPS, el biólogo e investigador en enfermedades transmitidas por vectores Ricardo Gurtler, consideró "muy difícil predecir el real impacto del cambio climático sobre la vinchuca y la transmisión del Chagas en términos generales".
"Si hay viviendas bien construidas, con cerramientos que impidan la invasión de insectos, o si se realizan acciones de control cuando la vinchuca intenta colonizar la vivienda, el impacto del cambio climático estará mitigado", recomendó.
Gurtler, quien es profesor de la estatal Universidad de Buenos Aires y desde hace unos 30 años trabaja en la lucha contra la enfermedad de Chagas, indicó que el caso de una vinchuca que apareció en la provincia de Chubut, en la sureña región patagónica, no debe malinterpretarse.
"Está relacionada con la inmigración interna de personas desde zonas donde hay vinchucas a lugares donde no la hay. Se transporta con el equipaje, muebles o productos pero ahí el cambio climático no juega ningún papel", aclaró.
Para este investigador, hay zonas de Argentina que "siguen necesitando un fuerte y sostenido trabajo a nivel nacional y provincial" y alertó sobre las dificultades en la implementación a nivel local de políticas que se adoptan a nivel nacional.
"Implementar las políticas y que sean sostenidas firmemente hasta lograr los objetivos, esa es quizás la principal debilidad histórica de Argentina en cuanto al control del mal de Chagas y otros problemas de salud pública", concluyó.