La nueva estrategia del movimiento islamista Talibán en Pakistán es entrenar a mujeres para realizar atentados suicidas.
El 25 de diciembre pasado, una joven con no más de 18 años se inmoló asesinando a por lo menos 47 personas e hiriendo a otras 105 en un centro de distribución del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en la región tribal de Khar, cerca de la frontera con Afganistán.
En enero de 2010, las fuerzas de seguridad pakistaníes habían detenido una adolescente de 12 años, Meena Gul, acusada de ser parte de un complot para perpetrar un atentado suicida. También corrió la noticia de que el movimiento islamista Talibán estaba reclutando mujeres.
Gul dijo a las autoridades haber sido entrenada bajo la supervisión de un comandante talibán, y que su hermana más joven había perpetrado ya un atentado en Afganistán.
El ejército pakistaní lanzó una ofensiva contra los combatientes islámicos en la región a fines de 2008. El área fue declarada libre de islamistas seis meses después, y comenzó una operación de vigilancia en enero de 2010.
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A pesar de la sostenida campaña militar, la violencia persiste y el gobierno no ha podido limpiar completamente el área de militantes.
"No se entiende bien por qué el ejército y las fuerzas paramilitares son incapaces de controlar a los combatientes en las áreas tribales", dijo el analista de temas de defensa Hasan Askari Rizvi.
"O los combatientes islámicos tienen un fuerte apoyo del exterior, por ejemplo de Afganistán, o tienen simpatizantes en la administración civil pakistaní y entre los militares", señaló.
El presidente estadounidense Barack Obama afirmó que el atentado de diciembre se trataba de "una afrenta al pueblo de Pakistán y a toda la humanidad", mientras que el PMA cerró temporalmente sus cuatro centros de distribución.
La atacante suicida usaba una burqa (velo de la cabeza a los pies).
El Talibán se adjudicó de inmediato el atentado. El portavoz del grupo, Azam Tariq, dijo a la cadena de noticias estadounidense CNN que se trataba de una represalia por las operaciones de las fuerzas de seguridad pakistaníes. "Las fuerzas anti-Talibán son nuestro objetivo", afirmó. "Las agencias de Pakistán tendrán problemas para controlar a las atacantes suicidas porque no cuentan con suficientes sistemas electrónicos de seguridad ni con suficientes agentes mujeres", dijo Askari.
El hecho de que haya terroristas mujeres indica que los combatientes islámicos están un paso más adelante que las agencias de seguridad, sostuvo.
Para Shuja Nawaz, director de Centro para Asia Meridional del Atlantic Council, con sede en Washington, las atacantes suicidas no son una sorpresa. Recordó que los separatistas Tigres para la Liberación de la Patria Tamil ya apelaban a terroristas mujeres en el conflicto étnico de Sri Lanka.
"Era de esperarse", coincidió el periodista Rahimullah Yusufzai. Los Talibán "no siguen las reglas de la guerra ni la tradición pashtún. Han atacado lugares de adoración, funerales y a ancianos, mujeres, niños y niñas".
Pero las fuerzas de seguridad también generan odio entre la población.
"Los asesinatos extrajudiciales y las desapariciones forzadas aumentan, y familias enteras de supuestos combatientes son castigadas y torturadas", añadió Yusufzai, alertando que esto podría incrementar el deseo de venganza y "radicalizar" a las mujeres.
El contraterrorismo se ha convertido en un problema interno sumamente difícil, señaló Askari. "Si Pakistán puede controlarlo en los próximos cinco años, será un logro".
Según Askari, la ortodoxia religiosa es la piedra fundamental de la militancia islamista, pero la mayoría de las personas, incluyendo a los políticos, "son incapaces de ver este vínculo y no trabajan para desalentar el extremismo religioso".