Este año probablemente haya sido el más caliente de la historia: altas temperaturas oceánicas arrasaron los corales tropicales, el calor y la sequía se apoderaron de Rusia y las inundaciones devastaron Pakistán. Delegados internacionales buscan soluciones desde este lunes en Cancún.
Pero pese a las evidencias científicas cada vez más contundentes en cuanto a la urgencia y los riesgos del cambio climático y al hecho de que cada vez más se promueve la toma de medidas, es improbable que los representantes de casi 200 países reunidos hasta el 10 de diciembre en esta ciudad turística mexicana lleguen a un nuevo acuerdo vinculante.
La cita que los convoca es la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16).
Como mucho, cuestiones como la forestación, el financiamiento climático y los compromisos en materia de mitigación serán más desarrollados con la escasa esperanza de que la próxima conferencia, que se celebrará en 2011 en Sudáfrica, pueda producir alguna clase de tratado.
«Las emisiones de carbono continúan aumentando pese a la recesión económica, y yo nunca he visto expectativas tan bajas en relación a una Conferencia de las Partes», dijo Richard Somerville, eminente científico climático de la Scripps Institution of Oceanography, con sede en el occidental estado estadounidense de California.
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«La ciencia es bastante convincente en cuanto a la necesidad de una acción urgente. No tenemos otros cinco años para llegar a un acuerdo», dijo Somerville a IPS/TerraViva.
En 2009, Somerville y otros elaboraron una actualización sobre los últimos hallazgos de la ciencia climática: «The Copenhagen Diagnosis» (El diagnóstico de Copenhague).
Ese informe concluyó que las emisiones mundiales de carbono tenían que llegar a un tope y empezar a reducirse antes de 2020, para tener esperanzas de impedir que el recalentamiento planetario superara los dos grados.
Sin embargo, los negociadores presentes en Cancún no estarán mayoritariamente actuando en nombre de la ciencia sino de sus intereses nacionales mandatados por sus dirigencias políticas, que en términos generales no comprenden el cambio climático, dijo Somerville.
«Los países industrializados piensan que pueden adaptarse a temperaturas más cálidas. No veo cómo podemos hacer para mantener el calentamiento por debajo de dos grados», expresó.
La Convención Marco se creó luego de la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992 en Río de Janeiro para abordar el cambio climático.
En ese entonces, prácticamente todos los países acordaron reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, particularmente dióxido de carbono. En Kyoto, Japón, los países industrializados prometieron en 1997 reducir cinco por ciento sus emisiones, tomando como base los registros de 1990.
Sin embargo, las emisiones mundiales de dióxido de carbono derivadas de los combustibles fósiles en 2008 fueron 40 por ciento más elevadas que las de 1990, principalmente porque países ricos como Estados Unidos no concretaron reducciones, mientras que las emisiones de algunas naciones emergentes, como China, aumentaron drásticamente.
En la COP 15, celebrada hace un año en Copenhague, los países industrializados acordaron mantener el aumento de las temperaturas globales por debajo de los dos grados.
Sin embargo, aunque cumplan con sus vagos compromisos de reducción de emisiones estipulados en el Acuerdo de Copenhague, la mayoría de los análisis indican que la humanidad se dirige hacia un calentamiento de 2,6 grados para el año 2100.
Esto es lo que la mayoría de los científicos consideran un cambio climático peligroso o catastrófico, e incluye la pérdida de arrecifes coralinos y otros importantes ecosistemas. Además, las latitudes norteñas se calentarán mucho más que el promedio mundial, tal vez entre siete y 14 grados en las regiones polares, lo que casi seguramente garantizará la liberación de vastas cantidades de metano del permafrost (hielo permanente) del Ártico.
Esto genera «gran preocupación», advirtió la semana pasada la Organización Meteorológica Mundial en un boletín.
El metano es un gas de efecto invernadero con 25 veces más potencial de calentamiento que el dióxido de carbono, y ahora presenta niveles atmosféricos 158 por ciento más elevados que en la era pre-industrial.
El Acuerdo de Copenhague tiene tantos vacíos que los países pueden argumentar que han mantenido sus promesas al tiempo de incrementar sus emisiones, dijo Sivan Kartha, científico climático del Instituto Ambiental de Estocolmo, un centro internacional independiente.
«Esto debería quedar expuesto por la vergüenza que representa, para que desaparezcan esas brechas y para que aumenten los compromisos nacionales de reducción» de emisiones contaminantes, declaró Kartha a IPS/TerraViva.
Se ha perdido el fuerte sentido de fin común que reinó en la Cumbre de la Tierra de 1992 para enfrentar los peligros del cambio climático, y las negociaciones se han reducido a lo que parece ser apenas otra negociación comercial, sostuvo.
«En Copenhague se desvaneció el proceso abierto, transparente y democrático que fue clave para las negociaciones previas. Puede ocurrir lo mismo en Cancún, donde pequeños grupos de países forjan acuerdos a puertas cerradas», dijo. Esos tratos casi siempre inclinan las negociaciones hacia un solo lado. Lo que funciona para China y Estados Unidos, por ejemplo, puede ser muy malo para los países más impactados por el cambio climático, señaló Kartha.
«La urgencia que enfrentamos no debería justificar un mal acuerdo para algunos», opinó.
La exclusión de los intereses de los países pequeños y de las organizaciones no gubernamentales en Copenhague alentó a la sociedad civil a reunirse en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, realizada en abril en Cochabamba, Bolivia. Allí firmaron el «Acuerdo de los Pueblos», donde exigieron el reconocimiento de una «Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra» y la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática y Ambiental.
Sin embargo, esas propuestas fueron excluidas de las negociaciones formales en Cancún, según La Vía Campesina, un movimiento internacional con millones de miembros.
«En los últimos momentos del debate, las propuestas del Acuerdo firmado en Cochabamba fueron hechas a un lado», dijo Alberto Gómez, de la coordinación internacional de esa entidad.
La organización moviliza a miles de activistas para que marchen sobre Cancún a fin de presionar a los gobiernos para que adopten las medidas estipuladas en el Acuerdo de Cochabamba.
Una manifestación masiva se realizará el 7 de diciembre en Cancún y en muchas otras ciudades del mundo. Se estima que ya hay 6.000 efectivos militares y policiales mexicanos fuertemente armados en guardia con motivo de la COP 16.
«No estamos de acuerdo con falsas soluciones como el mercado de carbono porque, lejos de reducir los gases de efecto invernadero, tarde o temprano creará un sistema especulativo que conduzca al mundo a otra crisis financiera global», dijo Gómez en un comunicado.
«La Vía Campesina se moviliza para denunciar la irresponsabilidad de la mayoría de los gobiernos que eligen apoyar el capital en vez de los intereses de sus naciones y de la humanidad toda», agregó.