Rodeado de jarros de vidrio y vasos de Bohemia llenos de una burbujeante sustancia verde, el investigador egipcio Mohammad Ashour se dedica a reproducir las microalgas que serán la base de la cadena alimentaria de un criadero marino.
Como parte de su rutina diaria, Ashour revisa las válvulas de las tuberías que conectan cada recipiente, asegurándose de que sus contenidos se oxigenen adecuadamente.
Se trata de una tarea tediosa pero importante. Los organismos microscópicos que se reproducen dentro de esos vasos serán consumidos por el diminuto zooplancton, que a su vez será devorado por hambrientas larvas de corvinas.
Los peces que sobreviven a la etapa larvaria y maduran hasta convertirse en alevines son criados en estanques y luego enviados a establecimientos acuícolas de todo Egipto.
Allí los engordan durante un par de años hasta que adquieren un tamaño que los vuelve aptos para ser comerciados. Después los venden a mercados y restaurantes.
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El año pasado, las granjas acuícolas egipcias produjeron unas 6.000 toneladas de peces. El gobierno espera duplicar esta cantidad en el plazo de tres años, y presiona a los seis criaderos marinos del país para que expandan su producción de alevines.
Eso significa volverse mucho más ecológicos.
"La escala de cualquier operación de maricultura dependerá de la capacidad de producir suficientes suministros de microalgas", dijo Ashour.
Aunque suele creerse que los criaderos marinos son instalaciones donde se reproducen y crían peces jóvenes, hasta 70 por ciento del área se destina a la producción de alimentos —microalgas, fitoplancton y zooplancton— para las voraces larvitas, cuyo peso aumenta alrededor de 10 por ciento cada día.
"Es posible cultivar microalgas en estanques exteriores, pero el problema es que cada cultivo será diferente a causa de los cambios de temperatura, humedad y salinidad del agua", explicó Ashour.
"Es mucho mejor producirlas en un laboratorio donde se puede controlar las condiciones. Pero entonces hay limitaciones de espacio", agregó.
En el Instituto Nacional de Oceanografía y Pesca de Alejandría, donde trabaja Ashour, el personal va pasando los cultivos de microalgas de tubos de ensayo a recipientes cada vez más grandes, hasta llegar a tinas gigantes.
La sustancia verde se agrega al agua salina de los tanques de larvas del criadero. Allí, pequeños ejemplares de corvinas, pargos y otros empiezan a alimentarse apenas se agotan sus sacos vitelinos.
Cada año se incuban más de dos millones de huevos fertilizados en los cuatro tanques del criadero, señaló Mohammad Abdel Razek Eissa, director de acuicultura del Instituto.
"Las larvas son muy delicadas. Su supervivencia durante los primeros 100 días es de 40 por ciento como máximo, pero el promedio es de alrededor de 25 por ciento", afirmó.
Ese porcentaje, sin embargo, es más elevado que el de las que crecen en su hábitat natural, "donde se ponen más huevos pero las larvas no tienen ninguna protección contra los depredadores", dijo.
Egipto inició su programa de criaderos marinos a mediados de los años 90, para aliviar la presión sobre las menguantes poblaciones de peces silvestres.
Aunque actualmente los criaderos producen alrededor de tres millones de alevines al año, más de 80 millones se recolectan de estuarios y lagunas del mar Mediterráneo para crear proyectos acuícolas marinos.
"Para especies de agua dulce, como la tilapia, nuestros criaderos producen suficientes alevines para todos los proyectos, pero todavía tenemos problemas con los de mar", explicó Mohammad Fathi Osman, presidente de la Autoridad General para el Desarrollo de Recursos Pesqueros.
La mayor parte de estas capturas se realizan en el mar, "y en el caso del salmonete, pescamos 100 por ciento" en esas aguas, agregó.
La demanda de alevines marinos ha situado a la acuicultura en directa competencia con los pescadores tradicionales, que culpan al explosivo crecimiento de las operaciones de cría de peces por el declive de sus capturas. Así lo advirtió el pescador Eid Mostafa, de Alejandría.
En un esfuerzo por proteger a las pesquerías silvestres, la Autoridad dio plazo a los operadores marícolas hasta 2013 para que se dediquen a establecer criaderos.
"En menos de tres años entrará en vigor una prohibición de recolectar alevines del mar", dijo Eissa.
"Luego, los proyectos de acuicultura marina solamente podrán usar alevines de criadero", añadió.
Una reciente expansión del criadero del Instituto Nacional de Oceanografía y Pesca quintuplicó su capacidad, llegando a 500.000 peces inmaduros al año.
Los otros dos criaderos del gobierno pueden producir hasta 1,7 millones de ellos, mientras que tres privados tienen una capacidad anual combinada de un millón de pececitos.
Cieníficos del Instituto también vienen experimentando con condiciones ambientales artificiales, para controlar el ciclo reproductivo de la corvina. El objetivo es inducir a los peces a reproducirse fuera de temporada, permitiendo a los criaderos recolectar huevos fertilizados todo el año.
Los resultados iniciales son alentadores. En agosto, cuando la temperatura ambiente en Alejandría rondaba los 35 grados, el equipo de Eissa enfrió el agua de cuatro estaques interiores a 15 grados y atenuó las luces.
De este modo se buscó simular las condiciones naturales de reproducción invernal en la costa norte de Egipto.
"Les hicimos creer (a los peces) que era tiempo de reproducirse", dijo Eissa, agregando que el experimento dio como resultado unos 110.000 huevos viables.
Ahora que llegó la factura de la electricidad, Eissa ha llegado a la conclusión de que la reproducción estival inducida, aunque viable, es demasiado costosa para resultar práctica. Sin embargo, la técnica podría usarse para escalonar la reproducción en tres temporadas, aumentando la productividad comercial.
Fathi admitió que el gobierno esperó demasiado para desarrollar sus criaderos marinos.
Los esfuerzos por crear una industria marícola sustentable, al tiempo de conservar las poblaciones de peces silvestres, requerirán dejar de construir nuevos estanques para expandir los criaderos, señaló.