Cuatro hombres que drogaron y violaron a una adolescente pakistaní y luego trataron de extorsionar a la familia terminaron colocando en Internet un vídeo del horror cuando ésta decidió denunciar el hecho a la policía, una actitud poco común en este país.
Pero lo que concentra la atención de activistas de derechos humanos no es la atrocidad de lo ocurrido sino que la familia de la víctima lo haya denunciado.
"Preferimos que nos agredan y nos hostiguen a ser deshonradas socialmente", señaló Fariha Akhtar, víctima de acoso que se volvió activista.
Las mujeres se volvieron un blanco fácil de delitos en los que interviene el uso de tecnología en las sociedades patriarcales de Asia meridional.
Pakistán mejoró en los últimos años su conectividad con el resto del mundo, lo que abrió oportunidades de negocios y avivó el intercambio social entre familiares y amigos.
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Pero también aparecieron nuevas modalidades delictivas, en especial contra las mujeres, víctimas de pornografía mediante el uso de fotografías trucadas colocadas en Internet o enviadas por teléfonos celulares, indicó la fiscal especial Nighat Dad.
"La tecnología es considerada un asunto más bien masculino, lo que les abre más oportunidades de jugar con ella, pero también impide que las mujeres aprendan a usarla y protegerse", explicó Akhtar.
Hubo 412 casos de delitos mediante algún medio tecnológico entre 2007 y 2009, según el Instituto de Estudios Políticos, con sede en Islamabad. Pero ninguno fue considerado contra las mujeres.
"La violencia contra las mujeres e incluso la pornografía no figuran en la lista de delitos cibernéticos en Pakistán", según el grupo de estudio, aunque no hayan sido tan graves como los de la adolescente violada, episodio que saltó a la luz pública en octubre.
Hace tres años, Zara creía tenerlo todo. Entonces, una profesional de 27 años, comprometida y que acababa de ser promovida en la empresa de telecomunicaciones en la que trabajaba.
Pero cuando un compañero de trabajo colocó en el sitio de Internet de la compañía fotografías en las que ella aparecía desnuda, "su vida se desmoronó", recordó su hermana.
Finalmente se encontró al culpable, quien confesó haber trucado fotografías de Zara para darle una lección por "no compartir información" con él.
"Su jefe le rogó que no renunciara", señaló la hermana. "Pero no pudo seguir en la empresa sabiendo que sus compañeros habían visto esas fotografías. El rumor se propagó y su novio rompió el compromiso", añadió.
Los países en desarrollo como Pakistán son más vulnerables a delitos cibernéticos que otros debido "a la falta de estructuras legales", según Shahzad Ahmad de Bytes For All (B4All).
No hay forma de procesar a los responsables de delitos cibernéticos, aun cuando se los identifica, se lamentó Akhtar. "Al menos por el aspecto tecnológico del hecho", apuntó.
Además, la justicia es incapaz de apreciar las "complejidades de las infracciones", remarcó Ahmad.
Al menos las autoridades comenzaron a atender el acoso a través de teléfonos móviles, indicó Akhtar, quien contó que descubrió cómo era pirateado el sitio de Internet de la agencia estatal a la que derivó a una joven a la que continuamente le creaban perfiles falsos en la red social Facebook.
"Me quedé pensando si realmente serían de utilidad", añadió, refiriéndose al Centro Nacional de Respuesta contra Delitos Cibernéticos.
La persona que usa la tecnología para acosar a sus víctimas suele conocerlas y haber tenido algún altercado con ellas, explicó Akhtar. En la mayoría de los casos el responsable suele ser hombre, añadió.
Akhtar recordó un solo caso de mujeres acosadoras. "Eran jóvenes pudientes de Karachi", indicó.
Akhtar escribe "artículos sobre seguridad en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en blogs, en la red social Tweeter y en revistas específicas".
Además participa en la campaña "Dominemos la tecnología", lanzada en 2009, para ayudar a las víctimas de delitos cibernéticos enseñándoles a usar las TIC.
Activistas y autoridades de Pakistán tienen una ardua tarea por delante.
Los teléfonos móviles llegaron a las aldeas más alejadas, donde hay 100 millones de clientes, según la Autoridad de Telecomunicaciones. Además, hay 18 millones de usuarios de Internet en este país de 175 millones de habitantes.