Entrenados en la crisis institucional de 2009 en Honduras, los presidentes de la Unasur se reunieron lo más rápido que pudieron para condenar enérgicamente el intento golpista en Ecuador y advertir que no tolerarán este tipo de atropellos a la democracia en América Latina.
"La rápida reacción de la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), que fue mucho más tajante y contundente que en el caso de Honduras, fue decisiva para que esta conspiración no derive en un golpe de Estado, que era el objetivo final de la sublevación", aseguró a IPS el politólogo argentino Atilio Borón.
El experto, profesor de Teoría Política en la estatal Universidad de Buenos Aires, advirtió que "el golpismo está latente en América Latina y si no se manifiesta es porque no hay una correlación de fuerzas que le permita salir a la superficie".
Los reflejos de la Unasur junto a la reacción del pueblo ecuatoriano en defensa de la democracia "desalentaron" a los golpistas y "les quitaron oxígeno" para avanzar en la rebelión, añadió.
Para Borón, no fue sólo la sublevación policial por reclamos salariales lo que movilizó la crisis. Y ello se manifiesta en que también hubo sectores de la fuerza aérea que tomaron aeropuertos para suspender vuelos y civiles que se sumaron a los amotinados.
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En una reunión extraordinaria que culminó este viernes de madrugada en Buenos Aires, la presidenta anfitriona, Cristina Fernández, y sus pares Evo Morales, de Bolivia, Juan Manuel Santos, de Colombia, Sebastián Piñera, de Chile, Alan García, de Perú, José Mujica, de Uruguay, y Hugo Chávez, de Venezuela, más delegados de Brasil y de Paraguay, reaccionaron de inmediato contra el motín policial que puso en jaque al gobierno ecuatoriano.
En una breve declaración expresaron su "fuerte compromiso" con la preservación de la democracia, condenaron "enérgicamente" lo que calificaron de "intento de golpe de Estado y posterior secuestro del presidente Rafael Correa" y exhortaron a "juzgar y condenar" a los responsables de la asonada.
Asimismo, advirtieron que "no tolerarán bajo ningún concepto cualquier nuevo desafío a la autoridad institucional ni intento de golpe al poder civil legítimamente elegido", y anticiparon que en caso de nuevos quiebres del orden constitucional adoptarán "medidas concretas e inmediatas" para neutralizarlos.
En respuesta a la revuelta, la Unasur previno en su declaración final que, si vuelve a precipitarse una crisis como la desatada el jueves en Ecuador, adoptarán "medidas concretas e inmediatas, tales como el cierre de fronteras, la suspensión del comercio, del tráfico aéreo y de la provisión de energía, servicios y otros suministros".
El bloque, del cual Correa es precisamente su presidente temporal, también resolvió enviar a Quito a los cancilleres de la región este mismo viernes para respaldar en persona al gobierno legítimo de ese país, acción que se verifica al cabo del día.
Si bien en el texto no hubo menciones a Honduras, el fantasma del golpe cívico-militar que derrocó el 28 de junio de 2009 al presidente de ese país, Manuel Zelaya, estuvo muy presente en la reunión, al igual que durante las horas dramáticas que mantuvieron en vilo a Ecuador.
Poco antes de la cumbre, el canciller de Argentina, Héctor Timerman, afirmó que los países de la Unasur no dejarían pasar esta crisis y anticipó el espíritu que tendría la cita de Buenos Aires. "Vamos a establecer que el límite es Honduras", subrayó.
La crisis de Honduras, hoy gobernada por el derechista Porfirio Lobo tras ganar las elecciones en noviembre realizadas en dictadura, estuvo también en las menciones de los mandatarios de Bolivia y de Venezuela.
"El caso de Honduras ha sido un mensaje para América Latina", declaró Morales al finalizar la cumbre, en tanto Chávez llamó la atención sobre la falta de condena a los golpistas. "La impunidad es un cáncer que amenaza las democracias", alertó.
También Correa recordó aquel antecedente. "No permitiré que aquí ocurra lo que ocurrió en Honduras", advirtió minutos después de ser rescatado por un comando militar especial del Hospital Policial de Quito, donde estuvo cercado durante casi todo el jueves por policías que reclamaban por supuesto recortes de beneficios.
Afirmó, además, que "no habrá perdón ni olvido" para los amotinados.
En la crisis de Honduras, Correa y la presidenta Fernández fueron de los que más insistieron en que era un peligroso antecedente para la región. Esos dos gobiernos, junto al de Brasil, están entre los que se niegan aún a reconocer a Lobo. La Unasur como tal no lo ha hecho y en América del Sur sólo han reanudado relaciones con el país centroamericano Colombia, Perú y Chile.
Como análisis del golpe en Honduras, el politólogo argentino Juan Gabriel Tokatlian, en una columna titulada "Neogolpismo" advirtió entonces que ese caso era "trascendental". "El futuro de la democracia de América Latina está en juego", puntualizó.
Tokatlian advertía que, si Zelaya no era restituido en la Presidencia de Honduras, "la tentación del neogolpismo regional crecería", pues quienes lo impulsan habrán aprendido que pueden deponer a un mandatario, simular una crisis que los forzó a removerlo y "esperar a que las políticas de la comunidad internacional en rechazo resulten improductivas".
No obstante, a mediados de esta misma semana el canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, había invitado a sus pares latinoamericanos a reunirse para considerar la vuelta de Honduras a la Organización de los Estados Americanos, de donde fue suspendido tras el derrocamiento de Zelaya.
La idea era volver a analizar el caso. Pero Patiño advirtió entonces que para aceptar su retorno se debía exigir el castigo a los responsables del golpe.
"La impunidad en la afectación de la democracia es lo peor que podemos dejar para el futuro en América latina. Los golpes de Estado son suficientes enseñanzas para que no vuelvan a repetirse", sostuvo Patiño horas antes de la rebelión que casi se lleva por delante al gobierno que integra.