Roza Isakovna Otunbáyeva, la primera presidenta de Kirguistán, logró instalar una democracia parlamentaria en este país mayoritariamente musulmán, pese al clima de inestabilidad que persiste por el enfrentamiento entre kirguisos y uzbekos.
Otunbáyeva asumió la responsabilidad de instaurar una democracia parlamentaria en esta república que perteneció a la hoy disuelta Unión Soviética.
Pero antes de organizar las elecciones legislativas del domingo tuvo que estabilizar Osh, tras el conflicto que afectó a esa meridional ciudad kirguisa, y así allanar el camino para la elección de un nuevo presidente.
"La designación de una presidenta muestra un cambio en nuestra forma de pensar y la disposición de la nación para tener una verdadera democracia", dijo a IPS la poetiza y periodista Olzhobay Shakir.
Otunbáyeva fue elegida el 7 de abril para encabezar el gobierno, con apoyo de Rusia, tras los disturbios y la destitución del presidente Kurmanbek Bakiyev.
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"Fue una candidata de consenso, la única con una imagen limpia", dijo a IPS el politólogo Alexander Knyazev.
"Todos los hombres eran vistos como corruptos y autoritarios. Tuvieron que elegir a la única mujer que había entre ellos", coincidió Turat Akimov.
Otunbáyeva fue una de las figuras clave de la llamada Revolución de los Tulipanes, de 2005, cuando fue derrocado el entonces presidente Askar Akayev.
Ella cuenta que aprendió mucho sobre el manejo de situaciones conflictivas cuando integró una misión de paz de la Organización de las Naciones Unidas en Georgia, entre 2002 y 2004, tras el conflicto con la región autónoma de Abjasia.
"Organizamos reuniones de mujeres de ambas comunidades que habían perdido a sus hijos en el conflicto. Fueron negociaciones difíciles. Pero en nombre de la paz y por la vida accedieron a sentarse juntas y conversar", relató Otunbáyeva.
"También arreglamos encuentros entre ex soldados que se habían enfrentado entre sí. La gente se hizo de valor para seguir adelante y mantener un diálogo. Vi el conflicto de cerca", señaló al periódico local Lemon.
Cinco años después, siendo presidenta le tocó lidiar con un conflicto en su ciudad natal. Entre mayo y junio, Osh y Jalal-Abad fueron sacudidas por el enfrentamiento entre uzbekos y kuirguisos.
Otunbáyeva tuvo que decretar el estado de emergencia el 12 de junio para tratar de calmar la situación. Murieron más de 2.000 personas y unas 400.000 quedaron sin hogar.
Pidió ayuda a Rusia, pero no obtuvo nada aun después de llamar unas cinco veces a destacadas figuras del Kremlin. Moscú sólo mandó unos pocos efectivos para preservar sus instalaciones militares.
Finalmente logró estabilizar la situación y organizó un referendo nacional el 27 del mismo mes. La concurrencia a las urnas fue importante dado el clima de tensión, 65 por ciento de los habilitados. La ciudadanía apoyó casi por unanimidad la nueva Constitución, que autorizó la instalación de un régimen parlamentario, y confirmó el su cargo interino.
Otunbáyeva no puede volver a ser candidata. Su mandato termina el 31 de diciembre de 2011.
"Lo correcto sería que creara las condiciones para que haya elecciones pacíficas", dijo a IPS el politólogo Bermet Bukasheva.
"Un político no debiera usar sus facultades administrativas para mantenerse en el cargo. Debe supervisar la transición a la democracia en tanto que figura neutral", añadió.
Antes, la presidenta tendrá que lograr que las dos comunidades vivan en paz, lo que por ahora es muy difícil. También tendrá que resolver el problema de vivienda de las personas desplazadas antes del invierno boreal.
En su discurso del 4 de julio prometió "cooperar de forma constructiva con todas las fuerzas políticas, apoyar el pluralismo, la libertad de expresión y los derechos humanos", compromiso que reiteró varias veces.
Pero no le será fácil cumplir su promesa en un país donde miles de familias perdieron su vivienda y sus seres queridos.
No fue mucho lo que pudo hacer antes de las elecciones parlamentarias del domingo.
Pero Otunbáyeva es una diplomática consumada. Demostró sus habilidades al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores, fue embajadora en Estados Unidos y en Gran Bretaña y presidió la ex comisión soviética ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.