Las relaciones entre China y los países de Europa oriental se diluyeron tras la caída del bloque comunista, pero parecen recomponerse ante la crisis económica y financiera mundial y las necesidades de expansión del gigante asiático.
Cuando el nuevo embajador de China en Bulgaria asumió su cargo a mediados de septiembre recordó un hecho olvidado, quizá adrede, por los gobiernos que siguieron al fin del régimen comunista en el país europeo. Bulgaria fue el segundo estado, después de la hoy disuelta Unión Soviética, en reconocer a la República Popular de China en 1949.
"China es como un tren bala y hay que alcanzarlo", dijo Guo Yezhou al periódico Trud, uno de los principales de Bulgaria. El principal objetivo de su misión de cuatro años será acompasar el diálogo político entre ambos países con la cooperación económica. Beijing considera a la región como su nueva frontera hasta la que ampliar las exportaciones, pero también como un punto estratégico de entrada al mercado europeo. Los países que estuvieron bajo la égida soviética dejaron de lado los vínculos que los unían con China, pero ahora se dan cuenta que pueden serles de gran utilidad. Tras años de mirar a sus vecinos occidentales en busca de inversiones y oportunidades de negocios, los países de Europa oriental se vuelven hacia China. El gigante asiático salió de la crisis financiera internacional casi ilesa, con una reserva de 2.500 billones de dólares. La deteriorada infraestructura, la justicia ineficiente y la corrupción galopante que padece Bulgaria espantaron a grandes inversionistas occidentales. Pero su relativa estabilidad fiscal y los impuestos corporativos de 10 por ciento, los más bajos de la Unión Europea (UE), atraen a empresarios chinos. Tras el fin del régimen comunista, empresas chinas participaron en todos los sectores de la economía.
Bulgaria tiene potencial para convertirse en la puerta de entrada de tecnología e inversiones chinas a la Unión Europea, señaló Stoyan Stalev, director de la Agencia de Inversiones Búlgara.
"China busca un país que pueda oficiar de puente con los estados de la UE", declaró el ministro de Comercio de China, Chen Deming, en entrevista su par búlgaro Traicho Traikov, quien visitó en julio la exposición de Shanghái. La experiencia de Bulgaria se repite en otros países de Europa central y oriental. En Rumania, empresas chinas negocian la construcción de generadores de energía eólica. En Polonia, el gigante asiático tenía 97 millones de dólares en inversiones acumuladas hasta 2007, pero este año se prevé que lleguen a los 693 millones de dólares. Hungría despliega la alfombra roja para las compañías chinas y el gobierno destina fondos para enseñar húngaro a los chinos. La rápida infiltración de empresas chinas molestó a las alemanas, que consideraban a la región como su territorio. También criticaron las turbias prácticas de las compañías chinas para afianzarse en Europa oriental.
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China parece tener intereses geopolíticos, y no económicos, cuando pelea por contratos en Europa oriental, alertó a mediados de octubre el Comité de Relaciones Económicas de Europa Oriental, de Alemania. Algunas de las quejas se refieren a Polonia y Serbia, donde las compañías chinas ofrecieron contratos inferiores a las otras ofertas. Parece haber una "correlación directa" entre las evaluaciones de riesgos hechas por bancos chinos de posibles proyectos extranjeros e "intereses estratégicos de los políticos de Beijing", según el informe A medida que las inversiones chinas en Europa central y oriental comiencen a dar sus frutos, es posible que Beijing mueva sus relaciones comerciales para reforzar los vínculos políticos con los gobiernos nacionales, señaló Peter Doran, analista del Centro de Análisis de Políticas Europeas. "Pero dado el ambiente económico imperante en Europa central tras la crisis mundial, las secuelas persistentes de la recesión pueden magnificar inadvertidamente la importancia de los intereses chinos", señaló Doran en un informe dedicado al asunto. Las percepciones sobre el avance de China en Europa oriental se ven empañadas por ideas que datan de la Guerra Fría, según analistas chinos.
"Occidente siempre consideró que esa parte de Europa era su trofeo por ganar la Guerra Fría", señaló Zhang Zuqian, investigador de la Asociación China de Estudios Europeos. "Pero la guerra terminó y ya no es su dominio exclusivo. Las empresas europeas que no son competitivas suelen protestar y difundir la teoría del peligro chino", añadió.