Con la muerte del ex mandatario argentino Néstor Kirchner (2003-2007), se acabó el binomio político que conformaba con su esposa, la presidenta Cristina Fernández. Y ahora todas las miradas están sobre ella.
Tras llegar a la Presidencia con un magro 22 por ciento de votos, por el abandono de su contrincante en segunda vuelta, Kirchner levantó una agenda que encarnó algunos reclamos muy sentidos de una población empobrecida por años de recesión y el colapso de 2001, y de sectores que combatían la impunidad de los crímenes de la dictadura y la corrupción de los cuerpos armados y del Poder Judicial.
Su política económica, apoyada en el espectacular crecimiento de la demanda internacional de productos básicos, permitió poner fin a un largo ciclo recesivo y al cese de pagos más grave y prolongado de la historia de este país. Canjeó buena parte de la deuda soberana y canceló los préstamos con el Fondo Monetario Internacional.
Esa gestión permitió reducir rápidamente el alcance de la pobreza y del desempleo.
La renovación de la Corte Suprema de Justicia mediante un mecanismo transparente puso fin a un desprestigio que ensombrecía a todo el Poder Judicial. Además, su gobierno promovió la adopción de tratados internacionales de derechos humanos y la anulación de leyes e indultos que impedían juzgar crímenes cometidos por el régimen militar (1976-1983).
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También renovó cuadros militares y policiales. Pero su gestión se vio empañada por algunos desbordes, como el exceso de decretos de necesidad y urgencia en desmedro del proceso legislativo en el parlamento, y varios escándalos de corrupción protagonizados por sus funcionarios, entre otros.
Con todo, Kirchner construyó un liderazgo que le permitió designar a su esposa y mano derecha, la entonces senadora Fernández, candidata presidencial victoriosa en los comicios de 2007.
Investida Fernández, Kirchner estuvo lejos de ser sólo el esposo de la presidenta. Además de su escaño de diputado, era el jefe de las huestes oficialistas y consiguió inclusive ser nombrado secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
A tal punto llegó el peso del ex presidente en la nueva administración, que el reto de la mandataria es demostrar que su muerte no cierra su ciclo ni pone en duda la estabilidad del gobierno.
El nuevo escenario podría debilitar a Fernández, que tiene por delante más de un año de mandato. Pero también podría fortalecerla, si logra construir una conducción personal renovada.
Con 60 años, Kirchner falleció este miércoles de un paro cardíaco, cuando estaba junto a la presidenta en la residencia que ambos poseen en El Calafate, en la austral provincia de Santa Cruz.
La que se abre "es una coyuntura crítica para medir el liderazgo de la presidenta", y lo que emerge "es una gran subestimación de ese liderazgo", dijo a IPS la politóloga Carla Carrizo, de la Universidad Católica Argentina.
Para Carrizo, la continuidad institucional no está en juego y Fernández tiene la oportunidad de construir un nuevo liderazgo, más amplio y menos sectario que el de Kirchner.
Sin embargo, las expresiones públicas de duelo ya permiten inferir "una lectura paternalista de los políticos y de las organizaciones sociales sobre lo que pueda ocurrir", cuestionó.
La politóloga se refería a declaraciones de dirigentes políticos apoyando que Fernández pueda continuar con su mandato y a otras que resaltan a Kirchner como una figura insustituible.
"Nuestro país lo necesitaba tanto a este hombre. Se fue alguien indispensable", dijo conmovida la activista de derechos humanos Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, una de las organizaciones cercanas al oficialismo.
La abogada Natalia Gherardi, directora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, recordó que Fernández "es una figura política por sí misma", si bien muchas decisiones de su gobierno eran compartidas con Kirchner porque "eran una dupla de poder".
"Ojalá no tenga que afrontar mayores retos, más allá del duelo personal", dijo. "Ella era una figura política reconocida incluso antes de que él la designara como candidata para sucederlo", destacó Gherardi.
Si bien fue "lamentable" que hubiera sido elegida "a dedo", lo que "le restó legitimidad", Fernández "tiene poder propio y se puede recuperar", opinó.
Sin embargo, es descartable que se vayan a producir cambios sustantivos en su gestión, dijo.
Otros observadores sí creen que se abren numerosos interrogantes sobre el rumbo que podría adoptar la mandataria.
Las opciones se resumen en seguir sustentando su gobierno en el apoyo de algunos sectores del Partido Justicialista, del sindicalismo y de organizaciones sociales, o en construir una conducción nacional, con una nueva y más amplia base de apoyo.
"La presidenta debe definir una fórmula de gobernabilidad, un estilo propio y, si quiere proyectarse más allá (de 2011), tendrá que construir un liderazgo emancipado de la coalición actual", aconsejó Carrizo.
Para eso necesita ganar nuevos apoyos en el Congreso legislativo, que presenta un escenario partidario fragmentado, pero a la vez muy polarizado entre gobierno y oposición.
No hay candidaturas definidas para los comicios de octubre de 2011, pero las encuestas efectuadas hasta ahora otorgaban los primeros lugares a la presidenta y a su difunto marido, con preferencias por encima del 30 por ciento, muy lejos de otros aspirantes.