Indígenas mexicanos ante un bicentenario ajeno

«No entiendo por qué celebrar (la independencia). En México no habrá libertad hasta que se elimine la represión en contra de los pueblos indígenas», dijo a IPS la indígena Sadhana (Luna, en lengua mazahua).

El gobierno de México lleva a cabo fastuosos festejos por los 200 años del inicio de la guerra independentista contra el imperio español, el 16 de septiembre de 1810. El acto principal, el miércoles 15, incluyó un desfile militar con soldados de varios países, juegos pirotécnicos y luces artificiales.

Pero los indígenas permanecen ajenos a las celebraciones.

Para sus organizaciones, al menos un tercio de los 108 millones de habitantes son originarios. Pero según el gubernamental Consejo Nacional de Población, México es mayoritariamente mestizo, mientras 14 millones pertenecen a alguno de los 62 pueblos nativos que conviven en las 32 entidades federativas del país.

"No hay un acta de nacimiento ni documento oficial que diga que somos indígenas. Los cálculos oficiales se basan en el censo que hace una sola pregunta: si hablas alguna lengua. Y ese es sólo un elemento que define lo indígena", señaló a IPS el dirigente Julio Atenco Vidal, de la Coordinadora Regional de Organizaciones Indígenas de la Sierra de Zongolica, en el sudoriental estado de Veracruz.
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"Además, hay muchos que dicen que no son indígenas, porque eso es motivo de atraso", explicó.

Registrada por sus padres con el nombre de Daleth Ignacio Esquivel, la mazahua Sadhana tiene 14 años y participa en un grupo de danzas de origen mexica, que promueve la recuperación del idioma originario entre los jóvenes de San Miguel, un poblado del municipio de Almoloya del Río, en el central estado de México.

En el último censo de población y vivienda, que se realizó en mayo y junio, se agregó la consulta sobre la identificación étnica personal.

Como sea, la proporción de población nativa es hoy mucho menor que en 1810, cuando se inició la guerra de independencia: ocho de cada 10 habitantes eran indígenas. Y en 1910, cuando comenzó la Revolución Mexicana, esa relación era de seis de cada 10.

Lo que no ha cambiado, dijo a IPS el purépecha Abundio Marcos, es la exclusión y la miseria.

"No estamos orgullosos de esos años (de país independiente) porque para nosotros han sido de exclusión", enfatizó el dirigente del colectivo Nación Purépecha.

"Estamos olvidados, a pesar de que seguimos teniendo la mayor parte de las riquezas naturales. La mitad está en territorios indígenas, y por eso el Estado mexicano, con esa idea de democracia en la que nosotros no existimos, no nos incluye", aseguró.

El gobierno reconoce que tres cuartas partes de los nativos son pobres, y que muchas poblaciones pequeñas sufren indigencia. La mortalidad infantil en esas comunidades llega a 60 por ciento, muy superior a la media nacional.

La desnutrición, que afecta a un tercio de la población del país, se concentra también en los niños y niñas indígenas.

"El problema se ha hecho más rural, más indígena y más de los municipios aislados, pequeños y marginales", según el estudio "Regionalización de la situación nutricional en México a través de un índice de riesgo nutricional", elaborado en 2004 por el gubernamental Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

El informe muestra que, desde 1967, cuando se hizo el primer mapa nutricional del país, las zonas críticas no han variado.

De todos los grupos sociales, las mujeres originarias tienen las peores condiciones de vida, según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Ellas presentan graves problemas de salud, por carencias alimentarias y una alta fecundidad.

Desde niñas son obligadas a ayudar a sus madres, se casan entre los 13 y los 16 años y su jornada de trabajo "normal" puede durar hasta 18 horas diarias.

El analfabetismo en la juventud indígena es cinco veces superior al de la mestiza. Un caso extremo se vive en San Juan Copala, en el sureño estado de Oaxaca, donde una comunidad triqui, que se declaró autónoma en 2007, vive sitiada desde enero por grupos armados ilegales que obstaculizan la llegada de víveres, educadores y medicinas, sin que intervenga ninguna autoridad.

El acoso, que ha causado al menos una decena de muertos desde 2007 y fue denunciado a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, llegó incluso a que una caravana humanitaria internacional fuera emboscada en abril de este año cuando intentaba llegar al poblado.

"Estamos celebrando la constitución de un tipo de estado estratificado y racista, que es el que se fue creando en México, muchas veces con las ideas liberales", explicó a IPS Rodolfo Stavenhagen, investigador del Colegio de México y ex relator especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas.

"Es un buen momento para reformar el concepto de nación. Hay que dar pasos en la construcción de una ciudadanía indígena y el reconocimiento de espacios indígenas que nunca aparecieron en el entramado institucional", dijo Stavenhagen.

En busca de cristalizar esa idea, unas 117 organizaciones de 15 estados buscan reimpulsar el movimiento indígena, estancado desde que el indígena Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas en enero de 1994 en el sureño estado de Chiapas, y promovió un proceso de autonomía que terminó bloqueado por el gobierno en 2001.

Ahora, las organizaciones impulsan un modelo de Estado plurinacional, pluricultural y que los incluya "sin mutilación ni regateos".

"No tenemos nada que celebrar", dice una declaración del Movimiento Nacional Indígena, que se reunió en la capital el 15 de este mes, mientras México conmemoraba 200 años de vida republicana.

El movimiento cuestionó "el irracional carácter festivo de la gran celebración nacional", en la que se gastaron más de 200 millones de dólares, "mientras que nuestros pueblos se debaten entre el hambre y la desesperación".

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