Las cifras presentadas este martes por la FAO, que por primera vez en 15 años muestran una reducción de la cantidad de personas hambrientas, deberían ser motivo de celebración. Sin embargo, son insuficientes según los compromisos asumidos.
No es que la reducción sea tan pequeña que resulte insignificante. Por el contrario, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) estima que este año hay 925 millones de desnutridos, 98 millones menos que en 2009.
Si el mundo continuara por ese camino, el primer Objetivo de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio, de reducir a la mitad la proporción de personas hambrientas para 2015 en relación a los valores de 1990, parecería posible.
Lamentablemente, la disminución se debe a mejoras de corto plazo en el clima económico mundial, en vez de obedecer a un avance duradero en el combate a los estómagos vacíos.
La recuperación y el abaratamiento de los precios de los alimentos aliviaron la situación tras los efectos de la crisis hipotecaria y del aumento en los precios de las materias primas, que en 2008 empujaron a muchos a las filas de los hambrientos.
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Pero los números del hambre siguen por encima de los niveles previos a la crisis, y persisten los problemas estructurales que hacen que casi 1.000 millones de personas no tengan suficientes alimentos para satisfacer sus necesidades energéticas.
"Todavía es una cifra enormemente alta. Los peores excesos de la crisis se han disipado un poco", pero no hay lo qué celebrar, dijo a IPS el director de Reducción del Hambre en el capítulo británico de Save the Children, Alex Rees.
"Debe haber un gran sentido de urgencia, dado que el número es tan alto. Todavía hay muchas emergencias en muchas partes del mundo", agregó.
Así que el primer Objetivo del Milenio todavía está muy lejos de lograrse, pese a que el total de alimentos es amplio y a que los pobres de todo el mundo en desarrollo siguen siendo vulnerables a los impactos de las fluctuaciones económicas y de la pérdida de cultivos.
Un reciente aumento en el precio de las materias primas alentó a Rusia a extender su prohibición a las exportaciones de trigo hasta 2011, lo que generó especulaciones en cuanto a que los precios puedan estar volviendo a los registros de la crisis de 2008.
La FAO y centros especializados como el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias sostienen que no es el caso, y señalan, entre otras cosas, buenas reservas de alimentos, aunque admiten que la situación es inestable.
"La crisis alimentaria no se fue: 925 millones de hambrientos todavía es un escándalo", dijo Jeremy Hobbs, director ejecutivo de Oxfam International.
Que haya menos personas con hambre es más bien una cuestión de suerte, agregó.
"En cualquier momento puede estallar otra crisis alimentaria mundial, a menos que los gobiernos aborden las causas subyacentes del hambre, que incluyen la volatilidad del precio de los alimentos, décadas de inversiones insuficientes en la agricultura, y el cambio climático", sostuvo Hobbs.
El problema persiste aunque la FAO y sus agencias hermanas en Roma —el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA)— dicen que las soluciones no son ningún misterio.
Según ellas, la experiencia de países como Nigeria, Armenia y Brasil muestran que el hambre puede reducirse invirtiendo en la agricultura a pequeña escala para ayudar a los pobres de zonas rurales a alimentarse a largo plazo, y brindando redes de seguridad para que los necesitados puedan sobrevivir a crisis de corto plazo.
El mundo posee los alimentos y el conocimiento, lo que ha llevado a algunos a concluir que lo que falta es voluntad.
"El hecho de que haya tantos hambrientos en el mundo es un desafío a la noción de progreso humano", dijo a IPS Tony P. Hall, director de la Alliance to End Hunger y ex embajador de Estados Unidos en las agencias alimentarias de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en Roma.
Frenar esta situación "es cuestión de voluntad económica, política y espiritual. Hasta ahora, no la hemos mostrado", agregó. Los activistas contra la pobreza esperan que una cumbre que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha convocado para la semana próxima en Nueva York para evaluar los Objetivos del Milenio dé nuevo impulso a la lucha contra el hambre.
Esos Objetivos, definidos en 2000 por la Asamblea General de la ONU, incluyen reducir a la mitad la proporción de personas que padecen pobreza y hambre (en relación a 1990), garantizar la educación primaria universal, promover la igualdad de género y reducir la mortalidad infantil y la materna.
Y también combatir el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), el paludismo y otras enfermedades, asegurar la sustentabilidad ambiental y fomentar una asociación mundial para el desarrollo, todo esto con 2015 como fecha límite.
Pero reuniones como la de la semana próxima hasta ahora no han logrado que los gobiernos cumplan sus compromisos en materia de asistencia e inversiones, y los políticos no son los únicos culpables. El público en general, tanto de naciones ricas como pobres, es cómplice, al reaccionar con indiferencia en vez de con indignación.
A comienzos de este año, por ejemplo, la FAO lanzó una petición en Internet, alentando a la población a manifestarse —"Eso me enfurece", dice— contra la injusticia del hambre y a presionar a sus gobiernos para que actúen al respecto.
Hasta este martes, recabó 765.129 firmas, nada mal para una campaña en la red de redes, pero apenas una fracción de los millones que irán de compras en un centro comercial, mirarán telenovelas o campeonatos de fútbol, o comerán en un restaurante en el día.
"Con un niño falleciendo cada seis segundos a causa de problemas relacionados con la desnutrición, el hambre es la mayor tragedia y escándalo del mundo. Esto es absolutamente inaceptable", dijo este martes en una conferencia de prensa el director general de la FAO, Jacques Diouf.