Los filipinos están acostumbrados a que llueva seis meses seguidos, pero un año después de las inundaciones que causó el tifón Ketsana, la tensión se siente en el aire cada vez que empiezan a caer unas gotas.
Esto ocurre aunque muchos de ellos se las han arreglado para reconstruir sus vidas un año después de la destrucción de miles de hogares en Luzón, la isla principal, donde murieron casi 1.000 personas en este país de 94 millones de habitantes.
El 26 de septiembre de 2009, el tifón Ketsana azotó a Filipinas, y luego desató su furia en países vecinos del sudeste asiático. En cuestión de horas, porciones de la región metropolitana de Manila y localidades al sur y al norte de la misma se inundaron a tal punto que el agua se tragó incluso viviendas de dos pisos.
Conocido en el lugar como Ondoy, el tifón acarreó con él las lluvias más fuertes registradas en la zona, transformando las calles en ríos furiosos. En algunas áreas rurales, las inundaciones alcanzaron más de seis metros de alto.
Nora Abella recerda que su esposo Raymond y sus cinco hijos tuvieron que huir de su casa en medio de la noche.
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Como corrían riesgo de ahogarse a raíz de las inundaciones causadas por las fuertes lluvias que acompañaron al tifón, durmieron en su casa de Santa Cruz, capital de la provincia de Laguna, en Luzón.
"Cuando me desperté vi a mis cinco hijos poniéndose las chaquetas y aprontándose para salir de la casa", evoca.
"Mientras mi esposo y yo dormíamos, los niños se mantenían despiertos, chequeando (hasta dónde llegaba) el agua afuera de nuestra casa", agrega.
Ketsana continuó su ruta de destrucción por Vietnam, Camboya, Laos y Tailandia, matando a cientos más y dejando a cientos de miles sin hogar.
En Filipinas, los Abella tuvieron que permanecer en un centro para evacuados con otros cientos de personas durante meses. Al Ketsana le siguió el tifón Parma (conocido como Pepeng en Filipinas), que aunque fue menos destructivo causó más estragos en las comunidades ya devastadas.
Al día siguiente de Navidad, los Abella volvieron a su casa, pero la hallaron llena de escombros. Y como la bomba de agua se había dañado, tampoco tenían de dónde obtener agua potable.
Pero las comunidades de Luzón devastadas por las inundaciones se recuperaron casi al mismo tiempo que las aguas bajaban, gracias a la ayuda de muchos voluntarios, que donaron alimentos, ropas y dinero en efectivo, y organizaron grupos que limpiaron calles e incluso casas. Organizaciones humanitarias como Oxfam y World Vision participaron con iniciativas a largo plazo, que no sólo buscaron ayudar a las comunidades a recuperarse, sino también a prepararse más para los desastres.
"Hay cierta sabiduría en almacenar suministros previamente, para no estar con la guardia baja cuando vuelvan a producirse desastres como el del Ketsana", dijo Boris Joaquin, de World Vision.
En cuanto a Oxfam, "empezamos a trabajar con los habitantes de al zona cuando estaban en el centro de evacuación y en sitios transitorios, y continuamos apoyándolos luego que volvieron a sus casas o en los lugares donde los reubicamos", dijo el director del programa para Filipinas, Snehal Soneji.
Oxfam también abordó el problema de tener un suministro estable de agua potable. "A menudo se presta muy poca atención al agua, el saneamiento y la higiene pese a los desafíos que plantea" su falta, señaló Soneji, destacando el aumento de los casos de dengue en el país.
Ahora Nora Abella integra el comité local de agua, saneamiento e higiene, que coordina con la comunidad la ayuda para organizar el mantenimiento de los retretes domésticos, controlar el uso de las bombas de agua y asistir en la distribución de elementos básicos.
Estos comités garantizan que el trabajo continúe mucho después del desastre.
Por su parte, el Consejo Nacional de Reducción de Riesgo de Desastres, dice que ahora está más preparado para hacer frente a las catástrofes, tras haber realizado campañas de información luego de los tifones Ketsana y Parma.
El director ejecutivo del Consejo, general retirado Benito Ramos, dijo que el nuevo equipamiento para dar la alerta temprana, así como alimentos o medicinas, ya se ubicó en áreas clave del país.
"Debemos prepararnos para lo peor, especialmente en octubre, cuando es común que fuertes tifones azoten al país", dijo Ramos en una conferencia de prensa en Manila.
"Y si hay un tifón, esperemos que no sea tan fuerte como Ondoy", agregó.
Sin embargo, Soneji cree que es necesario implementar medidas más fuertes para asegurarse de que las comunidades vulnerables estén preparadas.
"Eventos climáticos extremos, como tifones más fuertes, lluvias más copiosas y sequías severas, serán la norma, a menos que se frene el descontrolado aumento de las emisiones de carbono", dijo.
"La furia con que el tifón Ondoy se desató el año pasado es (apenas) una señal de lo que vendrá", añadió.
Soneji también opinó que, para una defensa nacional contra el cambio climático, se necesitarán dirigentes cuya visión vaya "más allá del siguiente ejercicio electoral".