Rabinos ortodoxos con todo el poder

Jerusalén es una ciudad santa, pero maldecida por esa misma condición. La zona de la explanada de las Mezquitas, para los musulmanes, o el Monte del Templo, para los judíos, muestra las diferencias entre, y dentro, de cada religión.

El muro occidental, último resto del antiguo Templo judío, se volvió un símbolo de unidad cuando en 1967, Israel se arrogó el control de la Ciudad Vieja, tras la guerra árabe-israelí.

El Monte del Templo deja al descubierto las diferencias entre los propios judíos israelíes y expone las diferencias entre Israel y organizaciones judías liberales de Estados Unidos.

El muro fue escenario, en julio, de un enfrentamiento entre la policía, judíos ortodoxos y una organización de judías israelíes y estadounidenses por un lugar para practicar su religión.

En el judaísmo ortodoxo, las mujeres no tienen un espacio para orar.
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El incidente comenzó cuando integrantes de Mujeres del Muro trataron de orar allí con la Torá, libro sagrado del Judaísmo, y la policía detuvo a la presidenta de la organización, Anat Hoffman.

"No hicimos nada malo", gritaba, mientras la policía la arrastraba a una camioneta de la fuerza. "Nos ajustamos al dictamen del Tribunal Supremo. No hay motivos para que me lleven presa", continuó.

Presionado por rabinos ortodoxos, el alto tribunal de Israel prohibió a las mujeres, en 2003, leer la Torá en la plaza del muro occidental.

Pero para evitar las continuas protestas, el tribunal dictaminó que podían reunirse en un sitio alejado. La parte conocida como arco de Robinson, que no está a la vista de los fieles ortodoxos.

Las mujeres libran una lucha política "fanática", protestó el rabino responsable del muro, Shmuel Rabinowitz.

"Personas de todas las confesiones y de distintos tipos de corrientes judías son bienvenidos. Pero deben respetar las costumbres de quienes suelen vienen a rezar y comportarse como corresponde", indicó.

"Sólo cantábamos y rezábamos con la Torá rumbo al arco de Robinson para terminar nuestro servicio", apuntó Hoffman.

No es la primera vez que la detienen a ella y a otras integrantes de la organización. En enero, la interrogaron, le tomaron huellas dactilares y la amenazaron con acusarla de cometer un delito grave.

"No se permiten mujeres aquí", reza un cartel a la entrada de la sección reservada a los hombres. Ellas pueden escuchar, pero no asistir a los varones. Una barrera a la altura de la cabeza se los impide.

Se trata de una batalla de género entre judíos. Los ortodoxos instan a las mujeres que cuestionan la predominancia masculina en la religión a respetar su lugar.

"Hoy, las mujeres no pueden cargar la Torá", se lamentó Hoffman. "Mañana no podremos mirarlo, luego tampoco acercarnos al muro. Cuando quieras acordar, Jerusalén estará segregada. Hacia eso vamos", añadió.

"Este es un lugar de unidad, no de discordia ni polarización. No nos olvidemos que hace 2.000 años el Templo de Jerusalén fue destruido por conflictos y odios internos", replicó el rabino Rabinowitz.

"Nuestros enemigos se esfuerzan por deslegitimar al estado judío, y el mensaje de las autoridades es deslegitimar el liberalismo dentro del judaísmo", se lamentó Hoffman.

La batalla de las Mujeres del Muro refleja la forma en que los judíos ortodoxos rechazan el desafío que suponen las organizaciones reformistas.

Las prácticas liberales de Hoffman, líder del movimiento judío reformista en Israel nunca se arraigaron en este país.

Las ceremonias son realizadas por judíos ortodoxos, pese a que la mayoría de los israelíes llevan una vida casi laica y recurren a rabino en ocasiones importantes como nacimiento, matrimonio, divorcio y muerte.

El incidente en el muro occidental coincide con el malestar de los judíos estadounidenses por un proyecto de ley presentado al parlamento israelí (Knesset) que otorgará a los rabinos ortodoxos la potestad de controlar todas las conversiones al Judaísmo en Israel.

A último minuto se pudo evitar un diferendo más, el último en la cada vez más tensa relación entre los judíos estadounidenses e Israel. Ambas partes acordaron tomarse seis meses para hacer una "reevaluación" de la situación.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu evitó la crisis al declarar que el proyecto de ley "podía dividir a los judíos".

Además encargó buscar un acuerdo a Natan Sharansky, presidente de la Agencia Judía, responsable de tender puentes entre la diáspora en el extranjero e Israel.

"Los judíos deben unirse cuando la legitimidad de Israel está bajo fuego", señaló Sharansky, un dicho que suele emplearse cuando este país está en problemas.

Pero Netanyahu reconoce que el "problema" excede las diferencias religiosas dentro del Judaísmo y que el verdadero desafío es manejar el creciente malestar de los judíos estadounidenses con las políticas de su gobierno, cuando realmente necesita su apoyo.

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