BRASIL: Río Xingú entre la electricidad y la diversidad

El brasileño Herculano Porto de Oliveira se vio obligado a «vivir oculto en mi propia tierra, sin haber peleado con nadie ni robado nunca», sólo por usufructuar la biodiversidad de la cuenca del amazónico río Xingú, donde nació hace 66 años.

Crecida normal de las aguas en Altamira, a orillas del riachuelo Igarapé. Las represas del Xingú inundarán toda esta zona. Crédito: Mario Osava/IPS
Crecida normal de las aguas en Altamira, a orillas del riachuelo Igarapé. Las represas del Xingú inundarán toda esta zona. Crédito: Mario Osava/IPS
Una docena de militares enviados por el gobierno protegieron durante 10 meses la vida de Oliveira y de sus compañeros, amenazados por pistoleros de una empresa que pretendía expulsarlos y adueñarse del área ocupada hace un siglo por estas familias de "seringueiros" (extractores de látex), que llegaron a este sitio de la Amazonia oriental desde el Nordeste, buscando la prosperidad del caucho natural.

Oliveira y sus compañeros soportaron dos años de "avisos" —agresiones, fugas, intentos de atentados y sobornos— hasta noviembre de 2004. En esa fecha, estas familias aisladas en la llamada Tierra del Medio lograron convertirla en la Reserva Extractivista (Resex) Riozinho do Anfrísio, mediante un decreto del presidente Luiz Inácio Lula da Silva que les aseguró la posesión de los predios y su modo de vida.

El riachuelo Riozinho do Anfrísio desemboca en el río Iriri, el mayor afluente del Xingú, en el norteño estado brasileño de Pará.

"Lula nos animó creando la reserva, pero ahora nos desanima con Belo Monte", se lamentó Oliveira ante Tierramérica, en referencia a la central hidroeléctrica que el gobierno decidió construir en el Xingú, aprovechando un desnivel de 85 metros en una curva del río llamada Volta Grande.
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Uno de los dos embalses previstos en el proyecto inundará partes bajas de Altamira, incluyendo la casucha que Oliveira adquirió hace dos años para acoger a la gente de la Resex cuando necesita asistencia médica y otros servicios en esta ciudad ribereña de 100.000 habitantes.

Los pocos viajes en barco a la urbe insumen "tres días en la bajada y cuatro en la subida", que llegan a ocho o 10 jornadas en el estiaje, cuando emergen las piedras ocultas en rabiones y cascadas, comentó.

El Estudio de Impacto Ambiental del proyecto Belo Monte reconoce que las aguas cubrirán las viviendas de 16.420 habitantes de Altamira y de 2.822 del medio rural.

Serán por lo menos 50.000 desalojados, 30.000 sólo en Altamira, asegura Antonia Melo, coordinadora del Movimiento Xingú Vivo, que reúne a más de 100 organizaciones en recia oposición a las hidroeléctricas en la cuenca de este río, que se destaca por su inmensa diversidad biológica y social.

Además de muchas especies animales y vegetales que solo viven aquí, existen 30 tierras indígenas habitadas por más de 13.000 personas de 24 etnias, y 12 áreas de conservación, entre ellas cuatro reservas extractivistas y otras de protección integral.

Un mapa elaborado por el no gubernamental Instituto Socioambiental (ISA) muestra cómo los "mosaicos" de áreas protegidas componen una barrera a la deforestación amazónica que avanza desde el oriente y el sur.

Esas defensas se ven amenazadas ahora desde el norte, por Belo Monte y la pavimentación de la carretera Transamazónica, y desde sur, en el Alto Xingú, donde se aceleró mucho la tala con el avance ganadero, agrícola y maderero.

Belo Monte representa "el inicio de un nuevo ciclo de extinción", evaluó el sociólogo André Villas-Bôas, coordinador del programa Xingú del ISA. "Ahora se trata de comerse el río, además de los bosques".

La hidroeléctrica es "un hecho consumado", pese a las acciones judiciales que buscan impedir su construcción prevista para los próximos cinco años. Pero además exigirá otras represas en la misma cuenca, por una cuestión de viabilidad económica y energética, prevén Villas-Bôas y otros críticos.

Es que Belo Monte tendrá una potencia de 11.233 megavatios, pero un promedio firme de generación de energía de sólo 40 por ciento, porque en el "verano" amazónico, la estación seca del segundo semestre del año, el flujo hídrico del Xingú baja a apenas 1.000 metros cúbicos por segundo, mientras es de 20.000 metros en la temporada lluviosa.

La construcción de represas río arriba, prevista en planes trazados en la década de 1980, regularizaría el flujo y ampliaría la generación eléctrica efectiva de Belo Monte.

Ningún instrumento legal consolida la promesa gubernamental de limitarse a esta única hidroeléctrica en el Xingú, dijo Hermes Medeiros, profesor de ecología de la Universidad Federal de Pará, en Altamira.

Belo Monte ya representa una grave amenaza a la biodiversidad del Xingú, según el biólogo que participó en un panel de 40 especialistas que criticaron las insuficiencias y errores del Estudio de Impacto Ambiental empleado para aprobar el proyecto.

El complejo de dos embalses y una desviación del curso de las aguas no solo reducirá de forma drástica el flujo en un tramo de 100 kilómetros en Volta Grande, con la probable extinción de varias especies de peces y la merma de otras, sino que cambiará la ecología de todo el Xingú, advirtió Medeiros.

La Volta Grande, más de 100 kilómetros de rabiones y cascadas, constituye una barrera natural a la migración de la fauna acuática, pues divide el Xingú en dos partes ecológicamente muy distintas, destacó. Esa función se perderá cuando se construyan las esclusas en Belo Monte, donde termina el tramo más accidentado del río y se instalará el dique más alto con la generadora eléctrica principal.

Habrá entonces un intercambio entre el Bajo y el Medio Xingú. La introducción de especies foráneas es causa de un amplio proceso de extinción en los ambientes acuáticos, señaló el especialista.

La pérdida de diversidad biológica es también una cuestión económica y social, porque constituye la fuente de alimentos e ingresos de millones de personas en la Amazonia, observó por su lado Juarez Pezzuti, otro biólogo de la Universidad de Pará, especializado en quelonios.

La gente del Riozinho do Anfrísio y de otras reservas extractivistas viven de la pesca y la recolección de castañas, "andirobas" (Carapa guianensis Aublet) y "copaibas" (Copaifera officinalis), cuyos aceites tienen gran demanda en la industria cosmética. La caza de quelonios y otros animales sirve para consumo propio, explicó Oliveira.

Los quelonios también sufrirán río abajo, en la zona Tabuleiro do Embaubal, que se destaca por la gran concentración de tortugas de la Amazonia, observó Pezzuti. Su reproducción puede dañarse por alteraciones en la calidad del agua y por la reducción de las playas que dejarán de recibir los sedimentos retenidos en los embalses.

* Este artículo fue publicado originalmente el 10 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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