ARGENTINA: Otro modo de vivir de las ballenas

Para observar a la carismática ballena franca austral (Eubalaena australis), el sitio más visitado es la argentina Península de Valdés, un enclave sobre el Atlántico que vive del turismo y por eso rechaza la caza de cetáceos.

Ballena franca austral en Puerto Madryn, Argentina. Crédito: Gentileza Eduardo Rojas Tupaud
Ballena franca austral en Puerto Madryn, Argentina. Crédito: Gentileza Eduardo Rojas Tupaud
De mayo a diciembre llegan a esas costas cerca de un millar de ballenas a reproducirse. En la austral provincia de Chubut, la península es un área natural protegida y en 1999 fue declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Estos animales de unos 15 metros, que pueden pesar hasta 60 toneladas, paren una sola cría cada dos o tres años, y los momentos del cortejo, reproducción y cría de ballenatos son casi sagrados.

Los mamíferos pueden observarse desde la playa o en mar abierto, en embarcaciones cuya operación está regulada.

La observación de ballenas se está volviendo vital para un centenar de comunidades locales, sostiene el "Estado del Avistamiento de Cetáceos en América Latina", publicado en 2008 por el Fondo Internacional para la Protección de los Animales y su Hábitat, Global Ocean y la Sociedad para la Conservación de las Ballenas y los Delfines.

La actividad, que no existía hace 40 años, crece a un ritmo de 11,3 por ciento anual desde 1998, tres veces más que el turismo internacional, concluyen los autores, Erich Hoyt y Miguel Iñíguez.
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Los observadores de cetáceos llegarán a más de 1,4 millones en 18 países de la región en este 2010, y la Península de Valdés es el sitio más visitado, con más de 240.000 personas por año.

Le siguen Brasil, donde también se pueden ver ballenas francas, y México. Desde 1998, unos 6,4 millones de personas concurrieron a observar cetáceos en toda la región.

"Argentina es líder", según el informe, y es uno de los siete países que más avanzaron en la regulación.

"Empecé en 1970, y en todos estos años participamos de numerosos talleres con biólogos y ambientalistas para elaborar una guía sobre cómo acercarse a las ballenas y que no se espanten", contó a Tierramérica el operador Peke Sosa.

Con el asesoramiento de expertos, se creó la Técnica de Avistaje Patagónico.

La observación debe durar como mínimo 90 minutos, con media hora entre cada salida de un barco, la velocidad de navegación no debe superar los 10 nudos y reducirse a cinco cerca del animal cinco.

Hasta el 31 de agosto no se permite el acercamiento a madres con crías, ni maniobras que interfieran entre ellos o con los grupos de cópula, y se debe mantener una distancia de 50 metros respecto de los animales cuando saltan.

Se recomienda a los turistas que no arrojen basura, no griten y no intenten tocar a las ballenas. "Son curiosas y sociables", pero no hay que acosarlas, dijo Sosa.

La técnica y el Código de Buenas Prácticas para el Avistaje de Ballenas se formalizaron en una ley de 2007 y un decreto de 2008.

La norma prevé un tope de seis empresas operando, con una embarcación en el área por vez y una capacidad máxima de 70 pasajeros. Las naves deben ser silenciosas y de motores sin aceite, para evitar la contaminación.

"Lo importante es que se realice de forma responsable", explicó a Tierramérica Roxana Schteinbarg, del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB).

La actividad debe estar acompañada de estudios sobre las reacciones de las ballenas ante las embarcaciones.

Schteinbarg ponderó la legislación, elaborada con participación de organizaciones no gubernamentales, como el ICB, operadores, científicos y funcionarios. Pero "el éxito o fracaso de las normas estará dado por la correcta fiscalización", advirtió.

"Cada pasajero debe conocer las normas y comprometerse para que se cumplan", recomendó. Para ello, el ICB elaboró un folleto en español y en inglés que se reparte a los turistas.

"El límite está dado por la cantidad de prestadores que están autorizados a operar y al número de embarcaciones", explicó a Tierramérica la directora de Áreas Protegidas del Ministerio de Turismo de Chubut, Natalia Leske.

El monitoreo corre a cargo de la Fundación Patagonia Natural, que recomienda esperar para lograr el acercamiento de los animales y no perseguirlos si se muestran renuentes.

En Argentina, la actividad movía en 2006 unos 62 millones de dólares, según el estudio de Hoyt e Iñíguez.

En la última reunión de la Comisión Ballenera Internacional, del 21 al 25 de junio en Marruecos, los operadores latinoamericanos presentaron un documento contra la caza de cetáceos.

* Este artículo fue publicado originalmente el 10 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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