Se autodefine de centroderecha, pero varias de sus políticas son catalogadas de «progresistas». Cuando llega a los 100 días de gobierno, el mediático presidente de Chile, Sebastián Piñera, sorprende a aliados y opositores, y es mirado con cautela por organizaciones sociales.
"Claramente Piñera es de derecha, pero no representa a la derecha clásica, ya que aunque aplica en lo esencial el modelo neoliberal busca, con algunas medidas y, especialmente con un estilo diferente, aparecer desligado de ella", señaló a IPS Víctor Hugo de la Fuente, director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique.
Precisamente el ejemplar de junio de esta publicación francesa en Chile está dedicado a analizar "El neopopulismo de Piñera", cuando el mandatario cumple los simbólicos primeros 100 días en el poder el sábado 19.
A juicio del analista, el mandatario está lejos de los "populistas tradicionales", pero tanto su "estilo personal", mediático y distanciado de los partidos, como "sus actitudes que sorprenden" a partidarios y contrarios caben en una nueva forma de populismo.
Por ejemplo, el martes 15, Piñera y su esposa, Cecilia Morel, pasaron la noche en una vivienda de emergencia en el balneario de Dichato, en la central región del Biobío, para compartir al día siguiente el debut de la selección chilena en la Copa Mundial de Fútbol con damnificados del devastador terremoto que azotó al país el 27 de febrero.
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Este multimillonario empresario asumió la Presidencia de Chile el 11 de marzo, luego de dos décadas de gobierno de la centroizquierdista Concertación de Partidos Por la Democracia, que agrupa a los partidos Socialista, Por la Democracia, Demócrata Cristiano y Radical Social Demócrata.
Integrante del partido de derecha liberal Renovación Nacional, Piñera llegó al poder apoyado por la Coalición por el Cambio, que también incluye a la ultraconservadora Unión Demócrata Independiente (UDI), varias de cuyas figuras participaron en la dictadura (1973-1990) del general Augusto Pinochet (1915-2006).
Desde sus comienzos políticos, Piñera mostró un "estilo propio", recordó De la Fuente, y citó que el ex senador aseguró haber votado contra la continuidad de Pinochet en el plebiscito realizado en 1988.
Una vez en la Presidencia, mostró a plenitud su pragmatismo al proponer aumentar los impuestos a las empresas para financiar el plan de reconstrucción del país tras el sismo y posterior tsunami de febrero, lo que le acarreó críticas iniciales de sus aliados.
Políticos y analistas señalaron entonces que el suyo "parecía un quinto gobierno de la Concertación", inclusive más audaz que las administraciones antecesoras.
En el tradicional mensaje presidencial del 21 de mayo, Piñera dijo que trabajará para que el país erradique la indigencia (3,2 por ciento de la población) en 2014 y la pobreza (13,7 por ciento) en 2018, a través de la instauración de un "Ingreso Ético Familiar" del equivalente a unos 470 dólares, entre otras medidas.
Para profundizar la democracia, también confirmó su apoyo a proyectos de ley fallidamente impulsados por la Concertación, como la inscripción automática en los registros electorales, el voto voluntario y el sufragio de los chilenos en el exterior.
El martes 15, Piñera anunció la redacción de un proyecto de ley que regula las uniones de hecho entre parejas heterosexuales y homosexuales en asuntos patrimoniales, desafiando los reparos de la UDI.
"No cabe duda de que, ya sea por estrategia o convicción, el presidente Piñera se ha intentado distanciar de una derecha más ortodoxa y ha asumido muchas de las políticas sociales de la Concertación, manifestando su disposición inclusive a profundizarlas", dijo a IPS José Aylwin, co-director del no gubernamental Observatorio Ciudadano.
Pero advirtió que "no ha renunciado a la estrategia de crecimiento económico basada en la explotación y exportación de recursos naturales".
Una política, subrayó Aylwin, que tiene "implicancias ambientales y costos sociales y de derechos humanos muy profundos, debido a lo cual organismos nacionales e internacionales han reclamado su revisión y reforma".
Para Claudio Fuentes, director del Instituto de Ciencias Sociales de la privada Universidad Diego Portales, el presidente muestra algunas tendencias populistas, porque "busca una vinculación directa con la sociedad y promete cosas que no siempre puede cumplir".
No obstante, aseguró que "en términos comparados no se puede hablar de un líder populista".
Por ejemplo, su promesa de mejorar la gestión pasa por alto que el Estado no está necesariamente preparado para implementar una "agenda de eficiencia", planteó Fuentes.
Además, cualquier arranque populista es frenado por la necesidad de buscar acuerdos con la oposición al no contar con mayoría parlamentaria propia, apuntó.
"Piñera recoge elementos de la política del presidente de Francia (Nicolas) Sarkozy, como esta idea de no sólo aplicar la agenda de la derecha clásica sino que también aspectos del centro político, en la forma de una reforma impositiva o la invitación de opositores a su gobierno", planteó el politólogo.
"Con menor éxito", el gobernante chileno "también se ha inspirado" en el estilo del saliente presidente derechista colombiano, Álvaro Uribe, respecto a mantener un contacto estrecho con la ciudadanía y poner énfasis a la seguridad pública, dijo.
"Su capacidad de estar en lo pequeño le permite licuar todos los problemas. Se hace camino al andar, se toman las oportunidades y se desechan u omiten las cosas que son obstáculos", escribió el analista político Santiago Escobar en la columna "La colcha de retazos del Presidente Piñera" publicada en el diario digital El Mostrador.
Escobar señala, por ejemplo, que "sin sonrojarse" Piñera ha corrido "todos los límites de legitimidad en materia de conflictos de interés", al no vender aún su canal de televisión Chilevisión.
"Uno de los peligros" del estilo de Piñera es que "logre disimular lo esencial de sus medidas que son claramente de derecha", planteó De la Fuente.
Pero estimó positivo que "prometa y a veces implante algunas medidas 'más progresistas'" para el bien del país y para que los ciudadanos puedan exigir su cumplimiento.
También parece comenzar a percibirse en forma positiva por los chilenos el estilo impuesto por Piñera, porque en mayo su popularidad se situó en 53 por ciento, en nivel más alto desde que se convirtió en inquilino del palacio de La Moneada en marzo.