Desde siempre, los ladrilleros de Uruguay se conocían sólo por el nombre y compartían muy pocas cosas. Pero sucesivas crisis socio-económicas y las irregularidades climáticas que cambiaron el otrora predecible régimen de lluvias los llevó a agruparse para, en principio, tratar de sobrevivir.
La llamada Mesa Nacional de Ladrilleros, el único gremio reconocido oficialmente en el sector, logró así en 11 años de vida sumar los otrora dispersos esfuerzos individuales para mejorar la producción, la comercialización y los ingresos y, fundamentalmente, incluir en la seguridad social a miles de familias.
Ahora muchos saben de los beneficios de unir un oficio por antonomasia individualista o familiar, pero aún falta mucho en materia de organización comunitaria y también en apoyo gubernamental, advierte el presidente de la Mesa, Eduardo Romero. "Muchas veces no podemos sacar los ladrillos de una zona porque no tenemos a los productores artesanales organizados o no hemos tenido el eco en las autoridades", cuestiona ante la consulta de IPS.
"Aún no se puede decir que este sector es sustentable, por eso seguimos luchando cada día", añade.
La Mesa Nacional de Ladrilleros destaca también como logros haber impulsado la declaración de interés ministerial para la producción del sector.
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De ese modo consiguió firmar convenios para proveer ladrillos a la Federación Uruguaya de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua (Fucvam), pionera en la solución habitacional a través de la autogestión colectiva, y al Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir), el plan estatal de sustitución de ranchos por complejos de viviendas con todos los servicios básicos destinados a peones agropecuarios.
Aunque el Monumento Nacional del Ladrillero se levanta en La Macana, un paraje rural del central departamento de Florida, fue en la cercana ciudad de Durazno, capital del vecino departamento homónimo, donde comenzó en 1999 el proceso de unificación de los fabricantes artesanales de ladrillos.
En ese entonces arribaron a la zona jóvenes becarias y profesores de la Facultad de Ciencias Sociales de la estatal Universidad de la República, como parte de su Proyecto Extensión, que ayudaron a organizar a un sector muy vapulado por las consecuencias en Uruguay de la debacle financiera mundial de fines de los años 90, que culminó en 2002 con la peor crisis económica del país en su historia moderna.
"En zafra buena de tres meses llegamos a hacer unas 15.000 unidades, así que son unos 30.000 pesos de ingresos (1.600 dólares)", explica Romero, ladrillero de alma y gremio.
Uruguay cuenta con unos 3.000 ladrilleros artesanales, que en épocas de zafra aumentan hasta 5.000, a los cuales se suman las grandes industrias manufactureras del área metropolitana de Montevideo. En total el sector da trabajo a unas 20.000 personas en forma directa o indirecta.
TRAICIÓN CLIMÁTICA
A veces sin terminar la educación primaria, muchos trabajadores expulsados de la economía informal se instalan en los suburbios de las ciudades a la vera de algún curso fluvial y levantan una modesta vivienda y un horno para fabricar ladrillos, generalmente en terrenos fiscales o abandonados.
Es el caso de Durazno y de muchas otras zonas bajas del país, donde la naturaleza les provee agua, leña y, por ende, su sustento diario. Pero también muchas veces el clima se pone riguroso y les quita esa posibilidad de supervivencia.
Varios artesanos del ladrillo consultados por IPS coinciden en que hoy el principal problema que afrontan son las inundaciones, cada vez más recurrentes y fuera de control por el cambio de régimen de lluvias producto de la variabilidad climática.
"Se puede vivir", comentaron, pero "Lamentablemente hasta que no tengamos una política nacional que nos dé estabilidad para producir, con terrenos secos y firmes donde ubicar el horno, no podemos hablar de sustentabilidad real", explican.
"Podés contraer compromiso cuando tenés equilibrio productivo, cuando sabés que lo único que te puede molestar son las lluvias que para eso hay secadero y nylon para tapar—, pero lo que no podes solucionar son las inundaciones", señala preocupado Romero.
La Mesa Nacional tiene una posición bien clara. La fabricación de ladrillos "puede ser una actividad sumamente sustentable si hay respaldo institucional", apunta.
"Además somos partidarios de diversificar la producción, que haya horticultura, piscicultura o cultivo de lombrices, que se puede hacer en las cavas que van quedando, sin descuidar la producción del ladrillo", detalla.
"Eso nos puede dar equilibrio en el año, para que no ocurra como hoy, que nos produce un momento de amargura y debilidad familiar, porque solamente se depende del ladrillo", añade.
Romero destaca, empero, que tras la unidad alcanzada se avanzó mucho en la inclusión al sistema formal, con acceso a los beneficios sociales, aportes para la jubilación, cobertura de salud y la regularización de la parte comercial que les permitió proveer a Fucvam y Mevir, por ejemplo, además de tener controles de calidad y crear un catálogo nacional que facilitan el mercadeo.
"El ladrillo está vigente, y buscamos que el laboratorio y la experiencia de la academia y los profesionales, lo valoraran como se merece a la hora de construir", resaltó.
"Seguimos buscando mayor calidad, pues así mejora el precio y las posibilidades de venta. Ese cambio en el cual hemos incursionado lo hemos fomentado entre los productores, que se den cuenta que a veces no es la cantidad sino la calidad la que manda", acota Romero.