El nuevo gobierno de Kirguistán debe respetar la democracia y los derechos humanos, establecer un sistema de controles mutuos entre poderes, garantizar la independencia de la justicia y la libertad de prensa, además de combatir la corrupción, dijo a IPS el dirigente Apas Kubanychbek.
Oriundo de la región montañosa de Ysyk-Ata, en la norteña provincia de Chuyskaya, Kubanychbek participó a comienzos de los años 90 en los movimientos políticos y esfuerzos democráticos de esta ex república soviética.
IPS dialogó con él poco después de las protestas masivas en Bishkek que la semana pasada derrocaron al presidente Kurmanbek Bakiyev (2005-2010) y a su gobierno.
Kubanychbek señaló que la gestión de Bakiyev estuvo plagada de cierres de medios de comunicación, nepotismo, corrupción y violaciones a los derechos humanos en su país.
IPS: ¿Cómo interpreta usted los hechos políticos que condujeron al inesperado cambio de gobierno en Kirguistán?
APAS KUBANYCHBEK: Las masivas protestas contra el gobierno fueron realmente una señal de más de una década de desilusión e insatisfacción acumuladas en las esferas política, económica y social, desde el periodo del primer presidente post-soviético, Askar Akayev (1991-2005), a su sucesor Kurmanbek Bakiyev, quien llegó al poder con la Revolución de los Tulipanes de 2005. El pueblo apoyó la revolución simplemente porque quería un cambio, pero ese interés tuvo una corta vida.
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Durante la era soviética, Kirguistán fue una de las 15 repúblicas socialistas gobernadas por Moscú. Sin embargo, luego del colapso de esa era, lo que hemos presenciado no puede describirse como una democracia, sino como un mal manejo del poder del Estado. Las autoridades usaron el poder estatal para eliminar las voces opositoras, limitar la libertad de los medios de comunicación y las libertades básicas. También había una corrupción oculta y muy arraigada.
El-Jurt (Pueblo), el partido político que fundé hace unos ocho años, junto con otros grupos de la oposición, ha luchado por la injusticia y el bienestar de los pobres en Kirguistán, un país con 5,3 millones de habitantes.
Realmente necesitamos una sociedad mejor y más democrática. Los gobiernos no fueron competentes como para llevar a cabo las reformas democráticas necesarias para construir una economía floreciente.
Tanto el gobierno de Akayev como el de Bakiyev estuvieron integrados principalmente por amigos cercanos, familiares y ex comunistas que se opusieron fuertemente a los cambios radicales y a la democracia. De ahí que lo que ocurrió hace pocos días en mi país fuera de esperarse, y pueda describirse como una revolución popular contra la autoridad oficial.
IPS: ¿Puede aportar más datos sobre las acusaciones de corrupción y violación a los derechos humanos en su país?
AK: Akayev y su esposa Mayram también fueron tentados por la corrupción. Él creó un sistema político corrupto donde los ministros eran designados en base a sobornos. Viendo el estilo de Akayev, los funcionarios de su gobierno también aceptaron sobornos de sus subordinados.
Mi partido fue eliminado porque yo empecé a criticar públicamente el desfalco de las reservas de oro (cuatro toneladas) ( ) y comencé a llevar a la cárcel a periodistas. También estuve preso por criticar públicamente la corrupción del gobierno. En 1994 me impidieron postularme a las elecciones parlamentarias, por considerar que yo era el oponente político más peligroso.
Actualmente el Poder Ejecutivo de Kirguistán está totalmente plagado de corrupción, desde el presidente hasta los jefes de regiones, tribunales y otros organismos encargados de hacer cumplir la ley. Con el paso de los años, esa corrupción contribuyó con la crisis política y económica del país y con el aumento del desempleo.
Muchos especialistas han emigrado. Según los expertos, durante el gobierno de Bakiyev la pobreza superó 80 por ciento. El desempleo hizo que más de dos millones de kirguisos emigraran a los países de la Commonwealth (Mancomunidad Británica de Naciones) y a otros.
Un hecho interesante es que el Kremlin le pagó una abultada suma a Bakiyev para que eliminara las bases militares de Estados Unidos en Kirguistán, y este tema se vincula con lo que ocurre actualmente, aunque las autoridades rusas han descrito las recientes protestas contra el gobierno como puramente internas.
IPS: Según organizaciones opositoras como la suya, ¿la situación de los derechos humanos empeoró durante el gobierno de Bakiyev?
AK: Fue peor que la de cualquiera de las ex repúblicas soviéticas. Para las elecciones presidenciales de 2005, el pueblo me apoyó como un héroe de la revolución emergente, en contraste con Bakiyev. Pero a través de la Comisión Central Electoral Bakiyev hizo de todo para excluir —ilegalmente— mi nombre de la lista como candidato presidencial y para usar todos los recursos administrativos para ganar los comicios. Éste es apenas un ejemplo clásico de cómo fue sofocada la democracia, con opositores languideciendo en condiciones deplorables en la prisión, mientras otros huyeron al exterior.
IPS: ¿Qué medidas debería implementar su país en pro de la democracia?
AK: El nuevo gobierno interino tiene que aprender de las tendencias negativas de los dos regímenes anteriores, eliminar el autoritarismo, seguir principios democráticos y cambiar la atmósfera de intimidación. Apelo a los países amantes de la democracia en Europa y Occidente para que ayuden a organizaciones opositoras como El-Jyurt.