CUBA: La destrucción sísmica empieza por casa

Con las heridas expuestas de los terremotos en Haití, Chile y otros sitios de América, el mayor desafío pasa por adecuar la construcción de las viviendas a la prevención de esos desastres naturales.

Fisuras en un viejo edificio de Santiago de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Fisuras en un viejo edificio de Santiago de Cuba. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
"Un terremoto no es sólo un fenómeno físico, sino también social", según Fernando Guasch, investigador auxiliar del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (Cenais) de Cuba, uno de los países en zona de riesgo y de edificaciones sumamente vulnerables a impactos de este tipo.

En Chile, el sismo del 27 de febrero de magnitud 8,8 en la escala de Richter, seguido de un maremoto, causó la muerte de casi 500 personas y provocó daños por unos 30.000 millones de dólares, de los cuales casi 21.000 millones corresponden a pérdida de infraestructura, según el Ministerio de Hacienda.

En Haití, el país más pobre de América, los muertos por el terremoto del 12 de enero de siete grados pasan los 220.000, mientras que más de un millón de personas quedaron sin hogar.

En enero y febrero de 2001, los movimientos telúricos que azotaron El Salvador dejaron 1.159 víctimas fatales y 1,5 millones de damnificados. El impacto económico, tanto directo como indirecto, fue valorado en 2.800 millones de dólares, según datos publicados en 2003 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
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La región de América Latina y el Caribe es una de las más expuestas del planeta a las amenazas naturales, pues abarca al menos cuatro placas tectónicas, cuyo choque es un factor permanente de actividad sísmica y volcánica.

A ello se agrega en algunas zonas, como en el Caribe, la combinación de huracanes e inundaciones.

Documentos del PNUMA califican como alta la vulnerabilidad de Cuba ante huracanes, terremotos, inundaciones y sequías.

La devastación sufrida por Haití y Chile, seguidos de una amenazante actividad sísmica en el Caribe, reanimaron en Cuba la dormida percepción de riesgo de un desastre telúrico y la certeza de que hay que prepararse para minimizar sus consecuencias.

En lo que va del año, más de una veintena de temblores perceptibles en la porción más oriental de este archipiélago tuvieron su clímax el 20 de marzo con uno de 5,6 grados que sacó a todo el mundo de sus casas, la mayoría inadecuadas para resistir movimientos de gran intensidad.

El epicentro fue 62 kilómetros al sudeste de Santiago de Cuba, con una profundidad de 7,6 kilómetros, y fue perceptible en otras tres provincias de esa región: Guantánamo, Granma y Holguín, con menor desarrollo y mayor riesgo sísmico. Expertos en el tema alertan que pueden ocurrir sismos de gran intensidad en todo el país.

"Aquí sabemos qué hacer en temporada ciclónica (de junio a noviembre), pero ¿cómo enfrentar algo que se desconoce cuando puede suceder?", se pregunta María Eugenia Rodríguez, residente en La Habana y con su familia repartida entre Santiago de Cuba y Guantánamo.

En 2008, tres huracanes causaron a este país caribeño perjuicios estimados oficialmente en alrededor de 10.000 millones de dólares. Ese costo incluye los daños a más de medio millón de viviendas, acentuando el déficit habitacional crónico que enfrenta la isla.

Una preocupación de los especialistas del Cenais, con sede en Santiago de Cuba, es la escasa percepción de riesgo de desastres telúricos.

El mayor peligro en la porción más oriental de Cuba se debe a la cercanía del sistema de fallas Bartlett-Caimán, que constituye el límite activo de las placas litosféricas de América del Norte y del Caribe.

Una de las mayores vulnerabilidades de Santiago de Cuba, la capital de la provincia de igual nombre habitada por 500.000 personas, es la calidad de sus viviendas, que va de regular a mala en casi 80 por ciento de los casos.

Especialistas consultados por Tierramérica, que pidieron no dar su nombre, advirtieron que muchas edificaciones erigidas en Santiago después de los años 80 tienen diseño antisísmico, pero la falta de mantenimiento, las filtraciones y el deterioro de dos décadas las han debilitado. Además, las viviendas más nuevas no se hicieron con la calidad requerida o sin respetar las normas de resistencia sísmica.

La norma sísmica establece parámetros de construcción para todo el país en dependencia de su peligro, pero no todas las empresas la utilizan, porque no es obligatoria, encarecen los proyectos o bien porque muchos no saben emplearla.

* Este artículo fue publicado originalmente el 10 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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