Noemí Sanín, candidata a la Presidencia de Colombia por el Partido Conservador y segunda en intención de voto, tiene tres habilidades sobre su principal rival, el derechista Juan Manuel Santos: manejo de relaciones internacionales y programas para familias en extrema pobreza y para la niñez.
Sanín fue canciller y embajadora, entre otros cargos, y ésta es su tercera candidatura presidencial tras los intentos de 1998 y 2002. Para las elecciones del 30 de mayo, la encuesta le asigna una intención de voto de 23,3 por ciento.
Santos fue ministro de Comercio Exterior y de Hacienda, pero fraguó su fama como ministro de Defensa de Álvaro Uribe entre 2006 y 2009 y es percibido como su forzado delfín, una vez que la Corte Constitucional bloqueó la aspiración del derechista presidente de ser reelegido para un tercer cuatrienio.
Según Gallup, el electorado atribuye a la candidata mujer mejores capacidades para aquello en lo que tiene experiencia (la diplomacia) y para atender familia e infancia.
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¿Muestra de una visión patriarcal sobre el papel de la mujer? ¿O Sanín es vista como más débil frente al controvertido Santos, que vende una imagen basada en la fortaleza? Las respuestas están pendientes.
Olga Amparo Sánchez, directora del centro feminista Casa de la Mujer, no cree que las mujeres deban "votar mujer" por el solo hecho de serlo.
"Las mujeres debemos votar y elegir como sujetos de derechos: con aquellas propuestas que consideremos que nos convocan, por sus interpretaciones del país y las salidas a los problemas que plantean", dijo a IPS.
Con todo, "me parece importante que existan mujeres como Noemí Sanín. Es positivo que lleguen a esos cargos porque van construyendo simbología. Permiten poner a la mujer simbólicamente en otro lugar", agregó.
La ex senadora liberal Cecilia López no cree que en Colombia haya condiciones para elegir una presidenta.
"Cuando 45 por ciento del Congreso está conformado por mujeres, es posible que una mujer sea presidenta, miren a Costa Rica. Pero cuando esta representación es sólo de ocho o 10 por ciento como en Colombia, las posibilidades son nulas", sostuvo.
Colombia ocupa el puesto 111 entre 187 países en participación parlamentaria femenina y el último de América Latina, según la Unión Interparlamentaria Mundial.
La ley de cuotas fija en 30 por ciento la participación femenina en cargos públicos, pero no se cumple y el parlamento saliente rechazó establecer una cuota mínima de mujeres en las candidaturas a cuerpos colegiados.
El nuevo Congreso legislativo que abrirá en julio tendrá 38 mujeres en un total de 268 escaños, según datos aún no definitivos, 20 en la Cámara de Representantes y 18 en el Senado.
Pocas, sí. Pero seis de los ocho parlamentarios más votados en las elecciones legislativas del 14 de marzo fueron mujeres. La revista Semana acuñó el término "baronesas electorales".
Esto "quiebra un patrón cultural", celebró Sánchez, aunque llamó a observar "cuál es su propuesta de sociedad y en términos de mejora de la vida de las mujeres. Creo que ahí hay una pobreza muy grande en lo que nos espera, por cuenta de las mujeres elegidas".
"Llegaron menos mujeres comprometidas con la situación de la mujer, que las que había antes", sostuvo. Según sus cuentas, apenas "dos o tres".
Entre las reelegidas están las senadoras Dilian Toro, del oficialista Partido de la U, y Piedad Córdoba, del opositor Partido Liberal, que en la saliente legislatura integraron una Bancada de Mujeres que impulsó la aprobación de una ley contra la violencia sexista. No logró más.
En cambio, no pudieron convencer a sus colegas varones de fijar en 30 por ciento la participación de mujeres en cuerpos colegiados, uno de los compromisos de Colombia para 2015, dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
La senadora electa Gloria Ramírez, del izquierdista Polo Democrático Alternativo, dijo que la escasez de parlamentarias invisibiliza la agenda de género, pero puntualizó que tampoco el número es una garantía, sino "mujeres y hombres comprometidos con el tema".
Para Sánchez, algunas legisladoras electas llegan con propuestas que no amplían, sino contribuyen a restringir la democracia.
Un ejemplo es la senadora Gilma Jiménez, la mujer más votada y del Partido Verde. Fue quien propuso introducir la pena de muerte para los violadores de niños mediante un referendo. Finalmente se propondrá establecer la cadena perpetua, que tampoco existe en Colombia, en una consulta aún pendiente.
Otras legisladoras escalaron posiciones y consiguieron votos al estilo clientelista tradicional.
Otras son esposas o hermanas de parlamentarios enredados judicialmente en la parapolítica, como se define la alianza entre políticos y escuadrones de la muerte de ultraderecha ligados al narcotráfico.
Dado que la política en las regiones suele funcionar como un negocio familiar, ellas "heredaron" los votos de varones que pasaron de sus curules a la cárcel, explican analistas y feministas.
Y también está el poder detrás del poder.
"La Gata" Enilce López, ligada al capo de la droga Gonzalo Rodríguez Gacha, muerto en 1989, detenida en 2006 por lavado de activos y en arresto domiciliario por alegados problemas de salud desde 2008, logró cuatro legisladores, todos hombres, dentro del cuestionado Partido de Integración Nacional.
Según la prensa, la también acusada de nexos con paramilitares pagó 100 dólares por cada voto.
