Jóvenes árboles exóticos crecen junto a especies nativas en el sudoriental pueblito alemán de Laufen, en un campo experimental para recomponer los bosques perdidos a causa del recalentamiento planetario.
El bosque del futuro, conformado por abetos búlgaros (Abies borissi-regis), hayas orientales (Fagus orientalis), tilos plateados (Tilia tomentosa), cedros del Líbano (Cedrus libani) y cicutas canadienses (Tsuga canadensis), mantiene algunas características de los viejos abetos, hayas y robles autóctonos alemanes, como es la resistencia al cambio climático.
"Aquí estamos sembrando el futuro", dijo a Tierramérica Randolf Schirmer, director de la Oficina de Botánica Experimental del Servicio Forestal del sudoriental estado de Baviera, a cargo del campo de Laufen.
En los últimos 40 años, el cambio climático y sus fenómenos asociados diezmaron los árboles nativos en Alemania, sobre todo la picea o abeto rojo (Picea abies), explicó. Ésta es una especie que echa raíces poco profundas, por lo que necesita lluvias regulares, además de no ser particularmente resistente a las tormentas.
Los veranos especialmente secos y con temperaturas más altas del decenio pasado, y la creciente frecuencia e intensidad de tormentas y borrascas en el centro de Europa hicieron estragos en la picea.
Según el reporte forestal de 2009 del gobierno alemán, más de 60 por ciento de las piceas del país sufrieron a causa de sequías y tormentas desde 1984. Los daños mayores, manifestados en la sequedad y la falta de crecimiento de las coronas de los árboles, ocurrieron en 1992, 2002, 2003 y 2004.
La debilidad que el cambio climático provoca en la picea también la vuelve propensa a enfermedades y parásitos.
Varios expertos forestales alemanes estiman que, hacia 2100, por lo menos la mitad del bosque actual de piceas habrá desaparecido.
El reporte forestal gubernamental confirma también daños similares en hayas, pinos, abetos y robles. Por ello, las autoridades intentan crear un nuevo bosque, que se adapte mejor a nuevas condiciones climáticas.
Además, el bosque del futuro deberá proteger la biodiversidad, garantizar la continuidad del ciclo del agua, evitar la erosión y proveer de manera sostenible los recursos económicos que la sociedad necesita.
La búsqueda de nuevos árboles para el bosque alemán, iniciada en 2008, siguió las pistas establecidas por el cambio climático.
Los árboles a importar deben crecer ya en regiones en las que imperan las condiciones climáticas pronosticadas para la segunda mitad del siglo XXI en Alemania: temperaturas dos grados más altas que las actuales en el centro de Europa, con 25 por ciento menos de lluvias en los veranos boreales, de junio a septiembre.
Las regiones a explorar en busca de esas especies incluyen el Altiplano boliviano, zonas montañosas de Canadá, China, el oeste de Estados Unidos, el sudeste europeo, especialmente los Balcanes, y el litoral oriental del mar Mediterráneo, Turquía, Siria y Líbano.
Las semillas de los árboles exóticos fueron plantadas en Laufen en la primavera de 2009. Pero algunos, como la especie de la emperatriz (Paulownia tomentosa), no sobrevivieron el cambio de hábitat.
Originario de China, este árbol creció normalmente en su primer verano alemán, alcanzando casi un metro de altura. Pero con la llegada del otoño, y sobre todo del frío invierno actual, murieron todos sus ejemplares sembrados en Laufen.
Su rápido crecimiento había sido una de las razones para importarlo como sustituto de las piceas, explicó Schirmer.
En cambio, arbolitos de pino salgareño (Pinus nigra) y roble pubescente (Quercus humilis), originarios de Turquía, así como de pino ponderosa (Pinus ponderosa), del oeste de Estados Unidos, parecen haberse adaptado al clima del lugar.
Las especies que en los próximos años muestren resistencia al clima regional serán transplantadas a otras regiones del centro de Europa en las que reinen condiciones climáticas similares a las de Laufen, tanto en Alemania como en Austria y Suiza, para supervisar su adaptación general al nuevo hábitat, dijo a Tierramérica.
Sin embargo, la importación de especies exóticas puede constituir un problema ecológico adicional, y no la solución a los derivados del cambio climático.
Las nuevas especies pueden destruir el equilibrio del hábitat, o introducir parásitos y enfermedades desconocidas en la región.
Es el caso del pino de Oregon o abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii), que por su madera fue visto originalmente como el sustituto ideal de la picea alemana. Sin embargo, este pino crece muy rápidamente, alcanzando hasta 60 metros de altura. Por ello es considerado un invasor que desplaza fácilmente a especies locales, más pequeñas.
"En las regiones donde las previsiones climáticas de largo plazo son muy inciertas, las autoridades deben adoptar una estrategia de pocos riesgos" en materia de importación de árboles exóticos, dijo a Tierramérica Andreas Bolte, del alemán Instituto de Investigaciones Forestales.
El lento crecimiento de los bosques permitirá establecer sólo dentro de 40 o 50 años si las decisiones de renovación forestal tomadas ahora fueron las correctas para mitigar el cambio climático.
* Este artículo fue publicado originalmente el 30 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.