En las sociedades futuras, los jóvenes no trabajarán antes de los 25 años de edad y tendrán educación plena con la graduación universitaria como piso y no como meta final, mientras que las jornadas de trabajo para todos podrán reducirse a 12 horas semanales.
La construcción de esa "sociedad superior" que imagina Marcio Pochmann, presidente del gubernamental Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) de Brasil, se financiaría con fondos públicos provenientes del impuesto a las ganancias financieras mundiales, que hoy corresponden a 10 veces la riqueza de la economía real.
Es que la demora de la entrada de los jóvenes al mercado de trabajo para posibilitar que estudien ya es una práctica común en las familias ricas y ahora se debe generalizar, reduciendo la oferta de mano de obra y el desempleo, observó este experto en economía del trabajo.
Esa reorganización social nacerá de luchas y presiones que exigen nuevas formas de asociación más allá de lo sindical, añadió Pochmann, al hablar en el seminario "Progreso para qué y para quién", uno de los programados del Foro Social Mundial Gran Porto Alegre, que va del lunes hasta este viernes en varios sitios de la zona metropolitana de la capital del meridional estado brasileño de Rio Grande do Sul.
De todas formas, la nueva civilización será necesaria porque el actual modelo de consumo es insustentable, sostuvo, y puso como ejemplo a las nuevas viviendas, más grandes, pero donde vive un tercio de las personas que abrigaban un siglo atrás.
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"En Barcelona, en un tercio de las casas vive una sola persona", acotó.
Pero es ese consumo el que se intenta mantener con las medidas adoptadas, liberando billones de dólares para salvar grandes corporaciones y bancos y evitar así la profundización de la crisis financiera internacional, que "es sistémica pero no tan intensa como se preveía" y se prolongará como la recesión japonesa de los años 90, vaticinó.
Las variadas problemáticas, como la climática, la financiera y la hídrica, están convergiendo hacia una crisis global de la civilización, que abre oportunidades y exigen cambios, advirtió por su parte Ladislau Dowbor, profesor de economía de la Universidad Católica de São Paulo.
Dowbor resumió las 12 propuestas del estudio "Crisis y oportunidades", que escribió en conjunto con el "eco-socio-economista" franco-polaco Ignacy Sachs y el director ejecutivo del Instituto de las Naciones Unidas para Formación Profesional e Investigaciones, Carlos Lopes, originario de Guinea-Bissau.
Entre las primeras sugerencias de estos expertos, que buscan alternativas "viables" a la irracionalidad del sistema actual, están el rescate de la dimensión pública del Estado, cambiando el sistema de elección de gobernantes con dinero de las grandes empresas, así como la posibilidad de revisar las cuentas del producto interno bruto, que crece con la deforestación y el aumento de la mortalidad infantil, ya que madera, medicamentos y servicios médicos son productos de mercado.
También asegurar el derecho a la vida, con una renta básica y fuentes de ingresos para todos, cambiar el estilo de vida, tomar el control público de las finanzas gravando las operaciones especulativas, revisar la lógica tributaria y presupuestaria, y facilitar el acceso a tecnologías sustentables.
Dowbor, autor del libro "Democracia económica", está en conexión con un grupo de economistas de distintos países que piensan el "post desarrollismo".
La economía social, que en Brasil tiene una vertiente más limitada, llamada "solidaria", está creciendo y puede hacerse predominante pronto, sucediendo a la basada en la producción material, comentó Dowbor a IPS.
Salud, educación y servicios variados, "intangibles o inmateriales", ya representan gran parte de la economía en muchos países, apuntó.
Por eso entiende que dejar el estilo de vida consumista es posible. En Francia se desarrollaron edificios que consumen un décimo de la energía que necesitan los convencionales, señaló a modo de ejemplo.
En Utah, Estados Unidos, el tiempo semanal de trabajo se acortó a cuatro días, una tendencia que puede incrementarse sin que ello implique achicar la economía, sino haciendo emigrar actividades a otras áreas, como la cultural, arguyó.
Por su parte, el indio Prabir Purkayastha defendió el "conocimiento libre", aboliendo la propiedad intelectual, porque debe "pertenecer a todos y es infinito", ya que no se gasta con el uso. La reorganización de la economía exige nuevas tecnologías adecuadas, incluso en la pequeña producción que debe ser fortalecida y de que China e India acumulan numerosas experiencias, sostuvo.
En su alocución en el debate "Progreso para qué y para quién", este economista y activista por la paz puso énfasis en el "consumo y desarrollo excesivo" de algunos países. Puntualizó que la brutal desigualdad persistente en el mundo es también insustentable.
En India, la mitad de las casas están fuera de la red de suministro de electricidad y la pobreza absoluta afecta a una proporción similar de la población, advirtió.
El desafío, entonces, es combatir la pobreza sin promover el mismo tipo de consumo que se adoptó en los países industrializados.
En Bolivia, el actual gobierno de Evo Morales, aprovechando la acumulación de fuerzas de la sociedad, pudo obtener avances impresionantes, como la inclusión en la Constitución del concepto del "bien vivir", originado en la cultura indígena aymara, así como empoderar a los pueblos con los principios ambientalistas fundamentales.
Pero sus políticas económicas se basan en la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), del viejo espíritu "desarrollista", en frontal contradicción con las conquistas constitucionales, cuestionó Gustavo Soto, del Centro de Estudios Aplicados en Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Bolivia.