Seminarios simultáneos en distintos lugares de Salvador, capital del nororiental estado brasileño de Bahía, agregaron nuevas visiones sobre la crisis global, en el segundo día del Foro Social Mundial Temático (FSMT).
Ponencias de decenas de invitados de distintos sectores de la sociedad enriquecieron el mosaico propuesto por el encuentro, cuyo tema es «Sociedad y gobiernos, debates y alternativas para el mundo post crisis».
La mayoría de los investigadores, economistas, representantes de movimientos civiles, periodistas y funcionarios de gobiernos coincidieron en dos puntos. El primero es que no se ha superado la crisis mundial, que apunta a un recrudecimiento, por tanto la idea de «post crisis» no se sostiene.
El segundo es que, justamente por ser tan amplia y profunda, la crisis provoca el debate, impulsa acciones y abre un abanico de perspectivas positivas que incluyen oportunidades de negocios.
El alemán Peter Karl Wahl, de Economía, Ecología y Desarrollo Mundial (WEED por sus siglas inglesas), afirmó que hay un consenso universal de que la humanidad inicia «otra etapa crucial» en la búsqueda de emancipación e igualdad social que exige un «ajuste de estrategia».
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Para enfrentar las crisis financiera, energética, climática y de gobernanza democrática, de hambre y pobreza, es necesario jerarquizarlas. Los sectores de la sociedad civil, gobiernos progresistas y organizaciones no gubernamentales deberían priorizar la crisis climática.
«Es la primera vez en la historia que no tenemos tiempo de equivocarnos o de enredarnos en largos procesos de toma de decisiones», dijo Wahl.
«Copenhague no funcionó porque la construcción de un consenso sobre cualquier asunto es muy compleja, y una derrota en la cuestión climática significará una gran tragedia en las próximas décadas», sostuvo. Y añadió una provocación: «¿La democracia, que tiene valor por sí sola, será capaz de lidiar con esa urgencia?».
La expansión y el desarrollo de la democracia son las únicas salidas para fortalecerla. Los caminos apuntados por otros ponentes incluyen crear políticas públicas que amplíen la participación popular en el proceso de decisión, y revisar la legislación que favorece los intereses de corporaciones trasnacionales, sectores industriales y financieros.
El ministro interino de Cultura de Brasil, Alfredo Manevy, dijo que la revalorización de la cultura es fundamental para la inclusión social y refuerza esa nueva visión del mundo.
«Las prácticas financieras desreguladas ayudaron a convocar a la sociedad al debate en torno del papel estratégico de la cultura, un hecho político importante. Está claro que los bienes culturales son una forma fundamental de atender a las demandas de las poblaciones excluidas de todo el mundo, y está en curso un nuevo paradigma mas allá del consumo puro y simple de mercancías», reflexionó.
«La política de mercado y el Estado patriarcal, colonialista y desarrollista permanecen», acusó el peruano Roberto Espinoza, representante de los pueblos indígenas andinos y amazónicos, quien también criticó el «capitalismo verde apoyado por Naciones Unidas».
«La voz de los quilombolas (remanentes de comunidades afroamericanas), de los indígenas y de los pueblos forestales aún no es oída, no interesa a nadie. Las hidroeléctricas y las extensas plantaciones de soja siguen expulsándonos de nuestras tierras. Es la perpetuación del racismo y del eurocentrismo históricos amenazando nuestra sobrevivencia», afirmó.
Una visión más global de la crisis —»civilizatoria» para muchos—, surgió en la mesa sobre «Gobernanza y paz mundial». La brasileña Socorro Gomes, presidenta del Consejo Mundial de la Paz, opinó que el tema, presentado como público y democrático, es «ilusorio y perjudicial».
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sido frecuentemente humillada por las grandes potencias, cada vez que emite evaluaciones contrarias a los intereses de estas. «¿Cuántas veces la ONU condenó el embargo a Cuba y la invasión de Iraq?», arguyó.
Estados Unidos, por ejemplo,»viola derechos, no respeta la soberanía de los pueblos, practica la política de tierra arrasada, hizo cambiar constituciones y asesinar a presidentes, como el chileno Salvador Allende, además de atropellar a la ONU, controlar a la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)», dijo Gomes.
«Ese tipo de gobernanza mundial no interesa a los pueblos ni a la paz», recalcó.
«El complejo industrial-militar-financiero-energético» de Estados Unidos está en decadencia, según el investigador argentino Jorge Beinstein. El gigantismo militar del país, del cual dependen directamente o indirectamente 30 millones de estadounidenses, es al mismo tiempo su fuerza y su talón de Aquiles, en su opinión.
«Se hizo cada día más caro controlar el mundo en los 10 últimos años, ellos no esperaban una resistencia tan continua y aguerrida en Iraq, en Palestina y Afganistán», observó. Estados Unidos vuelve ahora sus ojos hacia América Latina y África, detrás del petróleo, el agua y la tierra cultivable para sembrar alimentos y biocombustibles.
El nuevo blanco ahora serían las reservas mundiales de litio, materia prima para las baterías de automóviles eléctricos, 90 por ciento de ellas concentradas en Bolivia, Argentina, Chile y Brasil.
«Ellos harán cualquier cosa para desestabilizar a los gobiernos de esos países y apoderarse de tales recursos», advirtió.
«Son sanguinarios, violentos, poderosos y criminales de guerra, pero no son invencibles y muestran una capacidad operacional cada vez menor. Los países periféricos necesitan organizarse en torno a esa fragilidad y tratar de crear nuevos dispositivos de seguridad global», concluyó Gomes.
*Periodista de Envolverde.