Construir un nuevo Estado nacional es una de las tareas necesarias para el otro mundo que creen posible los activistas reunidos en el Foro Social Mundial (FSM).
El «Estado neoliberal», constituido en las tres últimas décadas fue «secuestrado» por el capital financiero y las grandes corporaciones transnacionales que lo convirtieron en su «principal medio de acumulación de capital», sostuvo João Pedro Stédile, uno de los coordinadores del brasileño Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra.
La organización del Estado y del poder político fue el tema de un panel del seminario «Diez años después», del FSM celebrado en el Gran Porto Alegre, donde habló Stédile, también coordinador del movimiento internacional La Vía Campesina.
El Foro se compuso de numerosas actividades en siete ciudades de esta meridional región metropolitana de Brasil, desde el lunes hasta este viernes.
Tomar el gobierno simplemente «no cambia la naturaleza» de ese Estado que sucedió a los dos existentes en los 200 años transcurridos entre la Toma de la Bastilla en Francia, en 1789, y la caída del Muro de Berlín, en 1989: el republicano y el socialista, señaló Stédile al explicar la persistencia de políticas favorables al capital financiero aun en gobiernos de izquierda.
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En Venezuela, los programas que benefician al pueblo tienen que ser ejecutados a través de mecanismos «fuera del Estado», ejemplificó.
El Banco Central tiene hoy más poder que las demás instituciones del Poder Ejecutivo y funciona de forma independiente del gobierno. En esa situación sería más justo que su presidente también fuese elegido por el voto popular, observó.
Los partidos políticos perdieron sentido en esa realidad y «sólo sirven a la corrupción», acotó.
Ese es el Estado que «criminaliza» a los movimientos sociales y a la población en general, como comprueba la matanza de jóvenes, la mayoría negros o mestizos, que ejecuta la policía de Río de Janeiro: más de 10.000 asesinados en la década pasada, señaló.
Se necesitará una gran acumulación de fuerzas de los movimientos sociales, estatizar el sistema financiero y someter al Banco Central a un control popular, sostuvo Stédile. Pero para esa «transición, aún no tenemos diseñado un modelo alternativo de Estado», admitió.
En Bolivia se está construyendo un «nuevo Estado», que es plurinacional y por primera vez reconoce plenamente a las «36 naciones indígenas originales a las que por 500 años se negó su cultura y territorio», afirmó Pablo Solón, veterano activista de la Alianza Social Continental y ahora embajador de su país ante las Naciones Unidas.
«Incluir a todos, especialmente a los tradicionalmente excluidos», constituye la fuerza del nuevo Estado, cuyo espíritu se refleja en el primer gabinete ministerial boliviano que tiene la mitad de las carteras en manos de mujeres.
En Bolivia había un «Estado colonial, secuestrado por la embajada de Estados Unidos» que ejercía una injerencia total, de manera que no se nombraba a un ministro sin su autorización, acotó Solón.
Ahora se trata de «recuperar el poder económico para el Estado y el pueblo», a través de la nacionalización de los hidrocarburos y de muchos otros recursos, porque «todo se había privatizado» en Bolivia, desde la energía a los ferrocarriles, las comunicaciones y otros servicios básicos.
«Todo vuelve al Estado, bajo control de la población», aseguró, recordando que no pudo asistir al primer FSM en 2001, porque en aquella época los bolivianos luchaban contra la privatización del agua en la central ciudad de Cochabamba, y triunfaron expulsando a la empresa transnacional que se había adjudicado la explotación de ese recurso.
El nuevo Estado se inspira en las enseñanzas indígenas del «vivir bien», que significa compartir todo y no pretender «estar mejor siempre», porque hay límites naturales y de equidad.
Los subsidios mediante bonos de educación y salud y el crédito a pequeñas empresas, emprendimientos comunitarios y campesinos permitieron que Bolivia tuviera uno de los mejores desempeños económicos de América Latina el año pasado, dijo Solón.
En medio de la crisis mundial, el país sudamericano tuvo un crecimiento promedio del producto interno bruto de cuatro por ciento anual desde 2006, cuando asumió el gobierno de Evo Morales, además de aumento en las reservas internacionales y reducción del desempleo, sostuvo.
Sin embargo, solo un «cambio en la correlación de fuerzas en el mundo» permitirá transformar radicalmente al Estado boliviano, admitió Solón.
Entre los problemas a enfrentar se encuentra la militarización de América Latina, con la expansión de las bases militares estadounidenses, como parte de la «contrarrevolución» que promueve el «imperialismo en reacción a los avances de la izquierda» en la región, dijo.
Un desafío «fundamental» que, en su opinión, también proviene del capitalismo es el cambio climático.
Por eso Bolivia convocó a una conferencia internacional sobre el tema, a celebrarse entre 19 y 22 de abril, en la que propondrá la aprobación de unos derechos universales de la Madre Tierra.
Los derechos humanos atienden «solo a una parte del sistema», desconociendo la naturaleza, cuyos derechos también tienen que ser reconocidos y respetados para que vuelva la armonía, arguyó.
El gobierno de Morales, resultado de una acumulación de luchas, está a «la vanguardia del nuevo paradigma» en su discurso y conquistas simbólicas, reconoció Gustavo Soto, investigador del Centro de Estudios Aplicados a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Bolivia.
Sus medidas, como convertir en ley nacional la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas, representan un avance singular en cuestiones ambientales e indígenas.
Pero en la práctica, en la política interna, se mantiene el paradigma «desarrollista» con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) en el centro de los planes de gobierno.
Esto echa por tierra todo el discurso indígena y ambiental, porque significará graves daños al ambiente y a los pueblos nativos, pero esa contradicción es quizás imposible de evitar, pues «la aspiración del desarrollo» convencional es muy fuerte en toda la población, matizó Soto.