El gran desafío de la humanidad es atender clamores sociales, especialmente de los mil millones de personas que están «al margen de la vida», y conciliarlos con las exigencias ambientales, declaró este sábado Patrus Ananias, ministro de Desarrollo Social brasileño.
En representación del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que no pudo concurrir por consejo médico después de sufrir una crisis de hipertensión el miércoles, el ministro observó que asegurar condiciones básicas de vida a mil millones de seres humanos que hoy pasan hambre, implica producir alimentos y otros bienes, afectando el ambiente.
Cerca de 600 personas llenaron el salón del hotel Pestana, en la orla playera de Salvador, capital del norteño estado de Bahía, para escuchar a gobernantes y activistas en la mesa de «Diálogo y controversias entre actores sociales y representantes del gobierno brasileño».
Fue la principal actividad del Foro Social Mundial Temático (FSMT) de Bahía, que se celebra desde el viernes a este domingo, como uno de los numerosos encuentros «descentralizados» del FSM este año.
Las salidas para superar la aparente oposición entre producción y protección de la naturaleza son la economía solidaria, la agricultura familiar, la formación de cooperativas y «sobre todo reducir el consumo», recomendó Ananias.
[related_articles]
Otra dicotomía, pero totalmente «falsa» según el ministro, es «entre crecimiento económico e inclusión social». La experiencia brasileña comprobó que políticas sociales, como el subsidio Beca-Familia, una ayuda condicionada a 11 millones de hogares muy pobres, y las pensiones a discapacitados, «ayudaron a superar los efectos de la crisis» financiera internacional en Brasil.
Las transferencias de renta y la red de protección social, por las cuales millones de familias dejaron la pobreza y pasaron a ser consumidoras, ayudaron a recuperar la economía en «un círculo virtuoso de crecimiento con justicia social», destacó.
«Estamos erradicando el hambre» y, según un estudio, si se mantienen las actuales políticas, también la pobreza en Brasil se reducirá a un nivel de país desarrollado en 2016, celebró Ananias.
Pero la violencia, que provoca la muerte prematura de decenas de millones de jóvenes al año, víctimas de asesinatos y accidentes de tránsito, empaña los grandes avances económicos y sociales del país, admitió el ministro, llamando a los activistas presentes a combatir las causas de tanta violencia en «un pacto por la vida».
En el mundo actual, los gobiernos enfrentan contradicciones muchas veces no consideradas en sus opciones, destacó Bernard Cassen, uno de los fundadores del Foro Social Mundial en 2001 y de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras para la Ayuda a los Ciudadanos (Attac).
El libre comercio, que los gobiernos negocian en la Organización Mundial de Comercio, es «el enemigo número uno del imperativo ambiental» que los mismos gobiernos no logran acordar en las conferencias sobre cambio climático, para reducir las emisiones de gases del efecto invernadero que provocan el calentamiento de la Tierra, observó.
Fomentar el comercio internacional resulta en aumentos de las emisiones por el gasto de energía en el transporte, explicó. Por eso él considera un gran triunfo el fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), blanco de una fuerte campaña de una red de organizaciones que se reúnen en el Foro Social Mundial.
«Hay que producir localmente, fortalecer la soberanía alimentaria, relocalizar la economía», concluyó, señalando al libre comercio también como «un arma de los poderosos en desmedro de la democracia».
Otro ministro brasileño presente en la mesa de diálogo, Samuel Pinheiro Guimarães, titular de Asuntos Estratégicos, destacó que el gobierno de Lula adoptó una dinámica similar a la de los foros mundiales, promoviendo más de 60 conferencias nacionales en las que la sociedad se manifiesta libremente, buscando influir en las políticas del Estado.
En un mensaje dirigido a los participantes del FSMT, Lula saludó al Foro Social Mundial como un proceso que «expresa fuerzas y energías transformadoras» que significan más que un contrapunto al Foro Económico Mundial, que reúne a grandes empresarios y banqueros en el poblado suizo de Davos, también en esta época del año.
Seguir luchando por la reforma agraria que construya una agricultura sustentable y genere empleos para los jóvenes en el campo fue la posición expuesta por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, manifestada por uno de sus coordinadores, João Paulo Rodrigues.
Brasil es uno de los países de mayor concentración de tierras en manos de pocos propietarios, con muchos latifundios improductivos, destacó.
Líderes sindicales, como Artur Henrique, presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT, fundada en 1983 con participación de Lula como sindicalista), destacaron la «centralidad del trabajo» en un modelo de desarrollo a construir, con condiciones dignas para los trabajadores, eliminando situaciones similares a la esclavitud y la «flexibilización o precarización» de la informalidad.
Nair Goulart, vicepresidente de Fuerza Sindical, otra central obrera, fue la presentadora de la mesa de diálogo y anunció que el Foro de Bahía ya había recibido más de 10.000 inscriptos para sus tres días de debates y actos variados.
Un análisis de los cambios internacionales fue presentado por Carlos Lopes, subsecretario general adjunto de las Naciones Unidas, que subrayó el «fin del mundo unipolar». Eso refleja los cambios de la última década, que coincide con la existencia del FSM, como China acumulando 2,7 billones de dólares en reservas y subsidiando el consumo de Estados Unidos.
El ascenso del Grupo de los 20 países económicamente más importantes (G-20) como foro de las discusiones sobre destinos del mundo es otro resultado de los cambios, aunque un «paliativo» para los desequilibrios mundiales, acotó.
Nuevas formas de negociación internacional se impusieron en comercio y clima, por ejemplo. Ya no se aprueban decisiones sin la voz de países pobres, como los africanos, señaló.
Pero «el mundo nuevo aún no llegó, las desigualdades persisten», las crisis son «multifacéticas» y ni siquiera se conoce suficientemente su extensión, advirtió Lopes, que dirige también el Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional e Investigaciones.