Nadie construye un mundo nuevo dando la espalda a la vieja política y sus ideas, fue el consenso singular surgido en una de las mesas redondas del seminario «Diez años después», del Foro Social Mundial que se desarrolla esta semana en esta meridional ciudad brasileña.
Es que no estaba en el programa la crítica a la autorreferencia, esa manía que lleva a los que quieren una nueva sociedad a mirarse solamente a sí mismos, olvidando que es preciso convertir a la gran mayoría de los no convertidos. Ello surgió naturalmente entre los ponentes de la mesa de debate sobre coyuntura política.
A lo largo de tres horas, el estadounidense Michael León Guerrero, la brasileña Nalu Farías, el boliviano Gustavo Soto Santiesteban y el francés Bernard Cassen se refirieron a ella en sus charlas para cerca de 350 personas, reunidas en el antiguo almacén 6 del muelle de Porto Alegre, transformado hace años en un espacio para eventos culturales.
Los tres primeros viven en sociedades inmersas en procesos de cambio llenos de contradicciones, y por eso mismo, desafiantes. Cassen, por su parte, critica la autorreferencia hace años, desde el Consejo Internacional del Foro Social Mundial (FSM).
En su papel de uno de los articuladores de la Alianza por la Justicia Mundial y del Foro Social de Estados Unidos, Guerrero fue el primero en tener la palabra. No eludió el tema del que se esperaba que hablara, es decir, los límites y las decepciones del primer año de gobierno de Barack Obama.
Guerrero describió la miseria de las medidas para recuperar la economía, volcadas principalmente a salvar a los grandes bancos que provocaron la crisis, y destacó la gravedad del drama social: un desempleo de hasta 17 por ciento (si se consideran los trabajadores que ya dejaron de buscar trabajo), millones de familias expulsadas de sus casas, y 36 de los 50 estados de la federación en mora.
Asimismo, destacó el continuismo en la política exterior estadounidense, reflejado en la tolerancia hacia el gobierno golpista de Honduras y en la incapacidad de presentar una propuesta aceptable de reducción de las emisiones de dióxido de carbono en la cumbre sobre cambio climático de diciembre en Copenhague.
Pero fue más allá. "Sería injusto culpar sólo al presidente. Debemos investigar por qué los propios movimientos sociales todavía no son capaces de aprovechar la oportunidad que se abrieron hace un año", instó.
La elección de Obama fue fruto del deseo de revisar las ideas y políticas que prevalecieron en el mandato de su antecesor, George W. Bush (2001-2009). Pero una cosa es depositar en la urna un voto por el cambio, y otra es vencer el enorme poder que tienen los conservadores en todos los espacios del Estado, observó.
La debilidad de los movimientos está, según Guerrero, en no haber articulado una movilización social suficiente para contraponerse a este poder. La derecha, paralizada hasta el fin del año pasado, recuperó su ánimo y promueve encuentros en todo el país, en los que denuncia la supuesta "socialización" promovida por Obama.
"¿Dónde estamos nosotros, mientras eso pasa?, preguntó Guerrero. El mensaje fue claro y puede tener eco en otras realidades: si queremos transformación social, ¿podemos depositar las esperanzas en manos de un único gobernante? ¿Es justo atribuirle a éste las insuficiencias de la sociedad civil?
Nalu Farías, coordinadora de la Marcha Mundial de las Mujeres en Brasil, habló a continuación y destacó los avances políticos en América Latina. "El capitalismo tiene un enorme poder de regeneración, pero en nuestra región estamos logrando vencerlo en batallas importantes", dijo.
La activista se refirió especialmente a la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsada por Washington, "lograda porque los movimientos se supieron unir a partir del Foro Social Mundial".
También destacó la distancia que existe todavía entre el mundo que propone la sociedad civil y el punto hasta donde pueden o quieren avanzar los gobernantes.
"Por eso es necesario seguir presionando a los gobiernos, incluidos los progresistas", puntualizó, y opinó que el FSM debe cumplir mejor el papel de articulador de esas presiones.
A su vez, el boliviano Gustavo Soto Santiesteban, del Centro de Estudios Aplicados a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Ceadesc), expuso aspectos poco conocidos, en el imaginario de la izquierda, sobre el gobierno de su país, conducido por el aymara Evo Morales.
"Me enorgullezco de ser contemporáneo del primer presidente indígena de mi país, quien además de eso le está dando a Bolivia una proyección internacional inédita", destacó.
No obstante, Santiesteban ve en la política económica del gobierno boliviano las marcas del industrialismo y el consumismo.
"El proyecto mayor del presidente es el IRSA, una enorme red de integración física de América Latina que amenaza las tierras, las culturas y los derechos colectivos de los pueblos de la Amazonia", observó, para sorpresa de quienes ven en Morales apenas un promotor del "buen vivir" tradicional de las comunidades indígenas.
Aun así, hay que ir más allá de la simple denuncia, exhortó el activista. "Debemos reconocer que el industrialismo y el consumismo están en el corazón de nuestros pueblos, y no sólo en los planes de nuestros gobernantes. Sólo por medio de un debate cultural profundo y prolongado será posible difundir otros modelos de vida", dijo.
El último en usar el micrófono fue el francés Bernard Cassen, del Foro Mundial de las Alternativas, quien insistió en la promoción que hace desde el Consejo Internacional del FSM de una nueva relación entre los movimientos sociales y los gobiernos progresistas.
Cassen partió de un análisis de los cambios mundiales producidos desde 2001. "Cuando nos reunimos por primera vez en Porto Alegre, era fácil identificar al enemigo: lo eran casi todos los gobiernos, las instituciones financieras multilaterales y, al frente de todos, Estados Unidos", recordó.
Todo eso cambió. "Atorado en Iraq y Afganistán, Estados Unidos se está dando cuenta de que no basta con el poder militar para ganar guerras. En el plano geopolítico, surgen China e India como potencias y el G-20 (Grupo de los 20 países industrializados sumados a economías emergentes) sustituye al G-8 (Grupo de los Ocho países más ricos)".
"Pero los cambios se hacen dentro del capitalismo, no contra él. El surgimiento en América Latina de una serie de gobiernos progresistas reduce el poder norteamericano no sólo en el plano mundial, sino en su esfera tradicional de influencia", resaltó Cassen.
Ante estas transformaciones, el FSM debe permanecer como un espacio no jerárquico, abierto a toda la sociedad civil, exhortó. "Pero, además de los Foros, es posible crear otras alianzas. Ellas abarcarán movimientos sociales que quieran avanzar un poco más y gobiernos dispuestos a sumarse a ellos", sostuvo.
En favor de su hipótesis, Cassen recurrió a un ejemplo histórico. "Aldo Moro, el primer ministro italiano de los años 70, hablaba de convergencias paralelas. Él creía que, aunque su Democracia Cristiana y el Partido Comunista tuviesen objetivos distintos, determinadas propuestas podrían atender, por motivos diferentes, los intereses de ambos".
"No veo por qué no tratar de buscar puntos que nos unan con los gobiernos progresistas en estas condiciones", concluyó.