En febrero de este año, la crisis económica mundial estaba en su peor momento. La caída de la producción industrial y de las exportaciones en ese mes proyectada a un año se aproximaba a 40%. Al mismo tiempo, el comercio se hundía dramáticamente. El panorama era ciertamente sombrío.
Ahora, a fines del 2009, se han hecho progresos, pero no estamos todavía libres de preocupaciones.
Las acciones emprendidas por los gobiernos y los bancos centrales han restaurado algo de orden en los mercados financieros internacionales. La crisis había sido desatada por los excesivos incentivos para tomar riesgos imprudentes, pero también por la incapacidad de las autoridades supervisoras para regular adecuadamente el sistema financiero.
Asimismo, se han realizado esfuerzos para remodelar el sistema financiero internacional. Está en marcha un proceso masivo
para sanear el patrimonio de los bancos y es probable que esto desaliente durante un tiempo la concesión de préstamos frescos.
No obstante, se han logrado algunos progresos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el total de los activos depreciados se ha reducido a unos 3 billones de dólares, lo que significa que el proceso de limpieza ha llegado ya a mitad de su camino. Pero estos progresos son demasiado lentos. Los balances están siendo golpeados por los efectos del segundo round de la recesión, ya que la disminuida actividad afecta los reembolsos de los préstamos.
También se hacen, a alto costo para la economía mundial, esfuerzos para enfrentar la crisis de solvencia. Bancos internacionales y nacionales deben ser recapitalizados en línea con las pérdidas registradas en sus balances, lo que significa que cientos de miles de millones de dólares de fondos públicos y privados serán todavía necesarios para consolidar el sector financiero. Todo esto apunta más a una continuada contracción de los balances bancarios que a una expansión crediticia. La crisis del crédito en los países industrializados seguirá siendo un factor dilatorio en la recuperación global.
La restauración de la confianza pública en los bancos y otros intermediarios financieros depende de la adopción de prudentes reformas. Uno de los primeros pasos ha sido el fortalecimiento de la estructura de gobernabilidad bajo la cual se establecerán nuevas normas para la regulación y supervisión de los bancos. El Comité de Basilea de Supervisión Bancaria ha ampliado su membresía y ha sido puesto bajo la autoridad de un recién establecido Consejo de Estabilidad Financiera (FSB).
Es importante que esta regulación sea aplicada de un modo no discriminatorio, a fin de evitar toda forma de re-nacionalización del crédito. Y los países que han apuntalado a los bancos deberían retirarse gradualmente en la medida que tenga lugar el saneamiento patrimonial bancario.
Por supuesto, todo esto viene concretándose con un costo elevado para las finanzas públicas y no debería prolongarse más de lo sustentable. Los gobiernos tendrán que afrontar el desafío que les presenta un incremento sustancial del endeudamiento público.
Una estricta observación de las políticas comerciales y de inversión ha sido también emprendida para prevenir tendencias proteccionistas capaces de frustrar los esfuerzos generales de recuperación.
La existencia de un sistema comercial mundial sólido y basado en reglas ha contribuido para contener al proteccionismo. Aunque se han adoptado algunas medidas restrictivas, el volumen del comercio mundial afectado ha permanecido bajo el 1%. Por segunda vez en algo más de una década -la primera fue la crisis financiera asiática en 1997- el sistema comercial multilateral ha pasado la prueba de una significativa depresión sin mayores trastornos en la política comercial.
Pero las presiones en pro de acciones proteccionistas, con sus ilusorias ganancias para la economía doméstica, no disminuirán necesariamente a corto plazo. Con el persistente desempleo, que continúa creciendo, estas presiones bien pueden incrementarse.
Además, si los desequilibrios globales se acentúan de nuevo con el incremento de la actividad económica, como es posible que suceda, ello implicará un impulso adicional a las presiones proteccionistas, como ocurrió en los años 80. El aumento del desempleo y el desequilibrio en el comercio internacional conforman una potente combinación que incentiva las demandas de proteccionismo.
Ésta es una desafortunada ironía, dado que estos desequilibrios se manifiestan en términos comerciales pero no son causados por el comercio, sino que reflejan realidades macroeconómicas.
Esas realidades nos dejan sin espacio para la complacencia en lo que atañe al comercio. Y ello es parte del mucho más grande contexto sistémico por el cual completar la Ronda Doha de negociaciones comerciales mundiales es tan vital. No se trata solamente de cosechar las ganancias potenciales de un acuerdo mundial que amplíe el comercio y reduzca los subsidios. económicos. Tan importante como ello es que una Ronda Doha exitosa refuerce la acción de los gobiernos cuando deban enfrentar las presiones proteccionistas. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Pascal Lamy, Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC).