El fracaso de las conversaciones climáticas en Copenhague pone una vez más en duda la efectividad del sistema de negociaciones multilaterales que exige consenso, por ahora imposible, para la toma de decisiones urgentes.
"La gobernanza global no pasa por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyo mecanismo de negociaciones es poco efectivo", según Eduardo Viola, profesor de la Universidad de Brasilia que estudia la geopolítica del cambio climático.
Así lo demuestran procesos similares que se desarrollan en el ámbito de la ONU, por ejemplo el de desarme nuclear, o la propia Ronda de Doha, en la Organización Mundial del Comercio.
Un acuerdo incluso informal entre las "tres superpotencias climáticas", China, Estados Unidos y la Unión Europea, es indispensable para destrabar un tratado mundial aún invisible en el horizonte porque las dos primeras son "irresponsables" en ese tema, sentenció.
"China parece menos irresponsable porque se oculta detrás de Estados Unidos", pero su propuesta de reducir la intensidad de producción de carbono en 40 por ciento equivale a un aumento de 80 por ciento de sus emisiones de gases invernadero hasta 2020, lo que haría imposible contener el calentamiento global en dos grados centígrados, sostuvo Viola.
[related_articles]
Estados Unidos, por su lado, enfrenta "una crisis de gobernabilidad" por la paralizadora "capacidad de resistencia de las minorías", que limita el poder del presidente Barack Obama, enfrentado a tres desafíos cruciales: aprobar la reforma del sistema de salud, la ley climática y contener la pérdida de popularidad, evaluó.
La tarea se agiganta porque "la mitad de la población estadounidense ni siquiera cree en el cambio climático", advirtió.
En Copenhague se intentó en el último momento disfrazar el fracaso de la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-15), celebrada entre el 7 y el 19 de diciembre, a través de un acuerdo entre Estados Unidos y el grupo BASIC (Brasil, Sudáfrica, India y China).
El intento no resultó y provocó una división en el Grupo de los 77 (G77), que representa a más de 130 países del mundo en desarrollo en su intento de mantener vigentes las reglas del Protocolo de Kyoto.
Bajo este Protocolo, en vigor desde 2005, solo 37 naciones ricas e industrializadas asumen metas compulsivas de reducción de las emisiones contaminantes, pero perdió fuerza por la no adhesión de Estados Unidos.
De todos modos la negociación directa entre Obama y el BASIC apunta en la misma dirección de soslayar la dificultad de lograr consenso entre 194 países, cuyas desigualdades y heterogeneidad se amplían en la cuestión climática.
El malogro de la COP-15 estaba previsto por Roberto Smeraldi, director de Amigos de la Tierra/Amazonia Brasileña, que solo espera un acuerdo global de hecho para 2011 o "quizás el próximo año", tiempo necesario para "madurar un liderazgo" capaz de adoptar alguna acción que arrastrará a los demás.
Según su evaluación, "los avances no pasan por la negociación diplomática, que busca acuerdos por el mínimo denominador", insuficiente en este caso, sino por la economía y un líder que "arriesgue la delantera", como pasa en las carreras algún tiempo después del inicio en el que todos van juntos.
Ese liderazgo, "con masa crítica y credibilidad" solo puede venir de países que encabezan las emisiones de gases invernadero y con condiciones económicas que le permiten asumir la vanguardia, explicó. Europa podría hacerlo, pero no lo hizo, y condicionó sus metas a las ofertas de otros grandes emisores, ejemplificó a IPS.
Entre las posibles iniciativas en ese sentido Smeraldi apuntó la imposición unilateral de gravámenes a productos con alta intensidad de carbono y la asignación de billones de dólares, como se hizo para salvar bancos en la reciente crisis financiera, a tecnologías limpias, obligando los demás a seguir el ejemplo para no perder competitividad.
"Sería ilógico que la diplomacia se adelantara a la economía" y hubiera obtenido así un acuerdo vinculante en Copenhague, acotó. Pero hubo señales prometedoras, como la fuerte presencia de empresarios en la COP-15, aunque sin voz ni acceso a los debates, mostrando sus tecnologías, productos y servicios.
Los cambios en la economía son rápidos, observó Smeraldi, y puso como ejemplo a Internet y la migración del capital financiero hacia China: en 2002, entre los 20 mayores bancos del mundo 17 eran británicos o estadounidenses, hoy son solo tres, mientras los cuatro primeros son todos chinos.
Brasil, en su opinión, tiene condiciones de liderazgo, pero parcial, por sus características específicas de poseedor de enormes reservas forestales y de avances en la "civilización de la biomasa", prevista por Ignacy Sachs, polaco naturalizado francés que se autodefine como "ecosocioeconomista".
Este país sudamericano está entre las seis "potencias climáticas", con poder limitado en relación a las tres "superpotencias" para encaminar soluciones globales, pero que realizó "una revolución en su política climática este año", asumiendo metas voluntarias de reducción de emisiones y de la deforestación, reconoció Viola.
La decisión de la ex ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, de dejar el gobernante Partido de los Trabajadores en agosto para preparar su candidatura presidencial por el Partido Verde fue uno de los "factores convergentes" del cambio de rumbo del gobierno brasileño, pues puso el clima y el ambiente en la agenda electoral, destacó.
Otro factor, según Smeraldi, fueron las iniciativas de gobiernos estaduales. El del sureño São Paulo, que concentra un tercio del producto interno bruto nacional, adoptó una meta de 20 por ciento de reducción absoluta de gases invernadero hasta 2020, mientras los estados amazónicos presionaron por la inclusión de los bosques en la negociación climática.
Hace tres años el gobierno brasileño "ni siquiera admitía incluir la deforestación" en las negociaciones, solo en la COP-13, celebrada en Bali, aceptó la Reducción de Emisiones de Carbono por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD) como generadora de créditos de carbono o fondos climáticos, recordó.
El discurso del presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue el más aplaudido en Copenhague, por reclamar un fuerte tratado vinculante y ofrecer contribuciones brasileñas para su concreción, pero contradijo sus políticas internas, observó Sergio Santos Filho, secretario ejecutivo del no gubernamental Instituto Socioambiental (ISA).
Lula "amnistió" la deforestación practicada por terratenientes, suspendiéndole multas y concediéndoles plazos de tres años para cumplir reglas ambientales, una semana antes de hablar en la COP-15, y está cediendo a presiones de hacendados en la reforma del Código Forestal, destacó el activista.
Además, el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), eje orientador del gobierno, sigue los viejos paradigmas de la expansión económica, intensiva en carbono, acotó.
El fracaso de Copenhague es grave porque la situación del clima se agrava cada año y las negociaciones no avanzan al ritmo necesario, advirtió. En cinco años se derretirá el hielo del Ártico, elevando el nivel de los océanos, dijo Filho.
El exceso de lluvias en el sur de Brasil y las sequías en el norte amazónico ya no pueden explicarse simplemente por el fenómeno periódico de El Niño, concluyó.