Hay algunas naciones industrializadas y organizaciones que tergiversan la incidencia de la silvicultura y el cambio de uso de la tierra para reducir la pobreza y no reconocen las necesidades económicas de los países en desarrollo, según un informe que crítica a los ambientalistas.
La investigación «Conversion: The Immutable Link between Forestry and Development» («Conversión: el inmutable vínculo entre silvicultura y desarrollo») fue elaborada por Alan Oxley, presidente de la organización World Growth, con sede en Estados Unidos, creada para equilibrar el debate sobre comercio, globalización y desarrollo sostenible, según se puede leer en su sitio de Internet.
Abogar para que no se dé otro uso al territorio selvático es una estrategia contraria al desarrollo, arguyó Oxley.
El argumento erróneo de no destinar fondos a las políticas centradas en el crecimiento económico y sí a los programas de conservación es que son el sustento de «poblaciones que dependen de la selva», señala el documento.
Pero es una «hipocresía verde», remarcó, pedirle a las naciones en desarrollo que renuncien a las oportunidades económicas que disfrutaron los países industrializados.
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«La FAO (Organización de las Naciones Unidas parar la Alimentación y la Agricultura) consideró durante mucho tiempo que darle otro uso a la selva es una solución para las naciones en desarrollo que cuenten con ese recurso» explicó Oxley a IPS.
«Fue el camino recorrido por Europa para desarrollarse, pero ahora los países de la Unión Europea (UE) se lo quieren negar a las naciones en desarrollo», subrayó.
Estados Unidos y «la UE decidieron dejar al sector agrícola fuera de los límites nacionales y de los programas de reducción de emisiones comerciales. Pero insisten en que la principal forma para que las naciones en desarrollo reduzcan las suyas es terminar con el cambio de uso de la tierra», añadió.
Indonesia fue un objetivos particular porque tiene la mayor industria forestal de Asia sudoriental, remarcó Oxley.
Hubo una campaña sostenida del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) y de Greenpeace, de los gobiernos europeos, encabezados por Gran Bretaña y Holanda, y del Banco Mundial para exagerar el grado de deforestación y subestimar la superficie del territorio preservado para la conservación.
Los activistas exageran la incidencia de la tala ilegal y tergiversan los beneficios económicos que dejan al país los cultivos en territorio selvático y la industria de aceite de palma.
El informe ofrece un estudio comparado sobre los bosques y el desarrollo de Indonesia y Europa occidental que usa de argumento para demostrar el doble discurso que se aplica a las naciones en desarrollo en el debate climático.
Las tierras cultivadas dominan la región europea, mientras las selvas lo hacen en Indonesia. Las zonas agrícolas cubren 40 por ciento del territorio del viejo continente y sólo 29 por ciento del país asiático.
Las áreas boscosas dominan 50 por ciento de ciento del territorio indonesio, y poco más de 35 por ciento del europeo.
«La fijación de las organizaciones ambientalistas con frenar la silvicultura les impide ver la única solución para evitar la tala excesiva y terminar con la pobreza. Una de las formas más efectivas para ello es promover una agroindustria que dé beneficios económicos», concluyó Oxley.
La conversión de la selva de Indonesia es una actividad planificada y administrada, según Doddy Sukadri, presidente de uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y silvicultura, del Consejo Nacional de Indonesia para Cambio Climático.
«Desde 1980, mucho antes de que se hablara de la conversión de la tierra como ahora, Indonesia ya había destinado 50 por ciento de la zona para otros usos relacionados con el desarrollo, como agricultura, vivienda y cultivos, entre otros», dijo Sukadri a IPS.
Indonesia es el principal contaminador a causa de la deforestación y el tercer emisor, detrás de Estados Unidos y China, de gases invernadero, según Greenpeace.
En los últimos 50 años se destruyeron más de 74 millones de hectáreas de bosques —talados, quemados, degradados o hechos pasta de celulosa—, y la producción dio la vuelta al mundo.
«El señor Oxley y sus empresas son conocidos negadores del cambio climático y se concentran en enlentecer y socavar las acciones efectivas» para contener el fenómeno, respondió Stephen Campbell, del capítulo de Asia Pacífico de Greenpeace, al ser consultado por el informe dirigido por el presidente de World Growth.
Greenpeace se opone a la tala de bosques nativos, según Campbell. Es un paso necesario para evitar el caos climático, preservar la biodiversidad y proteger la tierra, los derechos y la cultura de las poblaciones selváticas.
En lo que respecta a terminar con la pobreza, la organización sostiene que la asistencia económica al desarrollo debe lograrse mediante un acuerdo en materia de cambio climático.
Greenpeace propuso un mecanismo llamado Bosques para el Clima, que está siendo seriamente considerado en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP 15), que comenzó el 7 de este mes y terminará este viernes.
Los representantes y delegados de los países procurarán fijar objetivos más drásticos en materia de reducción de emisiones de gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario para los países en desarrollo y otros más para los no signatarios del Protocolo de Kyoto, cuyas metas fueron establecidas para 2012.
El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, obliga a los 37 países industriales que lo ratificaron a reducir sus emisiones para 2012 a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.