La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, avanzó este año en una serie de medidas reclamadas por la oposición y organizaciones sociales. Sin embargo, sigue perdiendo apoyo, según las encuestas, y los analistas lo atribuyen a su estilo confrontativo y a una cierta decepción por su gestión.
El seguimiento de la opinión pública realizado este mes en todo el país por la consultora Management & Fit indica que la mandataria centroizquierdista tiene una imagen negativa de 59,8 por ciento y 17,8 por ciento de imagen regular aún en el contexto de lanzamiento de proyectos demandados por fuerzas políticas progresistas y amplios sectores sociales.
La decisión del gobierno de que se transmitan los partidos de fútbol del campeonato local por la televisión abierta y pública, desplazando así el monopolio de una señal por abonados, y una nueva ley de medios audiovisuales reclamada por una coalición de organizaciones sociales desde hace más de dos décadas no alcanzaron para mejorar esta imagen negativa creciente de Fernández.
Tampoco se logró un cambio, al menos hasta ahora, a partir del decreto que impuso el pago de una novedosa asignación de 50 dólares mensuales por cada hijo menor de 18 años de personas sin empleo o que trabajen en la economía informal. La medida entrará en vigor en diciembre y beneficiará a unos cinco millones de niños, niñas y adolescentes.
La asignación era planteada por todo el espectro de la oposición, por las centrales sindicales y por la Iglesia Católica. No obstante, estos pasos no son capitalizados por la presidenta, que en cambio afronta múltiples reclamos y protestas callejeras sobre todo en la ciudad de Buenos Aires de parte de organizaciones sociales y de trabajadores.
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"Hay 70 por ciento de desacuerdo con temas coyunturales sobre los que preguntamos, que corrobora que ese es el porcentaje de gente que evalúa negativamente la gestión y no acepta nada que provenga de ella, independientemente de que conozca los detalles del asunto", dijo a IPS Mariel Fornoni, responsable del sondeo de Management & Fit.
"Cuando se planteó el tema de la ley de medios audiovisuales, la gente no tenía muy claro de qué se trataba pero decía que no estaba de acuerdo", añadió. De hecho, 67,7 por ciento (de los consultados) afirmó que la norma apuntaba a "controlar a los medios" y 69 por ciento de ellos la juzgó como parte de una pelea del gobierno con el poderoso consorcio periodístico Clarín.
La ley, reclamada desde hace dos décadas por una coalición de radios comunitarias, universidades, sindicatos y otras organizaciones sociales, derogó la normativa que había sido instalada por la dictadura (1976-1983) e impuso un sistema que apunta a impedir la existencia de monopolios de grandes empresas periodísticas.
Según el politólogo Sergio Berensztein, de la consultor Poliarquía, "el problema es que la gente asocia la ley de medios y otros temas con lo que son las prioridades del gobierno, no de la sociedad, y por eso las rechaza".
"La agenda del gobierno no está alineada con los intereses o preocupaciones de la gente", interpretó ante la consulta de IPS.
Para Berensztein, las preocupaciones principales de la población en la actualidad son la inseguridad, el aumento de los precios y la desocupación. Respecto de la asignación por hijo, que podría ser una medida que sintonice mejor con las demandas populares, "aún está en proceso de implementación", dijo.
De todos modos, tanto Fornoni como Berensztein coincidieron en que el rechazo de los entrevistados no apunta tanto a los planes o leyes que se ponen en marcha sino al "estilo" presidencial, poco proclive al diálogo, que se agudiza a pesar del rechazo que genera en las encuestas.
"El gobierno tiene una actitud autoritaria que afecta la calidad institucional", dijo Berensztein. En tanto, Fornoni consideró que la gente "está harta de la falta de diálogo, y el estilo confrontador" que se expresa en las decisiones de la presidenta, pero también en la fuerte incidencia que su esposo, su antecesor en el cargo, Néstor Kirchner, parece conservar en la administración de los asuntos de Estado.
"Había muchas expectativas puestas en ella, pero ahora la población percibe que ella sólo tiene un papel institucional y que la verdadera presidencia la ejerce Kirchner", dijo Fornoni.
Berensztein estuvo de acuerdo. "Existe una clara percepción de que las decisiones las toma él, que es visto como un líder que no busca el consenso sino la cooptación, la división", sostuvo.
Kirchner había prometido ser un "primer caballero", en alusión a su retiro de la escena gubernamental y al papel tradicional de las llamadas "primeras damas".
No obstante, al poco tiempo asumió la dirección del gobernante Partido Justicialista (peronista) y luego se postuló como primer candidato a diputado nacional por la oriental Provincia de Buenos Aires en las elecciones legislativas de junio, la primera prueba en las urnas de la presidenta luego de dos años de mandato.
En esos comicios, Kirchner consiguió su banca por el Frente para la Victoria, el sector centroizquierdista del peronismo, pero perdió en votos frente a su principal rival, el centroderechista Francisco De Narváez. Tras la derrota, renunció a la dirección partidaria, pero en las últimas semanas los integrantes del Consejo partidario le pidieron que reconsidere su dimisión y lo está analizando.
En este punto se explica justamente el incremento de la imagen negativa de quien fue presidente de 2003 a 2007, que no ejerce un cargo público. La encuesta de este mes revela que la única persona que supera a la presidenta en imagen negativa es, precisamente su esposo, que concita un rechazo de 61,3 por ciento y una imagen regular de 16,7 por ciento,
¿Cómo se explica que un dirigente político que no ejerce un cargo público sufra tan fuerte desgaste? Kirchner terminó su mandato en diciembre de 2007 con una imagen negativa de apenas 17,7 por ciento. El resto de los consultados en esa ocasión por la firma OPSM/Zuleta Puceiro manifestaron una opinión muy buena, en el caso del 10,4 por ciento, buena para el 32,8 y regular fue la respuesta del 38,6 por ciento.
Pero desde que actúa a la sombra de la presidenta, dando instrucciones a ministros, recibiendo a gobernadores e intendentes, o decidiendo políticas y medidas de gobierno, "la gente se decepcionó de ella", porque percibe que no impide sino que, por el contrario, fomenta la intervención de Kirchner en su gestión.
Lo cierto es que, si bien la crisis financiera global afectó en mayor o menor medida a todos los países de la región incluida Argentina, la popularidad de Fernández es mucho menor que la de los presidentes de países vecinos, que además están culminando sus mandatos.
Tanto el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, como su par de Uruguay, Tabaré Vázquez, y la de de Chile, Michelle Bachelet, todos de izquierda o centroizquierda, se acercan al final de sus administraciones con tan alto grado de satisfacción de los encuestados —van del entorno de 60 a 80 por ciento— que a los candidatos a sucederlos dentro de sus mismo partidos se les hace difícil equipararse.