«Por favor, muéstrenme sus tareas», dice Bah Saidou a sus estudiantes. Algunos entregan disciplinadamente sus trabajos, otros no han hecho nada y unos pocos son recién llegados al aula, que está repleta. La lección del día en esta particular escuela de esta ciudad suiza es sobre gramática.
El aula de este centro de Zurich no es una común, Saidou no es un maestro usual y los estudiantes tampoco lo son.
Se trata de una escuela autónoma que funciona en un local ocupado ilegalmente, Saidou es un inmigrante indocumentado y los más de 60 alumnos que pueblan el lugar son solicitantes de asilo y otros extranjeros con permisos temporarios de estadía o directamente sin papel alguno de los requeridos por el derecho suizo.
Se estima que en Suiza viven entre 100.000 y 200.000 inmigrantes indocumentados. Entre ellos hay tres grupos principales.
El primero lo conforman quienes ingresaron al país con permisos de trabajo y no lograron renovarlos pero decidieron quedarse igual. El segundo está integrado por quienes llegaron en busca de un empleo clandestino. Y el tercero es el que más crece a consecuencia de las duras políticas de asilo de Suiza.
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Ese tercer grupo contiene a extranjeros cuya solicitud de asilo fue rechazada o ni siquiera examinada, y a refugiados que perdieron sus permisos temporarios cuando se les pidió que se fueran porque sus países de origen eran considerados "seguros para volver".
Saidou, uno de los maestros de la escuela, es de Guinea. Llegó a Suiza en septiembre de 2002 y pocos meses después le rechazaron su pedido de asilo.
Pese a ser obligado a abandonar el país se quedó, y desde hace seis años vive en Suiza de modo ilegal. En enero de 2008, cuando entró en vigor la nueva ley de asilo, las condiciones de vida de Saidou empeoraron drásticamente. Ya no recibió ayuda social y lo ubicaron en un centro de emergencia. Sobrevive gracias a una asistencia mínima que le proporciona el Departamento de Asuntos Sociales de Zurich.
La nueva ley de asilo dejó abierta una puerta diminuta para los inmigrantes indocumentados. La "disposición para casos de penurias" permite que aquellos que hayan vivido en Suiza durante por lo menos cinco años y se hayan "integrado muy bien", soliciten un permiso de residencia.
Sin embargo, las autoridades del cantón de Zurich impusieron condiciones muy complicadas para los postulantes, por ejemplo una particular destreza en alemán. Al mismo tiempo, los inmigrantes indocumentados no tienen ni la oportunidad ni los medios de asistir a clases de idioma.
En diciembre de 2008, un grupo de "sans-papiers" (sin papeles) ocupó una iglesia de Zurich durante más de dos semanas, reclamando su derecho a permanecer en el país y a mejores condiciones de vida.
"Poco después de la ocupación de la iglesia y de las conversaciones con el concejo del cantón, nosotros y nuestros partidarios decidimos crear clases de idioma por nuestra cuenta", dice Saidou.
El proyecto se inició con unas 30 personas. Actualmente cuenta con más de 150 estudiantes. En este marco se imparten clases en tres niveles: A1, A2 y A3.
Berhanu Tesfaye es uno de los alumnos de ese centro. Nacido en Etiopía, huyó a Suiza en 2000. Le rechazaron su pedido de asilo dos veces. Luego presentó otra solicitud, bajo la "disposición para casos de penurias", pero tampoco tuvo éxito. "Rechazaron mi postulación porque no era suficientemente bueno en idioma alemán", explica.
"Entonces vine a la escuela. Tres meses después aprobé un examen en A2, y cuatro meses más tarde en B1. El certificado me permite volver a postularme", agrega.
Mientras espera que empiece la clase, el angoleño João Antonio dice estar feliz con el curso. Vive en Suiza desde hace 15 años, la mayor parte de ellos sin documentos.
Cuando entró en vigor la nueva ley de asilo, "perdí mi trabajo y mi casa. Ahora vivo en un centro de emergencia. Quiero postularme a un permiso de residencia bajo la disposición de penurias y mejorar mis habilidades idiomáticas, por eso he venido a la escuela", señala.
Para los inmigrantes indocumentados, la escuela es la única manera de aprender alemán. Una mujer nigeriana que prefiere no revelar su identidad explica: "Llegué aquí en 2002. En 2003 me permitieron asistir a clases, pero esto se interrumpió en 2004. Recibí una 'decisión de no admisibilidad' ante mi pedido de asilo y ya no me permitieron asistir a clases de idioma. Esta escuela es la única manera que tengo de aprender el idioma adecuadamente".
Otro estudiante, Sayyed Mohammad Mumi, dice que estudiar alemán facilita su vida cotidiana. Huyó de Somalia y llegó a Suiza en 2008. Le rechazaron su pedido de asilo, pero obtuvo un permiso temporario porque actualmente no puede ser enviado de regreso a su país.
"Durante los primeros seis meses de mi estadía pude asistir a clases. Como ya no hay más cupos en el curso de seguimiento, decidí ir a la escuela autónoma", relata.
Bah Saidou, maestro de Mumi, parece disfrutar enseñando alemán. Lo ayuda Irene Holliger, oriunda de Zurich, quien dice estar sorprendida por la motivación y la alegría de los estudiantes.
Ella ve su compromiso como un acto de solidaridad. "Estoy retirada. Tengo tiempo libre y quiero apoyar a los refugiados. Todos nosotros trabajamos como voluntarios", explica.
Los "sans-papiers" reciben entre 60 y 70 francos suizos (casi los mismos valores en dólares) por semana si se registran en el Departamento de Migraciones de Zurich. La suma no paga en efectivo, sino mediante vales para comprar en Migros, la mayor cadena de supermercados del país.
Sobreviviendo apenas en base a esos bonos, los indocumentados suelen gastar todo su dinero en Migros. Hace más de un año, ellos y quienes los apoyan comenzaron a protestar contra esta práctica de las autoridades.
Una vez por semana se reúnen en el Café Refugiados Bienvenidos, en Zurich, donde pueden vender sus vales a cambio de efectivo. Esto les permite gastar sus limitados ingresos de un modo un poco más libre, por ejemplo comprando boletos de tren.
A Bah Saidou le perturba el hecho de que los políticos suizos sigan reclamando que los extranjeros se integren a la sociedad suiza pero no les den la oportunidad de hacerlo.
Su colega Berhanu Tesfaye coincide: "La integración consiste en diferentes aspectos, como el acceso a la educación, el mercado laboral y las viviendas decentes. Sin embargo, no tenemos posibilidades de visitar una escuela, tenemos prohibido trabajar y vivimos en centros de emergencia cercados, a menudo lejos de pueblos y aldeas".
La escuela autónoma envió cartas a las autoridades comunales, pidiendo apoyo financiero para cubrir los viáticos de los alumnos. Hasta ahora no hubo respuesta.
Los inmigrantes indocumentados viven con constante temor a ser arrestados, encarcelados y deportados. En el pizarrón del aula de Saidou, un cuadro hace que los estudiantes recuerden a María Dennis Díaz, una indocumentada que el 20 de septiembre fue deportada a Colombia.
Díaz había vivido en Suiza durante 12 años. Su hijo de 17, Juan Jacobo, también fue arrestado. Pese a ser menor de edad, fue separado de su madre y actualmente está bajo custodia.
Las autoridades de Zurich conocen la existencia de la escuela. Hans Hollenstein, director de seguridad del cantón, admite que el centro de estudios está haciendo algo positivo, al permitir cierta integración para los inmigrantes.
"Podemos tolerar eso. Sin embargo, quiero dejar en claro que estas personas están aquí de modo ilegal, y tienen que abandonar el país a la brevedad posible", dice.
* Ray Smith es periodista independiente y activista del colectivo de medios anarquistas 'a-films', que el año pasado documentó la campaña de los inmigrantes indocumentados en Zurich.