Mientras el debate en Estados Unidos sobre la política exterior se ha concentrado fundamentalmente en Afganistán e Irán las últimas dos semanas, Washington está abocado a fortalecer los lazos con un aliado clave de ambos países: Pakistán.
El Congreso legislativo finalmente dio lugar a una legislación que triplicaría el actual nivel de ayuda no militar estadounidense a Islamabad en los próximos cinco años, a una tasa anual de 1.500 millones de dólares. Sólo una fracción de los 11.000 millones de dólares provistos a Pakistán bajo la administración del presidente George W. Bush (2001-2009) fueron dedicados a fines civiles.
Si bien esta asistencia adicional probablemente ayudará a impulsar la dañada imagen de Washington entre el público general pakistaní, el proyecto de ley omitió provisiones clave que habrían garantizado generosas preferencias comerciales para las exportaciones de zonas donde el movimiento islamista Talibán ha ganado más reclutas.
La aprobación de la ley, que se espera el presidente Barack Obama la firme esta semana, llega en medio de reportes de que el ejército pakistaní se prepara para lanzar una gran ofensiva desde hace tiempo estimulada por Washingtoncontra el Talibán pakistaní y el mayor baluarte de la red radical Al Qaeda en Waziristán del Sur.
Esta nueva campaña, que pretende continuar con las conquistas del ejército en los distritos de Bajaur y Mohmand, de las Áreas Tribales Federalmente Administradas, y en el valle de Swat, en la Provincia de la Frontera Noroccidental, busca además aprovechar el clima generado con el asesinato el 5 de agosto al parecer por un avión no tripulado estadounidensedel líder talibán pakistaní Baitullah Mehsud y los supuestos enfrentamientos dentro la dirigencia del movimiento islamista desencadenados por esa importante baja.
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Aunque Washington esperaba que los militares pakistaníes se movieran antes a Waziristán del Sur, se entusiasmó con los últimos éxitos de las fuerzas de Islamabad en Waziristán y la Provincia de la Frontera Noroccidental.
"Si Waziristán del Sur es efectivamente lo que viene, eso sería un avance significativo", dijo Bruce Riedel, especialista en Asia meridional y ex analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que presidió la revisión de la política con Afganistán y Pakistán realizada cuando Obama llegó a la Casa Blanca.
"Se está ejerciendo más presión hoy sobre el refugio de Al Qaeda (en Waziristán) que nunca antes desde 2003 y 2004", dijo el lunes a una audiencia ante la Institución Brookings.
Elogió tanto al ejército pakistaní por su reciente agresividad contra el Talibán como el creciente uso de aviones no tripulados por parte de Washington contra supuestos líderes de Al Qaeda y talibanes.
Al mismo tiempo, alertó que ni Al Qaeda ni el Talibán deberían ser considerados nada menos que grupos sumamente peligrosos.
Eso quedó claro en Pakistán el lunes, cuando un atacante suicida disfrazado de militar detonó una bomba en la entrada de la sede del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Islamabad, matando a por lo menos cinco trabajadores.
El PMA ha sido el principal proveedor de suministros de asistencia a las alrededor de dos millones de personas que huyeron del valle de Swat cuando el ejército lanzó una campaña de contrainsurgencia a comienzos de este verano boreal.
Este ataque había sido precedido por otros dos atentados con bomba que mataron a por lo menos 16 personas en el noroeste pakistaní, y que el Talibán reivindicó señalando que eran en represalia por el asesinato de Mehsud.
También había sido precedido por una entrevista hecha realizada por cinco periodistas pakistaníes al aparente sucesor de Mehsud, Hakimullah Mehsud, y a otros líderes talibanes clave en la localidad de Sararogha, en Waziristán del Sur. El reportaje avergonzó a funcionarios de inteligencia estadounidenses y pakistaníes, quienes aseguraban que Hakimullah había sido asesinado en una batalla tras la muerte de Baitullah.
"Estamos plenamente preparados para esa operación", dijo Hakimullah a los periodistas, en referencia a la campaña pendiente del ejército contra baluartes del Talibán en Waziristán del Sur.
Si bien la supervivencia de Hakimullah y su confianza probablemente hayan desilusionado a los funcionarios en Washington, el gobierno de Obama está mucho más esperanzado ahora sobre la dirección de los acontecimientos que en el último invierno boreal, cuando los talibanes tomaron Bajaur y quedaron apenas a 100 kilómetros de Islamabad. Expertos independientes alertaron entonces que ese país con poderío nuclear y con un cada vez menos popular presidente, Asif Zardari, podía colapsar.
El Talibán pakistaní se había convertido en la más grande amenaza del país, y esto llevó a una mayor cooperación militar y de inteligencia entre Pakistán y Estados Unidos, como demostró la creciente efectividad de los ataques con aviones no tripulados.
No obstante, esa cooperación sigue siendo profundamente impopular dentro de Pakistán, según las últimas encuestas. De hecho, una consulta realizada a casi 5.000 pakistaníes entre fines de julio y comienzos de agosto por el Instituto Republicano Internacional, y publicada la semana pasada, concluyó que 80 por ciento de los encuestados se oponían a la cooperación con Washington en la "guerra contra el terrorismo", contra 61 por ciento registrados en marzo.
Un porcentaje levemente menor también se oponía a los ataques con aviones estadounidenses no tripulados.
Pero las mismas encuestas también han mostrado un fuerte cambio de opinión contra el Talibán y Al Qaeda. Casi nueve de cada 10 consultados dijeron considerar a ambos grupos un "serio problema" para Pakistán, cuando el año pasado llegaban apenas a la mitad. Setenta por ciento dijeron apoyar la campaña contrainsurgente del ejército, contra menos de 30 por ciento hace dos años.
Es en ese contexto que Washington espera mejorar su propia imagen ante el público pakistaní, en parte incrementando sustancialmente la ayuda no militar y haciendo más para asegurar que sus beneficiarios efectivamente la reciban. El Departamento de Estado (cancillería) anunció la semana pasada que trataría de no canalizar la ayuda a través de contratistas privados, acusados de corrupción.
Pero el Congreso puso algunas condiciones al paquete de ayuda. Por ejemplo, el desembolso de la mitad de los fondos dependerá de que el representante especial para Afganistán y Pakistán, Richard Holbrook, certifique que Islamabad hace "progresos razonables" en algunas metas, como reformas democrática, combate a la corrupción y mejoras de los servicios de educación pública y salud, especialmente para las mujeres y adolescentes.