ELECCIONES-URUGUAY: Entre el ex guerrillero y el neoliberal

Las calles uruguayas se cubren de blanco, rojo y azul en la recta final de la campaña para las elecciones de este domingo, cuando el izquierdista Frente Amplio (FA) se jugará, con gran chance, la permanencia en el gobierno en el que debutó en 2005, frente a un entonado centroderechista Partido Nacional.

El color blanco del Partido Nacional, que también le da su nombre alternativo, y el rojo que embandera al Colorado —las dos fuerzas políticas nacidas en las guerras civiles que abrieron la vida independiente de este país en el siglo XIX—, se confunden con la combinación tricolor del FA: otra vez el rojo y el blanco, flanqueando al azul.

La gran incógnita es saber si el FA, una coalición nacida en 1971 de las convulsiones políticas de los años 60, logrará renovar la victoria en la primera vuelta de este domingo.

Las encuestas indican que la izquierda no podría superar el 50 por ciento necesario para ungir presidente al ex guerrillero José Mujica, mientras el nacionalista Luis Alberto Lacalle juega todas sus fichas a la segunda ronda, para cuando aspira a recibir sufragios de los votantes colorados y de partidos menores para volver al cargo que ya ocupó entre 1990 y 1995.

«Todas las hipótesis sugieren que el FA no ganará este domingo», pero en la segunda instancia electoral prevista para el 29 de noviembre «no tendría problemas» en alzarse con la Presidencia de Uruguay, afirmó Daniel Bouquet, coordinador de investigaciones del Instituto de Ciencia Política de la estatal Universidad de la República.
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Para demostrarlo se remite a los números. «El promedio de las encuestas muestra una adhesión a la izquierda próxima a 45 por ciento de los consultados desde hace varios meses, y el Partido Nacional continúa en caída» hasta una proporción cercana a 30 por ciento, dijo a IPS.

«Si la izquierda obtiene al menos 47 por ciento de los votos este domingo, el piso más pesimista según las encuestas, Mujica no tiene cómo perder en segunda vuelta», insistió Bouquet.

Fuera de la disputa presidencial, con 12 por ciento de adhesión, se ubica el Partido Colorado, que gobernó más de 100 años y es considerado el fundador del Uruguay moderno de la mano de José Batlle y Ordóñez (1856-1929). Tras la debacle electoral que sufrió en 2004, hoy es dominado por el derechista Pedro Bordaberry, hijo de Juan María Bordaberry, responsable del golpe cívico-militar de 1973 que derivó en una dictadura de 12 años.

El panorama se completa con el centroizquierdista Partido Independiente, que postula a Pablo Mieres y recoge entre uno y tres por ciento de adhesiones, y Asamblea Popular, una escisión de izquierda radical del FA, cuyo candidato Raúl Rodríguez roza el uno por ciento.

Según Bouquet, el pronóstico de un triunfo de la izquierda en el balotaje también se asienta en que el competidor nacionalista es un «candidato débil, que recoge mucho rechazo» entre los electores.

En cambio, el sociólogo César Aguiar se manifestó más cauto ante una segunda vuelta. «La izquierda no las tendrá todas consigo, pues el Partido Nacional ha hecho una fuerte campaña en los últimos días» como para pelearle de igual a igual en noviembre, dijo a IPS.

[pullquote]1[/pullquote]Para este domingo, «ningún resultado se puede descartar por estas horas, aunque el más probable es que el FA gane la mayoría parlamentaria», pero quede a las puertas de un triunfo directo, añadió Aguiar, presidente del grupo Equipos MORI, una de las encuestadoras de mayor trayectoria en este país.

DE LAS ARMAS A LAS FLORES

La posibilidad de un gobierno con mayoría parlamentaria propia no es motivo de preocupación para Aguiar. «A diferencia de lo que opinan muchos colegas, yo creo que es preferible un presidente, cualquiera sea, con el Congreso legislativo alineado a su favor», como ocurre con el actual mandatario Tabaré Vázquez, sostuvo.

Admite, empero, que la experiencia de otros países latinoamericanos lleva a la desconfianza, si bien «hay un elemento muy importante en Uruguay, y es que la opinión pública es mucho más homogénea que sus liderazgos políticos, está mucho más al centro ideológicamente, y es mucho más propensa a la moderación, ya sea de izquierda o derecha».

Tanto Mujica como Lacalle se ubican más cerca de los extremos del espectro ideológico que sus votantes. «Estoy convencido de que ambos han dejado insatisfechos a sus votantes potenciales, probablemente porque se han visto obligados a jugar en terreno que no es el que prefieren», apuntó.

Mujica, con imagen y trayectoria muy lejanas a las de Vázquez, montó su campaña en los logros de este gobierno, ayudado por su compañero de fórmula, el ministro de Economía de casi todo el periodo, Danilo Astori.

Esa era, según observadores, la única manera de sumar a los sectores más moderados del electorado del FA y de paso limar agudas asperezas, incluso públicas, con el propio Vázquez, quien puso a la izquierda uruguaya por primera vez en el gobierno y hoy es el líder consolidado del sector.

Tampoco era cuestión de desperdiciar los buenos indicadores socio-económicos registrados desde 2005, con un crecimiento acumulado del producto interno bruto de 35,4 por ciento, el desempleo en una caída histórica de 13 a siete por ciento de la población económicamente activa y la creación de 200.000 puestos de trabajo.

En ese período la pobreza cayó de 32 a 20 por ciento y la indigencia se redujo de cuatro a 1,5 por ciento en este país de 3,3 millones de habitantes. El gobierno también inició una reforma del sistema sanitario para asegurar la atención de salud universal.

La estrella de los avances del FA es el Plan Ceibal, que consistió en la entrega de una computadora portátil a cada escolar, con conexión a Internet en todas las escuelas del país.

A diferencia de Vázquez, un oncólogo destacado y con poco camino político recorrido hasta los años 90, el postulante a sucederlo es un ex guerrillero de lenguaje coloquial, un tardío cultivador de flores que cambió su pantalón gastado por ropa más formal, obligado por sus asesores.

Con 74 años y un cuerpo maltratado, «El Pepe» está muy lejos del joven que en los años 60 fue uno de los jefes del guerrillero Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), devenido en partido político luego de la recuperación de la democracia en 1985.

También quedaron atrás más de 12 años de prisión en las condiciones extremas que la dictadura impuso a los ocho dirigentes insurgentes que tomó literalmente como rehenes, para evitar que el MLN-T volviera a empuñar las armas, tras la derrota militar que sufrió en 1972.

DE CUNA BLANCA

Lacalle presenta el perfil más radicalmente neoliberal entre nacionalistas y colorados, cada vez más alineados en el choque con la izquierda. Esta vez eligió como bandera de campaña la seguridad pública, prometiendo mano dura.

Llegó al gobierno en 1990 cuando el Consenso de Washington cobraba vida y se expandía por América Latina. Llevó adelante políticas económicas en sintonía con principios como la disciplina fiscal, la apertura de la economía, el achicamiento del Estado y las desregulaciones.

Pero Lacalle vio frustrarse una de las acciones centrales de su gestión, la venta de empresas públicas de gran peso en la economía nacional, trabada por un plebiscito que derogó en 1992 la ley que habilitaba esa operación.

Con 68 años en su haber, el nieto del histórico líder nacionalista Luis Alberto de Herrera (1873-1959) ha pasado su vida en cenáculos partidarios.

Ahora su propuesta neoliberal está más sosegada, tal vez a disgusto, como indica Bouquet. Algunos lo atribuyen al fracaso que ha cosechado esa corriente a raíz de la crisis financiera mundial, y otros a la influencia de su compañero de fórmula, Jorge Larrañaga, de perfil más socialdemócrata.

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