La producción de Brasil pierde terreno en el mercado de sus vecinos sudamericanos, principalmente a causa de la invasión de productos chinos a menor precio, situación que también profundiza el carácter exportador excluyente de materias primas de la región.
China es responsable de más de 45 por ciento de las pérdidas de ventas brasileñas a Argentina y Uruguay en 2008, según un estudio de Lia Valls, investigadora de la Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro. Aunque en otros mercados la reducción de este flujo comercial fue menor, igual fue importante al alcanzar 33,3 por ciento en Colombia, 39,1 en Chile y 30,3 en Estados Unidos.
La pérdida aún es pequeña. La suma que Brasil dejó de exportar a Argentina, ante el desplazamiento por productos chinos, representó solo 0,4 por ciento de sus exportaciones totales. Además las ventas brasileñas al país vecino en 2008 crecieron 22 por ciento sobre el año anterior, alcanzando 17.606 millones de dólares.
La tendencia en ese sentido se acentúa y afecta especialmente a productos industrializados de alto valor agregado o que generan muchos empleos, advirtió la economista a IPS.
En la producción de máquinas procesadoras de datos, por ejemplo, la pérdida fue casi total al llegar a 93 por ciento, seguida de los textiles de fibras sintéticas con 88 por ciento de retroceso.
Pero Valls no cree que el cambio de perfil sea un factor importante en esa preferencia en las compras por China en detrimento de Brasil, que incluso atrapó al Mercado Común del Sur (Mercosur), integrado por el gigante sudamericano, Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela en trámite de adhesión directa. La exención arancelaria debería favorecer el intercambio entre los socios.
Ello se debe a otros factores de competitividad, como son el costo de mano de obra, tecnología y sobre todo la escala de producción en un país como China, con 1.300 millones de habitantes, opinó.
Sin embargo, no piensan igual que la economista los líderes empresariales de la industria y el gran negocio agropecuario, los exportadores ni el ministro de Hacienda, Guido Mántega, que el martes impuso una tributación de dos por ciento sobre capitales extranjeros "especulativos" que entran a Brasil para aplicaciones en la Bolsa de acciones y títulos de renta fija.
El objetivo es estancar la sobrevaluación del real, la moneda local, sobre el dólar y el "exceso de especulación" en el mercado financiero, que afecta la producción nacional, al estimular importaciones y trabar ventas externas, justificó Mántega.
Brasil fue uno de los primeros países en superar la crisis económico-financiera mundial nacida el año pasado en Estados Unidos.
Con más de 220.000 millones de dólares en reservas internacionales y una proyección de crecimiento del producto interno bruto superior a cinco por ciento para 2010, Brasil está atrayendo una avalancha de capitales externos, tanto productivos como especulativos, haciendo temer por la aparición de una "burbuja" en la Bolsa de Valores de São Paulo.
La medida de aplicar una tasa a los capitales especulativos es bienvenida, pero sólo es "un paliativo", señaló José Augusto de Castro, vicepresidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil (AEB), quien prefiere un gravamen mucho más alto para inversiones de corto plazo y exención para las que quedan en el país por lo menos un año.
De ese modo quedarían realmente afuera las especulativas, arguyó De Castro a IPS.
Opinión similar manifestó Fernando Cardim, profesor de economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro, para quien la decisión de Mántega "vino tarde y demasiado blanda", con el riesgo de desacreditarse si no cumple sus fines.
El dólar, que terminó 2008 cotizado en 2,39 reales por unidad, cayó a 1,72 reales el miércoles. Esa depreciación de 28 por ciento superó en mucho la caída generalizada del valor del dólar en todo el mundo.
Esa sobrevaluación del real entrega mercados a China, que mantiene su moneda artificialmente subvaluada en una especie de "dumping cambiario" (competencia desleal), según Castro.
Ese desequilibrio no sería tan dramático para los exportadores brasileños si no enfrentasen otras desventajas como las altas tasas de interés, débil infraestructura y costos agrandados por el sistema impositivo y burocrático, acotó.
La situación se agrava porque China pasó a una segunda fase exportadora, de productos que incorporan mucha tecnología, después de inundar el mundo con sus quincallerías, textiles y otros bienes en que la mano de obra barata es decisiva, señaló.
El comercio con China crece mucho, pero de manera totalmente asimétrica, convirtiendo a América del Sur y a África en simples proveedores de productos agrícolas y minerales e importador de manufacturados.
Chile depende de sus exportaciones de cobre, 70 por ciento de las cuales tienen como destino China, y "Argentina exporta básicamente soja, casi todo al gigante asiático", ejemplificó Cardim. Por su parte, Brasil debe su gran superávit comercial a materias primas agrícolas y minerales, gran parte absorbida por ese mercado, acotó.
El real sobrevaluado acentúa esa tendencia y la historia reciente está llena de desastres provocados por políticas que mantuvieron monedas nacionales, como ha ocurrido en Brasil y en países vecinos en los años 90, observó Cardim.
Argentina debe mucho de su actual deterioro económico a una política de ese tipo en los años 70 y especialmente durante toda la década del 90 cuando imperó la ley de Convertibilidad, que congeló el tipo de cambio a un peso argentino por cada dólar hasta que se produjo el colapso económico-social que barrió a fines de 2001 con el gobierno de Fernando de la Rúa a mitad de su mandato de cuatro años.
Pero Brasil también tuvo su ejemplo casi simultáneo, del cambio controlado con el real sobrevaluado y liberación de importaciones para debelar la inflación, a partir de 1994, recordó Cardim.
Después de varias crisis con fuga de capitales sobrevino la traumática devaluación decretada en enero de 1999 por el gobierno de entonces de Fernando Henrique Cardoso, con lo cual Argentina perdió así el gran mercado vecino que le había dado sobrevida a la Convertibilidad.
Por eso los economistas independientes saludan el Impuesto sobre Operaciones Financieras (IOF) con que el gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva intenta contener la invasión de capitales extranjeros especulativos que sobrevalúa el real, aunque puede ser insuficiente y malograrse, según Cardim.
Los que critican están defendiendo intereses de los grupos financieros para los que trabajan, por encima de los conocimientos económicos, y sus reacciones eran esperadas, sentenció el profesor.