Una muestra de producciones rusas contemporáneas atrae la atención de la comunidad cinéfila de la capital cubana y de los espacios de la prensa cultural, mientras un grupo de películas de la era soviética pasan sin mucho ruido en una pequeña sala de video, pero con igual afluencia de público.
Personas de todas las edades pueden verse esta semana sentadas en la entrada de la sala Charles Chaplin y de la sala de video Charlot, ambas de la Cinemateca de Cuba, para ver buen cine y, de alguna manera, alimentar la nostalgia por una cultura que desapareció de repente tras décadas de presencia cotidiana.
A la muestra acuden los aficionados de siempre, pero también representantes de tantas generaciones que cursaron estudios en la hoy desaparecida Unión Soviética y conocieron el cine que nunca llegó a mostrarse fuera de sus fronteras, hijos de rusas casadas con cubanos y jóvenes que crecieron con los dibujos animados de ese origen.
"Hay toda una generación que no creció con el Pato Donald sino con Sheburashka. Aunque la irrupción de los dibujos animados soviéticos fue criticada por no pocas personas, porque fue la época en que no se ponía otra cosa, la verdad es que, de alguna manera, nos hicieron diferentes", dijo a IPS Raúl Fernández, un historiador de 36 años.
Fernández recordó "la influencia de la cultura soviética en no pocos escritores e, incluso, hay un grupo de narradores y ensayistas cubanos jóvenes que tienen todo un discurso sobre este tema". A su juicio, "todo siempre está marcado por la nostalgia de algo que perdimos, aunque en su momento lo hayamos criticado"
Tras unos 20 años de ausencia, el cine ruso volvió a la pantalla grande de esta isla el pasado año con un ciclo, en la Cinemateca de Cuba, de seis largometrajes de ficción dirigidos por el director, guionista y productor Karén Shajnazárov, realizador de "Somos del jazz" (1983), "El jinete llamado Muerte" (2004) y "El imperio extinto" (2008).
Justo en ocasión de esa muestra, la prensa reprodujo declaraciones de Shajnazárov sobre la diferencia entre el cine soviético y el actual cine de Rusia.
"El cine ruso contemporáneo no tiene su propia identidad, mientras que el soviético sí la tenía", comentó.
A juicio del realizador, "los filmes soviéticos se caracterizaban por el humanitarismo, por el interés hacia la psicología humana, y además habitaban en el marco de las tradiciones de la cultura nacional, lo cual de momento no se puede decir sobre el cine ruso contemporáneo".
Con estos antecedentes, el público cubano vuelve a ver el cine de Andrey Tarkovski, con películas como "Solaris" (1972), entre otros títulos que hicieron historia. Así se suceden "Moscú no cree en las lágrimas" (Vladimir Menshov, 1980), "Siberiada" (Andréi Mijalkov-Konchalovski, 1979) y "Los gitanos se van al cielo" (Emil Loteanu, 1975).
"Me volvió a impresionar Nikita Mijalkov. Aunque por momentos pueda tener un ritmo algo lento, "12" es una película que hay que ver más de una vez", dijo Nadia Acosta, graduada en 1987 en una universidad moscovita, quien asistió a la proyección en la Cinemateca, "interrumpida todo el tiempo por los aplausos de la gente".
Estrenada el pasado año, "12" es una adaptación libre del drama judicial "Doce hombres en pugna" (1957), llevada al cine por el director estadounidense Sidney Lumet. La nueva versión cuenta la historia de cómo un jurado de 12 hombres decide el destino de un checheno de 18 años, acusado de asesinar a su padrastro, oficial del ejército ruso.
Acosta, quien pidió una semana de vacaciones en su trabajo cuando se enteró de ambas muestras, fue de las personas que volvieron a ver "Fue leal para los enemigos y para los amigos traidor" (1974), "Pieza inconclusa para piano mecánico" (1977) y "Algunos días en la vida de Oblómov" (1979).
"Sólo siento que el cine soviético haya sido relegado a la sala de video. Son películas para disfrutarlas en pantalla grande", añadió y valoró, también, varios de los filmes de la muestra contemporánea como "La Isla" (Pavel Lunguin, 2006) y "La emperatriz y el rebelde" (Ekaterina Toldonova, 2008).
La muestra del cine ruso de este siglo se inauguró con "Somos del futuro", una propuesta de Andrei Malyukov de 2008. El filme cuenta la historia de unos jóvenes que excavan en lugares prohibidos en busca de objetos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) para venderlos en el mercado negro.
Un día los miembros del grupo hace un descubrimiento y todos son trasladados al 19 de agosto de 1942, en plena guerra. La presentación en La Habana fue considerada un modo de iniciar la conmemoración del 65 aniversario de la derrota del fascismo, afirmó el Mijail Kamynin, embajador ruso en Cuba.
En un encuentro con la prensa en el Centro Cultural Cinematográfico, en el centro de la capital cubana, se conoció que el Estado ruso destina cada año 4.000 millones de rublos (134 millones de dólares) al cine. Unos 100 largometrajes de ficción se producen anualmente, dijo Irina Zesmikova, directiva del Estudio Cinematográfico Fest-Film.
"¡Qué bueno que las películas que se van a proyectar en esta muestra no huelen a cine hollywoodense!", vaticinó el actor ruso Boris Galkin, quien viajó a esta isla para la muestra.