Mey Chamnan se enteró de la crisis económica de la peor manera. Tanto ella como su esposo fueron despedidos de una fábrica de vestimenta de la capital camboyana, en la que ganaban 50 dólares mensuales, a raíz del declive en los pedidos del exterior.
No fueron los únicos afectados en su familia. Como ninguno de ellos tenía ingresos, se vieron obligados a enviar a su hijo de ocho años de regreso a la provincia a vivir con sus abuelos maternos mientras buscaban otro trabajo. Hasta ahora no lo han logrado.
"Para mí es muy difícil, estoy muy desilusionada. No sé qué hacer", dijo ella.
Abundan las historias como la de Mey Chamnan en Camboya, pero no brindan respuestas sobre cuánto perjudicó la recesión a los menores de 18 años, como su hijo.
En educación, la sorprendente respuesta parece ser: no tanto. En lo relativo a la nutrición, los expertos sostienen que es demasiado pronto para saberlo.
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La crisis financiera mundial causó daños enormes en los sectores turístico, de la vestimenta y de la construcción, tres de los pilares económicos de este reino del sudeste asiático, y en la mayor parte de su crecimiento económico de la última década. Decenas de miles de personas han perdido sus trabajos en los últimos 16 meses, o sufren una caída en sus salarios.
Menos ingresos significa que las familias deben gastar menos o intentar ganar más, posiblemente retirando a sus hijos de las escuelas y poniéndolos a trabajar. La preocupación clave para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) era que se vieran afectadas la educación y la nutrición de las niñas y niños camboyanos.
Para constatar los efectos en la educación, Unicef realizó dos evaluaciones en áreas vulnerables de seis provincias en las que opera. Peter Leth, experto de esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dijo que los resultados señalan que la crisis financiera mundial no obligó a los niños y niñas a retirarse de las escuelas.
"Los niños a los que se identificó como regularmente ausentes de estos colegios no lo estuvieron a causa de la crisis alimentaria" o de la crisis económica mundial, según Leth, sino que "fue más una situación crónica, podría decirse que más atribuible a la pobreza crónica o a problemas crónicos en la familia".
Las conclusiones de Unicef están en sintonía con las cifras del Ministerio de Educación. Muestran el porcentaje de niños que desertan de la escuela en los grados 10 a 12 —los que tienen entre 15 y 18 años, y por lo tanto tienen más probabilidades de ser puestos a trabajar— prácticamente no ha cambiado en los últimos tres años académicos.
Durante el periodo 2006-2007, alrededor de 10.600 niños desertaron entre los grados 10 y 12. Eso equivale a 4,8 por ciento del total de 222.000 que se inscribieron al inicio de ese año académico.
Aunque el número real de niños que abandonan la escuela en esos tres grados aumentó a 14.000 en el año académico 2008-2009, el porcentaje es de 4,8 por ciento, dado que la cantidad de inscriptos en ese lapso se incrementó a 292.000.
La educación primaria tampoco se ha visto afectada, según el director general del Departamento de Juventud en el Ministerio de Educación, Phan Sokim. En general, él piensa que la crisis económica mundial no ha afectado la educación de los jóvenes.
Eso parece preciso en el plano nacional, pero en el individual ciertamente afectó a algunos, como a Mor Kim, de 18 años, que trabaja en una fábrica de vestimenta. Hace un año esta joven llegó a Phnom Penh procedente de la central provincia de Kampong Thom. Fue una de las más de 300.000 personas empleadas en el sector.
Mor Kim renta una casa con tres amigas. Dice que hace poco el alquiler aumentó de 40 a 50 dólares mensuales, lo que sumó 2,50 dólares a sus gastos. Eso puede no parecer mucho, pero ella gana apenas 50 dólares al mes, y para empeorar las cosas los precios de los alimentos se dispararon el año pasado.
A consecuencia de esto, no pudo enviar dinero a su provincia natal para ayudar a sus padres y a su hermano de 16 años, que acababa de finalizar el noveno grado.
"Tuve que pedirle a mi hermano que viniera a Phnom Penh a trabajar conmigo en la fábrica. Ya hace una quincena que está aquí", dijo.
Phan Sokim, del Ministerio de Educación, sostiene que esas decisiones generalmente tienen poco que ver con la recesión. "No culpen a la crisis económica mundial: los jóvenes quieren venir a Phnom Penh porque quieren disfrutar de la vida. Y la vida es diferente a como es en las áreas rurales", señaló.
Aunque hay algo de verdad en la atracción que generan las luces brillantes de la capital —y Mor Kim admitió que su hermano no estaba particularmente molesto por empezar a trabajar—, es probable que el abrupto final de su educación formal perjudique sus perspectivas futuras.
En la oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Phnom Penh, el principal asesor técnico, M.P. Joseph, señaló que hay buenas razones para que las cifras de las inscripciones escolares no sufran cambios en términos generales.
Un estudio de la OIT reveló que los camboyanos son muy conscientes de la importancia de la educación y son muy reticentes a retirar a sus hijos de la escuela.
"Los ciudadanos comunes pobres respetan la educación y el aprendizaje. Por lo tanto, uno de los últimos actos al afrontar una crisis económica cuando ésta empieza a golpear directamente a su familia es retirar al hijo de la escuela, si es que ya está en la escuela", dijo Joseph.
Sin embargo, "solamente porque ahora no se sienta el impacto no quiere decir que no lo haya si la crisis continúa", señaló.
Si hasta ahora el efecto sobre la educación no se nota, ¿qué ocurre con el impacto sobre la nutrición?
Leth, de Unicef, dijo que en este sentido la situación es más complicada. La nutrición infantil mide tres factores: el bajo peso en relación a la edad, la escasa altura en relación a la edad, y el bajo peso en relación a la altura.
En este último caso, se trata de "un indicador a muy corto plazo, porque si uno no come por una o dos semanas su peso puede bajar, pero por supuesto su altura será la misma", señaló, por lo que "puede fluctuar muy rápidamente".
Unicef concluyó que el avance en la reducción de la desnutrición se estancó entre 2005 y 2008, en alrededor de 8,5 por ciento.
Pero según Leth las razones de ese estancamiento no están claras. "No podemos decir que sea atribuible a la crisis económica", aunque haya algún vínculo, dijo.
"Necesitamos más datos, una comprensión más cualitativa de la situación, a fin de averiguar la causa directa de esta tendencia", señaló.
Esos datos se recabarán el año próximo, cuando se compile la quinquenal Encuesta Camboyana de Salud Demográfica, agregó.
(* Este artículo fue producido por IPS Asia-Pacífico en el marco de una serie sobre el impacto de la crisis económica mundial sobre niños y jóvenes, en asociación con la oficina de Unicef para Asia oriental y el Pacífico).