CAMBIO CLIMÁTICO: La niña bonita de los hidrocarburos

La industria del gas natural, un recurso no renovable pero abundante, se ofrece como solución al recalentamiento global. Sin embargo, especialistas advierten que este hidrocarburo es una fuente de contaminación climática apenas menos intensa que el carbón y el petróleo.

Crédito: Gazprom
Crédito: Gazprom
Como el crudo y el carbón mineral, el metano, componente principal del gas natural, es uno de los combustibles fósiles que emiten sustancias de efecto invernadero, porque intensifican ese proceso natural en la atmósfera, conservando en ella por más tiempo el calor de los rayos solares.

Especialistas indican que es el más limpio de los combustibles fósiles, pero no es comparable a las energías renovables.

Este fluido puede ser "un actor clave" en la mitigación del cambio climático, dijo a IPS el argentino Roberto Brandt, presidente del comité coordinador de la Unión Internacional del Gas (IGU por sus siglas en inglés), integrada por unos 750 expertos de asociaciones de la industria en un centenar de países.

Brandt, que participó en la 24 Conferencia Mundial del Gas celebrada entre el 5 y el 9 de este mes en Buenos Aires, insistió en que se trata de un recurso abundante y en crecimiento, entre 25 y 30 por ciento menos contaminante que el petróleo y sus derivados, y entre 45 y 50 por ciento más limpio que el carbón y sus derivados.
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Estos datos, que serán difundidos en diciembre en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 15) a realizarse en Copenhague, fueron confirmados por especialistas de la no gubernamental Fundación Bariloche de Argentina, orientada al desarrollo sostenible, pero al mismo tiempo relativizados.

"Desde el punto de vista de las emisiones de efecto invernadero, las gaseosas son un mal menor respecto de los hidrocarburos pesados", reconoció a IPS el economista Osvaldo Girardín, de la Fundación que participa en la elaboración del informe nacional sobre emisiones que será presentado en la COP 15.

Pero "si se compara con las energías renovables, como la eólica, la solar o la biomasa, ya no es tan limpia", añadió. "El balance es favorable, pero eso no quiere decir que con el gas natural se termina con las emisiones" contaminantes, aclaró.

En Brasil, por ejemplo, donde cerca de 80 por ciento de la energía se genera en centrales hidroeléctricas, el reemplazo por gas natural sería un retroceso. En cambio en China o Estados Unidos, donde la mayor producción es en centrales térmicas a carbón, "sería una medida de mitigación".

Brandt reconoció que "el sector energético es responsable de más de 70 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, y cualquier respuesta al problema del cambio climático lo tiene como un actor clave". En ese escenario, el gas es la opción menos contaminante de los combustibles fósiles.

En cualquiera de las proyecciones, dijo Brandt, su inserción en la matriz energética mundial es creciente. En una perspectiva conservadora, su participación pasará de 21 por ciento actual a 23 por ciento en 2030, y en un "escenario verde" el aumento en el mismo período llegará a 28 por ciento, aseguró.

Ese eventual "escenario verde" sería aquel en el que se penalizaran las emisiones de dióxido de carbono mediante impuesto, una iniciativa que está a estudio de los países parte de la Convención sobre Cambio Climático para el próximo período de compromisos de reducción de emisiones que suceda a las obligaciones emergidas del Protocolo de Kyoto.

El IGU considera que el gas natural podría contribuir a esa reducción de emisiones. Pero hay otras ventajas que ofrece esta industria, dijo Brandt. Por ejemplo, el uso de yacimientos agotados como depósitos para la captura y almacenamiento de carbono, una práctica que existe en Noruega.

Otro beneficio, alegó Brandt, es la mayor eficiencia relativa del gas para generar energía eléctrica. El metano emite 0,35 kilogramos de dióxido de carbono por cada kilovatio/hora de energía que genera, frente a un promedio de 0,80 kilogramos del carbón y de 1,2 kilos del lignito, un tipo de carbón de menor poder calorífico.

Lejos de preocuparse por el desarrollo de fuentes renovables, la industria del gas se ofrece como complemento. "Ya hay gasoductos y redes de distribución de gas natural que se están utilizando para transportar biogás", que se obtiene de la fermentación de ciertos residuos, ejemplificó Brandt.

Para Daniel Bouille, director del programa de Energía de la Fundación Bariloche, si se piensa que 40 por ciento de la energía eléctrica se produce a base del mucho más contaminante carbón, esta opción es superior.

"Si hay intención" de ampliar la participación del gas, "mejor", dijo, pero no se lo puede promover como si fuera una energía totalmente limpia.

Las pérdidas de metano —que tiene un efecto invernadero 20 veces más poderoso que el dióxido de carbono— por emisiones fugitivas en el proceso de producción y distribución del gas, constituyen apenas dos por ciento del total producido, sostuvo Bouille.

También se libera metano en el venteo de gas, desaprovechado cuando está presente en yacimientos de petróleo y no hay mecanismos para recolectarlo o reinyectarlo. Una solución a la que suele acudir la industria es la quema, con la consecuente liberación de dióxido de carbono.

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