Islandia propondrá que la restauración de pantanos se considere como método de reducción de emisiones contaminantes, en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizará en diciembre en Copenhague.
Los pantanos son áreas donde el agua está presente o cercana a la superficie. Constituyen un hábitat importante para los pájaros y ayudan a controlar inundaciones.
En Islandia, varios humedales desecados han sido restaurados, incluyendo partes de un santuario de aves cercano al meridional pueblo de Eyrarbakki, donde en 1997 se bloquearon las zanjas para impedir que el agua se agotara.
«Quienes asuman tal actividad tendrán que implementar un inventario exhaustivo de los pantanos, tanto sobre los inalterados como sobre los secos», dijo a esta periodista Hugi Ólafsson, director de políticas y asuntos internacionales en el Ministerio de Ambiente de Islandia.
«Ellos tendrán que poder presentar información creíble sobre los créditos y débitos de carbono a partir de las actividades de drenaje y restauración», agregó.
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«En la última década, Islandia, así como otros países del Anexo I (naciones industrializadas que se comprometieron a reducir sus emisiones contaminantes bajo el Protocolo de Kyoto), ha desarrollado un buen inventario de actividades de silvicultura, y también un trabajo pionero en materia de re-plantación. Por lo tanto, hay una experiencia considerable para dar forma a un inventario de pantanos», dijo Ólafsson, quien ha investigado el tema ampliamente.
La práctica de plantar árboles en tierras que previamente no fueron forestadas se propuso como medio de vincular el carbono al suelo (mediante el proceso de fotosíntesis, por el que los árboles capturan dióxido de carbono) para compensar las emisiones producidas por industria e individuos en la vida cotidiana.
Cada vez que los pantanos son restaurados, enlentecen la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera, haciendo que el suelo lo absorba.
Cuando los pantanos son alterados o destruidos se libera más dióxido de carbono que cuando se talan bosques. Éste es especialmente el caso de las turberas, que contienen materia orgánica muerta, con una proporción de carbono de alrededor de 50 por ciento. Éstas se forman en condiciones húmedas donde la falta de oxígeno dificulta la descomposición. Por lo tanto, la humedad limita la liberación de dióxido de carbono.
Las negociaciones sobre el cambio climático han renovado el interés por las turberas a causa de su alto contenido de carbono, que se libera a la atmósfera cuando son dañadas o drenadas.
Ésta es la lógica que guía la inclusión de la restauración de pantanos y turberas como medio para que los países del Anexo 1 obtengan créditos en el marco del acuerdo que sucederá al Protocolo de Kyoto tras su expiración, en 2012, y que se espera surja de la reunión de Copenhague.
Las turberas y humedales representan alrededor de tres y seis por ciento respectivamente de la superficie de la Tierra. (Todas las turberas son humedales, pero no todos los humedales son turberas).
Una «evaluación global sobre las turberas, la diversidad y el cambio climático» realizada el año pasado por las organizaciones no gubernamentales internacionales Wetlands International y Global Environment Centre mostró que las emisiones de dióxido de carbono generadas a partir de turberas secas o dañadas equivalen a más de 3.000 millones de toneladas anuales, o alrededor de 11 por ciento de las emisiones mundiales de combustibles fósiles.
Los pantanos dañados o destruidos continúan emitiendo dióxido de carbono durante décadas, hasta que se agota toda la turba, a menos que el hábitat se restaure.
Volver a hidratar las turberas puede causar un aumento en las emisiones de metano, pero esto casi siempre se compensa con una reducción mucho mayor en las emisiones de dióxido de carbono y óxido nitroso. Estos tres son gases de efecto invernadero, causantes del recalentamiento planetario.
A fin de crear más tierra para la agricultura, los granjeros islandeses drenaron una porción considerable de pantanos durante la segunda mitad del siglo XX, principalmente construyendo desagües.
Es difícil cuantificar el alcance de las emisiones generadas por los humedales desecados y dañados, pero se estima que equivalen a casi la mitad de las liberadas por la quema de combustibles fósiles y por los procesos industriales en el país.
Estas emisiones pueden reducirse de modo significativo si se bloquea los desagües y se aumenta el nivel del agua. Si se recuperan los pantanos, la biodiversidad del humedal original también podrá restablecerse en buena medida.
«Bajar la plataforma hídrica mediante el drenaje de turberas conduce a la rápida descomposición del carbono orgánico de la turba», explica Susanna Tol, del capítulo holandés de Wetlands International.
«El oxígeno permite que se produzca la descomposición aeróbica (con oxígeno), que es 50 veces más rápida que la anaeróbica (sin oxígeno)», agregó.
«Las emisiones de dióxido de carbono que desprenden las turberas desecadas generalmente aumentan con una mayor profundidad de drenaje y climas más cálidos. El proceso de oxidación puede interrumpirse con la restauración de las turberas. Esto se hace re-hidratando las turberas drenadas», dijo.
La propuesta se planteó en las reuniones de cambio climático desde que se introdujo la idea de la restauración de humedales como actividad afín a la sección sobre «Uso de la tierra, cambio en el uso de la tierra y silvicultura» (LULUCF, por sus siglas en inglés), en las conversaciones climáticas que tuvieron lugar en agosto de 2008 en Accra.
Las actividades LULUCF están permitidas bajo el Protocolo de Kyoto —firmado en 1997 y en vigencia desde 2005— como manera de que los países compensen sus emisiones de gases invernadero.
Al plantar árboles, cambiar las prácticas agrícolas o volver a cubrir un territorio de vegetación, se producen sumideros o reservas que vinculan el carbono y los gases invernadero al suelo.
Por lo tanto, la LULUCF está permitida como método para que los países reporten sus emisiones netas de gases contaminantes.
«Hemos recibido muchos comentarios positivos y sentimos que tenemos un buen apoyo para la propuesta. Recibimos muchas preguntas técnicas sobre cómo funcionaría en la práctica», dijo Ólafsson.
Esas preguntas «son buenas y necesarias a fin de desarrollar la idea hasta convertirla en una propuesta operativa. No hemos oído de nadie que se oponga a la propuesta por cuestión de principios, pero nos damos cuenta de que será un trabajo arduo desarrollarla más, junto con muchas otras propuestas relativas a la LULUCF», añadió.
Islandia se comprometió a reducir por lo menos 15 por ciento de los gases invernadero para 2020, en relación a los registros de 1990.
De hecho, esto puede equivaler a una reducción de 25 por ciento, y actualmente se permite liberar 10 por ciento extra de dióxido de carbono bajo el Protocolo de Kyoto, a raíz de la Disposición de Islandia. Ésta le fue concedida al país por tener muy poca industria pesada en ese momento y porque casi toda la energía de Islandia procede de fuentes renovables.
Al país se le permitió aumentar sus emisiones en unos 1,6 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono, a partir de nuevos proyectos industriales, además de su 10 por ciento extra en el marco del Protocolo de Kyoto.
La Disposición de Islandia puede volverse irrelevante en enero de 2013, cuando entren en vigor las regulaciones europeas sobre las emisiones de la industria pesada.
Parte del objetivo de reducir las emisiones de gases invernadero para 2020 se logrará plantando árboles y otra vegetación. Si la restauración de pantanos se permite como actividad LULUCF, Islandia espera poder disminuir aún más sus emisiones.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).