La captura y almacenamiento subterráneo de gases de efecto invernadero, en especial de dióxido de carbono, es un dudoso método para reducir la contaminación causante del recalentamiento planetario, advierten especialistas.
Científicos, ambientalistas y comunidades siguen objetando este método que consiste en comprimir y licuar el dióxido de carbono antes de enviarlo a depósitos en la litosfera terrestre, y que se aplica hace tiempo para recuperar petróleo y gas en yacimientos en extinción.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) se ocupó de estas técnicas en 2007 y especialmente en 2005, cuando su Grupo de Trabajo III publicó un trabajo de 443 páginas.
Así, el gobierno federal alemán se vio obligado a frenar este verano boreal el proceso para aprobar una ley autorizando el secuestro y depósito de carbono en el territorio nacional, ante al descontento manifestado por las comunidades de las regiones escogidas preliminarmente para experimentar la técnica.
Tales manifestaciones han sido alimentadas por dictámenes científicos y de organizaciones ecologistas. Ya en 2006, la geóloga Gabriela von Goerne, de la filial alemana de la organización Greenpeace, advirtió que estas técnicas podían utilizarse como "última solución" en la lucha contra el recalentamiento global.
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"El objetivo prioritario para mitigar el cambio climático debe ser la reducción de emisiones de dióxido de carbono en su origen", dijo Von Goerne a Tierramérica. Esto implica abatir sistemáticamente el uso de combustibles fósiles —principales emisores de dióxido de carbono— en las actividades humanas.
"Al reducir el consumo de combustibles fósiles, la demanda se orienta naturalmente hacia fuentes energéticas que no producen dióxido de carbono, como la energía solar, eólica e hidráulica", señaló Von Goerne.
En cambio, el uso masivo de la captura y almacenamiento de carbono constituiría un estímulo para continuar usando combustibles fósiles, y sería un obstáculo a la expansión de las fuentes de energías renovables y limpias.
"Además, es cara y consume mucha energía, lo que reduce su eficiencia", añadió Von Goerne.
Los costos de capturar y almacenar carbono son variados. En las generadoras eléctricas a carbón u otros combustibles fósiles, la captura y compresión del dióxido de carbono es relativamente simple.
Pero, como los lugares previstos para el almacenamiento del gas raramente están cerca de los generadores, es necesario instalar una red de tuberías que transporte el gas licuado desde la fuente hasta el depósito..
"Sólo imaginar tal red de tuberías atravesando Alemania es absurdo", opinó Von Goerne.
El dióxido de carbono también puede extraerse de los combustibles antes de la combustión, o bien ésta debe producirse en una atmósfera a la que se inyecta oxígeno puro y que sólo genera dióxido de carbono y agua. En ambos procesos, el dióxido de carbono debe ser comprimido y licuado para permitir su transporte.
En todos los casos, la captura de este gas consume mucha energía, reduciendo la eficiencia del proceso. En 2005 el IPCC estimó que el secuestro y compresión de dióxido de carbono aumentaría entre 25 y 40 por ciento el consumo de combustible en una central térmica a carbón.
Un tercer argumento contra esta técnica es geológico: prácticamente todos los expertos, e incluso operadores de depósitos a prueba, coinciden en que el almacenamiento de dióxido de carbono puede provocar fugas de gases y movimientos telúricos, con consecuencias ambientales imprevisibles.
Un coloquio sobre el tema celebrado en febrero en París, con participación de expertos franceses y británicos, incluyó entre las dificultades que enfrenta la captura y el almacenamiento de carbono, los "riesgos ambientales y problemas de aceptación relacionados".
Es posible que se produzcan fugas de dióxido de carbono de esos depósitos, que "pueden contaminar ecosistemas y afectar la salud humana", dijo a Tierramérica Sophie Galharret, del francés Institut du Développement Durable et des Relations Internationales (Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales).
"Actualmente es muy difícil concebir una forma de manejar tales riesgos en el debate público para apoyar una aplicación masiva de captura y almacenamiento de carbono", agregó Galharret, que participó del debate.
El hecho de que el gobierno alemán no haya aprobado la ley específica constituye un ejemplo de tales dificultades.
Noruega, segundo productor mundial de gas natural, suministra 17 por ciento del consumo europeo y dispone desde 1996 de un sistema experimental de captura y almacenamiento de dióxido de carbono, con depósitos en el mar del Norte.
Según Brian Bjordal, director de la empresa estatal noruega Gassco, que coordina la distribución de gas desde los pozos de su país hacia el resto de Europa, Noruega puede compararse con un trapecista, y el resto del continente con el público del circo.
"En el circo, el público incita al trapecista a saltar. Pero si estuviera en lugar del trapecista, el público no saltaría", dijo Bjordal a Tierramérica, ilustrando su propia incertidumbre sobre la inocuidad de estos métodos.
Según Galharret, hay otro argumento en contra: la posibilidad de fracaso. Y esto va asociado a un factor clave, la presión del calendario para reducir las emisiones contaminantes.
"Si el uso comercial de la captura y almacenamiento de carbono falla por razones técnicas o económicas, sólo lo sabremos entre 2015 y 2020. En caso de fracaso, Europa dispondrá de muy poco tiempo para readaptar su estrategia de reducción de emisiones", planteó.
* Este artículo fue publicado originalmente el 17 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.