MÚSICA-BRASIL: El desconcierto negro

El cantautor Gilberto Gil destacaba desde el escenario la conexión «genética y cultural» de Brasil con la «Madre África» mientras era aplaudido por un público «blanqueado» por el alto precio de las entradas. Resultó el símbolo de «un racismo velado» en un festival que buscaba combatirlo.

Fue una pena para un festival como Back2Black, que cumplió con lo prometido en términos de calidad y diversidad musical negra, pero no con los descendientes de los esclavos africanos, que hoy configuran la mayoría de los casi 192 millones de brasileños y pueblan los escalones más desfavorecidos de la sociedad, que no pudieron acceder al recinto por el costo de los boletos, que fue de entre 34 y 45 dólares.

Una selección internacional que reunió en Río de Janeiro a Gil, quien fue ministro de Cultura del gobierno izquierdista de Luiz Inácio Lula da Silva de 2003 a 2008, con el senegalés Youssou N'Dour, presentado como "la mayor voz de África", el brasileño MV Bill y la banda Black Rio, entre otros.

También estuvieron presentes ritmos africanos y sus influencias en el mundo de la mano de Angelique Kidjo, de Benín, Paulo Flores, de Angola, y Mayra Andrade, representante de la cultura de Cabo Verde.

Por el lado americano se disfrutó de los conciertos de la brasileña y sambista Martinalia, la cubana Omara Portuondo, de expresiones afroestadounidenses del sur de Los Ángeles, además de otros cantautores brasileños con influencia jazzística como el genial músico carioca Ed Motta.

El espectáculo se desarrolló del 28 al 30 de agosto en la vieja estación de trenes "Leopoldina", adaptada para la ocasión por la escenógrafa Bia Lessa, como "una pequeña África", que buscó llevar a la reflexión sobre el papel difusor cultural de ese continente, a la vez de ver cómo recuperar ese papel en el mundo.

Acomapñaron la escenografía grandes murales con mapas e informaciones culturales e históricas sobre África, paneles móviles con referencias tribales, venta de gastronomía brasileña con influencia de ese continente, como los acarajés bahianos (bocaditos de camarón).

Hubo diferentes miradas sobre la misma África y sus influencias, con una coreografía que de manera fantástica y motivadora para el público quiso resumir toda esa diversidad fantástica en una especie de duelo entre los bailarines del kuduro angolano, del funk carioca y del krump estadounidense (de la zona de Los Ángeles).

"Es importante estar 'ligado' (expresión de la jerga carioca por 'estar atento o conectado') a la cultura africana…uno en Brasil no tiene una referencia a África ni en la escuela", cuestiona ante IPS la sambista negra Martinalia. Ni en la escuela ni el festival que intentó rescatar esas raíces, por lo menos por la presencia mínima proporcionalmente de esos afrodescendientes en el público asistente al Back2Black.

"¿Dónde están los negros?", se preguntaban en voz baja algunos de los presentes, entre otros, intelectuales, actores, activistas, políticos y empresarios cariocas.

¿No te parece que para ser un "retorno a lo negro", el público afrodescendiente no está muy representado en las butacas?, preguntó IPS al cantante negro y activista social MV Bill.

"Es verdad", respondió con cierto pudor. "Ciertamente no es el público que viene a mis recitales", agregó el también cineasta y músico rapero.

MV Bill atribuye la poca representatividad negra del festival a los "precios desorbitados" de las entradas que "seleccionan al público".

No estaba el público de las periferias pobres y negras, como la "favela" Cidade de Deus (Ciudad de Dios) donde se crió. Ese barrio irregular que hizo famoso la película de Fernando Meirelles y al que el músico intenta llegar con sus propios recitales, muchas veces de forma gratuita, como parte de un activismo social cultural del que es uno de los principales representantes en Brasil.

MV Bill, como Gil, también participó como conferencista de los debates propuestos por el festival. Personalidades varias discutieron la influencia cultural y los problemas actuales de África, como la ex ministra de Educación mozambiqueña Graça Machel, esposa del histórico líder sudafricano Nelson Mandela.

También estuvieron el escritor y pintor sudafricano Breyten Breytenback, uno de los nombres de la resistencia al apartheid, el régimen de segregación racial institucionalizada que rigió en su país hasta 1994.

Otras palestras contaron con nombres como el músico y humanista irlandés Bob Geldof, organizador de mega recitales de rock para recaudar fondos para África, y el escritor angolano Jose Eduardo Agualusa, entre otros.

Según Connie Lopes, directora de Zoocom Eventos, la empresa responsable del encuentro, por su concepción y realización, no se trataba de un "festival étnico".

"Back2Black buscó rescatar la importancia de África en términos globales", dijo Lopes en el comunicado de prensa que definió el festival como un encuentro para "estimular la discusión y reflexión a partir de temas que abarcan desde el desarrollo social y político en el continente africano hasta su futuro, pasando por el avance a partir de sus artes".

"Nuestro abordaje va desde la aparición del hombre en tiempos remotos en aquella región hasta los desdoblamientos políticos y multiculturales ocurridos, porque un día todos fuimos negros", agregó la organizadora en el mismo tono que intentaron plasmar en el festival "el de una pequeña África en Brasil".

Una pequeña África, según continuó explicando MV Bill, que no discute de forma abierta las cuestiones raciales, tratándolas "como si fuera una cuestión resuelta cuando no lo es".

"Nosotros, los brasileños, desconocemos que somos la mayor nación africana fuera de África, la mayor por el número de afrodescendientes fuera de África", subrayó al referirse al "racismo velado" de su país.

Puertas afuera del festival, temas debatidos como ese parecían adquirir su significado más claro. Una pareja de negros, que creía que la entrada era gratis, se decepcionó cuando se les informó sobre el precio, dieron media y vuelta y se fueron.

En voz baja, algunos del público presentes comentaban la ironía, pese a las buenas intenciones de los organizadores del festival. Pero los únicos que fueron capaces de expresarlo públicamente y convertirlo en protesta fueron unos pocos adolescentes autodefinidos como "autónomos" que, infiltrados entre el público, repartieron un panfleto titulado "De vuelta a las tinieblas".

El panfleto impreso con escasos recursos indicaba que la cara del festival era "blanca" y que el "pueblo de verdad, el negro, el pobre, el habitante de la favela estaba del lado de afuera", seguramente "disfrutando gratis un baile funk".

Letizia Catete, la autora del comunicado de protesta, dijo a IPS que a duras penas ella y su grupo pudieron pagar la entrada para poder entrar al festival y protestar.

"Los shows son excelentes, los debates interesantes, pero es demasiado caro y no sirve para su objetivo mayor, que es difundir la cultura negra y crear una conciencia racial, inclusive para los negros", puntualizó.

"¡Ellos quieren promover un arte popular para una elite!", añadió indignada esta adolescente.

Por su parte, Julia Otero, también de la organización del festival, argumentó que el objetivo no "era hacer algo sólo para negros o para blancos". "Queríamos un evento cultural donde todos sean superbienvenidos", agregó.

La justificación del precio de la entrada, que no buscaba "excluir a nadie", fue resultado de un proceso en el que se buscaba "un precio para viabilizar el evento y que al mismo tiempo no fuera caro".

El festival tuvo grandes patrocinadores: desde empresas brasileñas como Petrobras, OI Futuro y Vale de Río Doce, hasta el Ministerio de Cultura, la Secretaría de Cultura del estado de Río, y el apoyo del propio Banco Mundial.

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