Cada reunión de los «G» es una oportunidad para las llamadas economías emergentes de lograr incidir en los procesos de decisión internacionales.
El día anterior a la cumbre de las ocho naciones del Norte industrializado, realizada en julio en la localidad italiana de LAquila, el Grupo de los Cinco (G-5) países emergentes — Brasil, China, India, México, Sudáfrica— mostró sus coincidencias. Brasil, Rusia, India y China (BRIC) se unieron e hicieron frente a la presión, en especial europea, para no asumir acciones vinculantes en materia de cambio climático. El Grupo de los 8 (G-8) países más ricos está conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia. Brasil, Rusia, India y China anunciaron en la víspera de la reunión principal de los ministros de Economía del Grupo de los 20 (G-20) países ricos y emergentes, realizada este sábado en Londres, que comunicarían sus posiciones comunes antes de la reunión formal y evitarían mayores presiones del G-8. El G-20 está integrado por el G-8 y el G-5, más Arabia Saudita, Argentina, Australia, Corea del Sur, Indonesia, Turquía y el país que ejerce la presidencia rotativa de la Unión Europea, en este caso Suecia. Rusia está dentro y fuera del G-8. Algunos analistas piensan que China debería conformar un G-2 con Estados Unidos, por encima de los ocho más poderosos. Los lugares no son estáticos y, por cierto, no formales. Que un país esté de un lado o del otro sólo es una consecuencia de lo que suele llamarse el cambiante y "nuevo orden mundial". El cambio no es patrimonio de Estados Unidos, ni el presidente Barack Obama es el único que aspira a lograrlo, pese a que las iniciativas de otros no salten a la primera plana. El movimiento es inequívoco y el cambio inevitable. Los ministros de Economía del club BRIC reclamaron una reforma de las instituciones multilaterales de crédito el viernes con vistas a la reunión formal de este sábado. También señalaron que "el principal problema de gobernanza, que socava seriamente su legitimidad, es la injusta distribución de cuotas, participación y poder de voto", según la declaración divulgada tras la reunión del viernes. Algo que ya habían expresado y reafirmaron en esta oportunidad. "Proponemos cambiar el orden a siete por ciento en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y seis por ciento en el Banco Mundial a fin de lograr una distribución equitativa del poder de voto de las naciones en desarrollo y las industrializadas", puntualiza. "Eso hará que la participación de las economías emergentes y en desarrollo en el FMI y el Banco Mundial se corresponda aproximadamente con su incidencia en el producto interno bruto (PIB) mundial", añade. Seis o siete por ciento puede no parecer mucho. La última vez habían pasado tres por ciento de los votos de las naciones ricas a las más pobres. Ahora aspiran al doble, pero la ofensiva todavía no comenzó. Las economías emergentes aspiran a un cambio, no a una gran agitación. Las modificaciones se irán sumando y con el tiempo será un cambio drástico, pero no quieren una revolución que derrumbe el viejo sistema. Los gobernantes del G-8 le vienen dando largas al asunto desde que accedieron a reformar el FMI y el Banco Mundial. Esta cumbre del G-20 se caracterizará por la insistencia en ese sentido. El secretario del Tesoro (ministro de Hacienda) de Estados Unidos, Tim Geithner, se presentó al final de la reunión de ministros del grupo BRIC y les aseguró que su país estaba a favor del cambio. El ministro de Economía de Brasil, Guido Mantega, confirmó que su par estadounidense aceptó las reformas y estuvo de acuerdo en que no se demorara el proceso. Geithner también accedió a que el próximo director gerente del FMI y presidente del Banco Mundial se eligiera "sin importar su nacionalidad ni región geográfica", como reclamaban los ministros BRIC, así como que las naciones en desarrollo tuvieran más representación en las juntas directivas. Ese siempre fue un argumento de peso, pero ahora los hechos hablan por sí solos. El ministro de Finanzas de India, Pranab Mukherji, declaró que el PIB del grupo BRIC es mayor que el de Estados Unidos. S bien todavía son cuatro países que apenas superan a uno solo, Estados Unidos ya no está tan despegado de los otros como antes y parece más frágil que algunas economías menores. "Las economías de mercado emergentes mostraron ser resilientes y ayudaron a la economía mundial a absorber el impacto del deterioro comercial, el flujo de crédito y la demanda", reza la declaración de ministros del club BRIC. "Las economías de muchos de ellos ya comenzaron a crecer, tras algunos trimestres de recesión o ralentización". Con su aporte de 80.000 millones de dólares a las instituciones multilaterales de crédito, no parece viable que puedan resistir mucho tiempo más el cambio al que aspiran las economías emergentes. Los ministros BRIC se mantuvieron firmes al principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas en materia de cambio climático. También reconocieron que se necesitan muchos más cambios que el derecho de voto de los organismos financieros. "Se necesitan reformas estables y permanentes en múltiples frentes", añadieron, como cambiar "las prácticas internacionales, las normas y las estructuras de gobernanza para que la economía mundial sea más resistentes a futuras crisis". Tienen un gran interés en ello pues padecieron las consecuencias de una crisis que no causaron. No son muchos los que esperan que las naciones en desarrollo logren todas las reformas que pretenden. Pero pocos dudan de hayan logrado avanzar hacia ese fin como nunca antes.